miércoles, 22 de marzo de 2017

LA LOGOTERAPIA




  LA LOGOTERAPIA

La logoterapia mira hacia el futuro.
El 80’% de los hombres necesita algo porqué vivir.
El 61% admite que había algo o alguien por lo cual está dispuesto a dar la vida.
Los principios morales son una pantalla para ocultar los conflictos internos.
El sentido hace frente a la existencia. Debe ser realizado para motivarlo.
Frustración laboral puede resolverse en una neurosis que tiene su origen en la psicología.    Nace entre conflictos y de diferentes problemas espirituales, donde predomina la frustración existencial que desempeña un papel capital. Una existencia de sentido no satisfecha da  lugar a una tremenda confusión y al fracaso existencial. No es una patología. El interés del hombre por verse satisfecho lo lleva a una angustia espiritual.
El deber lo lleva  hacia el crecimiento y desarrollo. La logoterapia ayuda a encontrar un sentido a la vida.  Logra conseguir que se ocupe de realidades. (El padre de Ana Frank encontró un sentido publicando el diario de su hija muerta en un campo y  haciéndose presente cada vez que se estrena en un teatro, en cualquier lugar del mundo. Fue más útil este logro que llorarla con lágrimas la vida entera).
Voluntad de sentido
El interés del individuo en cumplir un sentido, es adaptarse a la sociedad y al entorno, lo cual siempre genera tensión.
La búsqueda de trabajo nace de una tensión interna.
La salud mental se basa  entre lo logrado y lo aún no conseguido, para sentir el bienestar mental.
El hombre necesita esforzarse y luchar por una meta que le merezca que vale la pena.  Es preciso sentir la llamada esperando  que se cumpla su deseo.
El vacío existencial
Es un mal que comienza en el S XIX con el Spleen de Baudelaire y la melancolía de Werther de Goethe y sigue en el S XX y se profundiza en el XXI. El hombre sufrió la pérdida de sus tradiciones. En un policlínico de Viena, el 55% acusaba un mayor o menor sentido de vacío existencial y más de la mitad experimentaba la pérdida de sentido y se balanceaba entre la tensión y el tedio.
A veces la frustración de la voluntad de sentido se compensa con la voluntad de poder o compensación sexual. En ese caso, la libido se torna agresiva.  Existen círculos viciosos que invaden la existencia vacía. Hitler, Mussolini, por nombrar a dos.
Nunca conseguiremos que el paciente se sobreponga a su condición sino que se  prevenga de las recaídas.
La esencia de la existencia
Se puede modificar el pasado que enfrenta al hombre con la finitud de la vida. El hombre se hace responsable  ante qué o quién se considere responsable.
El VERDADERO SENTIDO DE LA VIDA SE ENCUENTRA EN EL MUNDO Y NO EN LA PISQUE. Sólo en la medida en que el hombre se comprometa a cumplir el sentido de su vida, se siente realizado. No es un fin, es la verdadera meta.

La propia trascendencia

Tres maneras diferentes en ese sentido
1) Realizadas: acción.
 2) Tener un principio por el cual sufrir: sentir por alguien.
3)  El sentido del sufrimiento

Uno debe enfrentarse a su destino. Hay cosas imposibles de cambiar. La GESTAPO, el cáncer, un accidente, la muerte etc.
El sufrimiento deja de serlo en el momento en el cual se le encuentra un sentido,  como puede ser un sacrificio. Lo principal
no es encontrar placer y evitar el dolor, como decía Freud.
Sufrir a condición de que tenga un sentido. La gente no tiene que ser feliz; la desdicha no es un desajuste. El cúmulo de la infelicidad inevitable que no sea aumentado por la desdicha de sentirse encima desgraciado.
En todo momento el hombre debe decidir para bien o para mal cuál será el momento de su existencia para provocar el cambio.
El hombre que se fija en lo transitorio  pasa por alto el pasado.
No se puede volver ni deshacer ni echarse hacia atrás.
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Contar con realidades aunque sean espirituales. Del trabajo hecho, del amor amado, del dolor sufrido. Este dolor nos hace sentir orgullosos, aunque no inspire envidia.
La muerte es un temor real.

No se puede curar el temor neurótico (las arañas, la agorafobia).
El neurótico sufre una ansiedad anticipada y lo que teme se produce: es característico. El miedo se convierte en una realidad. El miedo hace que suceda lo que uno teme.
El hombre  inventó las cámaras de gas y también fue quien entró en la cámara con la cabeza erguida recitando el Padre nuestro.

miércoles, 3 de agosto de 2016

VENECIA


La más antigua ciudad comercial, durante un siglo sufrió la lucha entre las potencias. No estaba tan sometida como Génova  ni perdió su libertad como  Pisa. Logró establecerse a lo largo del Adriático y el Archipiélago y -cuando defendió la isla de Chipre- los turcos tardaron veinte años en  apoderarse de ella.
En el S XVI  a  Venecia le sucedió Turquía y Francia. El comercio creció en Francia y el sultán sólo permitió a los franceses   navegar por el Mediterráneo, bajo su exclusiva bandera.
La protección de los Santos Lugares fue lo que permitió aniquilar a Turquía, lo cual era fundamental para Francia. Venecia, con todo su poderío, declinaba. Las mercaderías asiáticas dejaron de llegar por el Mediterráneo -lo hacían por tierra- cuando los portugueses se establecieron en la India. Se dieron cuenta de que la construcción del canal de Suez era imprescindible, aunque aún se veía como un sueño imposible.  
Venecia, entonces, transformó sus hábiles comerciantes en hábiles diplomáticos modernos, que  introdujeron una moda y costumbres nuevas en la ciudad. Los nobles  invirtieron en tierra, transfirieron el  dinero del comercio y reemplazaron la mercadería oriental por la propia; sus productos era los cristales, los famosos encajes,  los cueros finos, y la industria  textil: el arte refinado de vivir  nació en esta ciudad.
Mientras los nobles venecianos y los Habsburgo conferenciaban  solucionaban los problemas por medio de tratados, en medio de fiestas suntuosas en su no menos lujosos palacios, los marinos de ambos bandos finalizaban en el fondo del mar. La diplomacia moderna nació en Venecia, no en París.
 Los Habsburgo pusieron en peligro su comercio en Trieste, cuando las naves venecianas lograron capturar sus barcos. Los viajes al Este eran ahora menos frecuentes.
El pintor representativo por excelencia del Mediterráneo  fue Tiziano. Vivió  en tiempos de Miguel Ángel y otros pintores  del S XVI. Fue un pintor comparado a Rubens por la cantidad de cuadros pintados.  Por extraño que parezca, siendo su padre un comerciante marino, jamás pintó el mar aunque sí  figuras míticas  y  a príncipes y reyes, siendo el más célebre  el retrato de Carlos V, quien lo invitó a Alemania, cuando el pintor pisaba los 70 años. Una anécdota cuenta que se le cayó el pincel mientras los retrataba y que el emperador se agachó para recogerlo.
Se hizo  también famoso como pintor de  la corte,  el retrato de la bella Isabel de Portugal, con su óvalo perfecto y el manto soberbio, montada sobre  un caballo blanco es de los más conocidos, así como el  de su marido, el Emperador español. 
Abandonó la técnica de los colores puros y pintó cuatro cuadros al estilo de Rembrandt, sesenta años antes. La Magdalena es sólo un ejemplo extraordinario de su arte pictórico.
Dejó dos obras que muestran que fue también un pintor panteísta:  el "Bacanal" y  "El festival de Venus".
A los cien años murió víctima de una epidemia. Pese al temor al contagio, el pueblo íntegro acudió a los funerales. La República de Venecia, España y los turcos lo lloraron -como artista- desconsoladamente.

viernes, 10 de junio de 2016

LA PERESTROIKA



LA PERESTROIKA    

El socialismo era inhumano; es la antinomia del capitalismo- socialismo del s XIX. Quería una sociedad que garantizara la soberanía del pueblo. Las reformas evitaron la explosión revolucionaria de nuestro inmenso país, aunque su evolución fue compleja. La transición del totalitarismo a la democracia requirió paciencia para tantos cambios y dio sus frutos. Se oponían las viejas estructuras y hábitos. Las masas despertaron de su letargo y las incitó a reflexionar;  las reformas peligrosas requirieron tiempo.
Deseaba transformaciones revolucionarias en su contenido y forma, pero evolutivas en su método y un orden en lograr sus objetivos. El asunto más grave fue resolver el problema de las nacionalidades; muchos de ellos estaban sumidos hasta el año 1917 en plena Edad Media. 
Pasamos de un Estado unitario a uno federal. Nos ocupamos de la independencia de las repúblicas, conservando la integridad de cada Estado común, donde las funciones del centralismo cambiaron.
En economía seguimos la reforma de la industria pesada y de la construcción de maquinarias. Lo correcto hubiera sido comenzar por la agricultura, la industria ligera y  los alimentos pues hubieran repercutido de forma más veloz para los logros.
El tránsito del Totalitarismo a la democracia requería una fuerza política y social a fin de garantizar el apoyo real de las reformas. La Perestroika comenzó desde arriba pero tenía sus límites; la campaña 1989-1990 mostró las primeras masas en proceso de cambio. Nacieron diferentes partidos y organizaciones políticas. Al principio no se podía iniciar ningún cambio contra la voluntad del partido. Hice lo imposible para que el Partido comunista de la Unión Soviética no cayera en manos de fuerzas destructoras. No dejé el puesto de secretario general, pese a algunas críticas.
Intentaron destruir la Perestroika. La firma de los tratados fue malograda en 1991: fue imperdonable la confrontación armada golpista. La unión de los reformistas fue muy positiva. Se necesitaba liberar el país del peso de la militancia así como de los gastos excesivos para seguir siendo una potencia importante entre los aliados y el tercer mundo.
Si no cesaba la carrera armamentista y la hostilidad mutua en aumento de las potencias nucleares, no se podría evitar una tragedia impredecible. El mundo estaba en el límite del peligro y cualquier conflicto serio mundial podría finalizar en una guerra nuclear, donde hubiera estallado el socialismo y el capitalismo y todas las pasiones ideológicas:  la muerte nuclear iguala a todos.
Observábamos el mundo con una mirada puesta en 1917 y sobre todo desde la II Guerra Mundial. Teníamos una mayor amplitud de las relaciones internacionales y de los valores morales. Buscábamos la posibilidad de un modelo de seguridad nacional que no nos llevara a un desastre. Encontramos un equilibrio y la comunicación permitió descubrir la Unión Soviética al mundo y nosotros pudimos verlo a su vez.
El progreso científico y tecnológico transformó la actividad del hombre. Cambiaron los conceptos del ideal social y el sistema de las relaciones internacionales. -La paz no es la universalidad sino la unidad dentro de las diferencias y un acuerdo entre la diversidad-.
La URSS es un país de muchas lenguas, único por su étnica y sus múltiples culturas, por su trágico  pasado y sus hazañas históricas. El retraso irreversible y el estancamiento en un mundo tecnológicamente avanzado, haría que la Unión Soviética, -un país rico y con múltiples posibilidades- se marchitara económica e intelectualmente.
La propaganda hasta ese momento no lo dejaba discernir. La mínima protesta era reprimida y la confrontación Este- Oeste nos transformó en amigos-enemigos en dos campos hostiles.
La Perestroika recobró el sentido común; nos permitió abrirnos al mundo y tener una relación normal entre nosotros como país y la política exterior. No fue para nada fácil. Entramos en la fase más dramática; muchos se asustaron y quisieron retroceder. La sociedad había perdido a lo largo de décadas la capacidad de pensar, su independencia y su autonomía más su espíritu emprendedor. Hubo protestas. Cuando recuperó la libertad, no se  reconoció a sí misma.
Se evitó el baño de sangre. No permití que se convirtieran en blancos y rojos: la democracia en Rusia nació junto al dolor, quizá como en todas las revoluciones. La decisión no fue un retorno a métodos represivos, presión y violación de derechos y libertades: fue seguir los cambios sin desintegrar al Estado ni llegar al derrumbe económico.
Hubo decisiones a corto y largo plazo y no siempre populares. Pasamos de una economía mixta a una economía de mercado. El pueblo sentía el cansancio del populismo; no convenía dejar a la gente en la incertidumbre; creamos premisas para salir de la crisis y mejorar y normalizar la vida.
Se redujeron las Fuerzas Armadas y los presupuestos militares. Se retiraron las tropas en territorios extranjeros;  su número fue mucho menor. Se modificó la estructura enfocándola hacia la defensa. Se mostró las instalaciones militares ultra secretas que  hacía poco era imposible imaginarlo y la información evolucionó a pasos agigantados.
Al poner un fin a la Guerra Fría, surgieron conflictos del pasado, tensiones congeladas hasta ese momento, pretensiones entre ricos y pobres y una conciencia de cómo se vivía en países desarrollados
Los peligros ecológicos subsistían, agotadas las fuentes de Energía y las materias primas. La explosión demográfica se tornó incontrolable. La drogadicción aumentó y se extendió mundialmente.
Existe una oposición entre una política pacífica y el profundo egoísmo empresarial.
El perfeccionamiento de las armas atómicas y la carrera armamentista de varios países que al fin la lograron nos llevaría a un peligro que podrían hacer caer todos los acuerdos tratados en la
ONU, lo cual ayudó a resolver los problemas mediante el veto y evitar futuros baños de sangre.
Soy de naturaleza optimista y cuando propuse que para el año 2000 fueran liquidadas todas las armas nucleares y se instaurara en todas partes un sistema de seguridad internacional, me tildaron de utópico.
Dentro de dos semanas se cumplirá la invasión fascista a Rusia y también será el medio siglo del ataque a Pearl Harbour que transformó la guerra en una tragedia mundial. Su recuerdo sigue siendo doloroso e incita a esta generación a actuar.
Obtener el Premio Nóbel es un prueba que mis objetivos no están errados y que mi país fue aceptado y reconocido por los esfuerzos, mediante métodos pacíficos.

Mijail Gorbochov. Memorias de los años decisivos 1985.1992 (los grandes temas de la historia) editorial Globus, ali 1993¨”No hay reformadores felices” 13-33 y  capítulo 12 “Premio Nóbel” ,222-234
  



viernes, 1 de abril de 2016

LO APOLÍNEO Y LO DIONISÍACO


Apolo y, esa dupla artística nos despierta la idea del antagonismo, desde el origen hasta el fin del mundo griego, entre el arte plástico y el arte desprovisto de formas, lleno de música, denominado dionisiaco .Estos dos instintos desiguales dominan parejos en una guerra declarada y se excitan mutuamente en creaciones nuevas, cada vez más categóricas, con el fin de perpetuar
Ese antagonismo, que el arte enmascara hasta que por un admirable acto metafísico de la voluntad helénica aparecen acoplados, engendrando una obra apolínea y dionisíaca en la tragedia griega.
Los griegos, bajo la figura central de Apolo, representaron el deseo feliz del ensueño. Apolo, como dios de todas las facultades creadoras de formas, es además el dios adivinador de Delphos. Y es, desde su origen, la apariencia de lo bello, el dios de la luz, de las artes y de la creación. Su mirada radiante es el reflejo sagrado de la belleza que nunca debía desaparecer. Es la imagen divina y esplendorosa, en cuyo gesto descubrimos la alegría y la sabiduría de la “apariencia”, al mismo tiempo que su radiante belleza.
Un espantoso horror sobrecoge al hombre, turbado repentinamente, cuando se equivoca en las formas del conocimiento. Si a este horror le agregamos el éxtasis, comprenderemos el estado dionisíaco por analogía a la embriaguez. Gracias al poder del vino o por la fuerza avasalladora de la primavera se despierta la exaltación, que arrastra en su ímpetu a todo hombre subjetivo, hasta sumergirlo en un completo olvido de sí mismo.
En Alemania, en el Medioevo, bajo el soplo de este poder dionisíaco, la gente cantaba y danzaba de plaza en plaza y en las danzas reconocemos los coros báquicos de los griegos, cuyo origen se remonta a través de toda Asia Menos hasta Babilonia y las orgías sacras. Es el huracán de la vida ardiente de los ensueños de Dionisio. Y, bajo el encanto de su magia, se renueva la alianza del hombre con el hombre: la naturaleza enemiga o sometida, celebra también su reconciliación con el individuo. EL carro del dios desaparece bajo flores y coronas. El esclavo es libre; caen las barreras rígidas y hostiles que la pobreza levanta entre los hombres y, por la armonía universal, cada cual se siente integrado, reconciliado ante la Unidad primordial. Con el canto y la danza, el ser humano cree pertenecer a una comunidad superior; se olvida de andar y de hablar y está a punto de volar danzando. Sus gestos revelan beatitud; su voz parece sobrenatural; se siente divino; su actitud es noble y llena de éxtasis. El hombre ya no es un artista sino una obra de arte en sí mismo y su poder estético de la naturaleza se revela bajo el estremecimiento de la embriaguez.


Bibliografía. Nietzsche, Fredrich .EL ORIGEN DE LA TRAGEDIA, Editorial Andrómeda, año 2003, páginas 11-28

miércoles, 30 de marzo de 2016

EL PUESTO DEL HOMBRE EN EL COSMOS



 

EL PUESTO DELHOMBRE EN EL COSMOS

 

El hombre ha alcanzado el espíritu a través de sucesivas depuraciones y a lo largo de toda la evolución. El  individuo oscila entre  el reino  del valor y el reino del espíritu. No es ni una depuración de la raza ni un animal evolutivo; posee un alma y por lo mismo la capacidad de regresar al mundo de los valores.
La idea tradicional judeo-cristiana, cuando se pregunta "qué es el hombre" nos habla de la Creación, Adán, Eva,  el Edén, la Caída; Grecia afirmaba que el hombre posee mente, razón y ciencia, idea que pasará luego a Roma y de allí se extenderá por todo Occidente.
 en el S XX no da su propio veredicto:
- El hombre tiene una marcha erecta, lo cual trajo una modificación en su columna vertebral a fin de poder caminar erguido que le otorgó una amplitud de visión.
-Tiene mayor desarrollo cerebral; posee circunvalaciones mucho más complejas.
-Posee el pulgar opuesto, lo cual le permite el movimiento de pinza; puede fabricar objetos desde un reloj en miniatura hasta un auto, abrocharse los botones, atarse el cordón de sus zapatos, encender la radio, dar vuelta las páginas de un libro, tocar instrumentos musicales, etc.
-Su ojo ve de frente y a los costados; sin dar vuelta la cabeza logra una mayor visión y una mayor objetividad; su mundo, por ende, es más amplio.
Cuando aparece en él la asociación, decaen sus instintos, lo cual lo diferencia de los animales;   posee una vida psíquica. Tiene inteligencia, razonamiento, capacidad de objetivar una situación y   de elegir. Puede responder a situaciones nuevas, reacciona como individuo  no típicas a su especie. El animal jamás podrá elegir entre lo útil y lo bello.

La gran diferencia con los animales reside en la razón y en la esencia del espíritu de libertad. El ser humano posee conciencia de sí y es libre frente al mundo que lo circunda; puede trascender, levantar vuelo o sobrepasar el mundo a través de la creación, más allá de su medio y hacer de las resistencias meros objetos, siendo libre de modificar su existencia. También es capaz de ironía y de humor: puede reír.
Puede ser un asceta, un anacoreta, decir "no" a sus impulsos, reprimirlos, someterlos, o romper los límites de su ser alcanzando la trascendencia de sus vivencias psíquicas a través de la creación.
Sheller denomina espíritu a las oscuras y subconscientes potencias impulsivas del alma.  Es cierto: los animales no carecen de un impulso afectivo ni de instintos que pertenecen a su especie ni de una cierta inteligencia práctica, así como también de una memoria asociativa, aunque son meras asociaciones fáciles de recordar, como el experimento de la campana y el alimento en el perro de Pavlov. Repite sobre todo las situaciones en las cuales tuvo éxito y los movimientos que le permitieron encontrar los alimentos y se fijaron en él que se denominan el principio del éxito y del error. El rebaño aprende, no asocia. La limitación es un acto repetitivo. Para Darwin y Köhler, el animal tiene una inteligencia infinitamente menor al ser humano. La objetividad jamás podrá pertenecerle pues es la categoría más formal del lado lógico del espíritu.
Las plantas, en cambio, tienen una reacción lenta afectiva que tiende solamente  hacia el calor del sol, sin asociaciones ni reflejos condicionados ni órganos sensoriales ni instinto. Es un simple movimiento hacia la luz. Son fecundadas por el viento de modo pasivo y se alimentan a través del material inorgánico que les suministra su propio alimento. No poseen un sistema nervioso ni indicios ni impulso motor; no se relacionan con otras plantas y como reacción- si le tiramos un balde a agua caliente o helada tenderán a encogerse o pueden llegar a morir aunque sin saberlo-.
El animal, en cambio, pese a tener impulso afectivo, reflejos condicionados órganos sensoriales y el instinto más evolucionado que en el ser humano moderno, en las especies superiores  -gorilas, chimpancés, perros y otros no podrá nunca objetivar, convertir su medio ambiente, su conducta estática; tampoco es dueño de sí: está estructurado simplemente como el caracol a su casa rodante, sumido en la realidad vital de sus estados orgánicos: comer, beber, acoplarse, procrear, curarse, alimentar su cría  y morir.
Los animales tienen conciencia- en esto se diferencian de los vegetales, aunque no conciencia de sí. Carecen además de las formas vacías del espacio y del tiempo: un animal jamás podrá llorar su futura muerte ni pensar en cosas más allá de su ambiente. Espacio y tiempo no existen.
Los animales emiten signos; son capaces de expresar tensión, miedo, dolor y placer en un lenguaje emotivo.
El ser humano posee un lenguaje preposicional y  aquí  reside la enorme diferencia: "Todos los hombres son mortales" es una oración que los animales, con todo su caudal de instinto, nunca podrán concebir.


 

martes, 22 de septiembre de 2015

El Bombardeo- Londres


La II Guerra Mundial comenzó el 3 de septiembre de 1939 y cayó sobre los europeos “como un relámpago desprendido del cielo; fue una catástrofe impensable”.
Los tiempos habían  cambiado; no sólo fueron las muertes, heridos  sino un cierto hastío y desolación cósmica se apoderó de los países occidentales.
En 1914 se perdió la esperanza de ser civilizados; en 1939 nos convertimos en salvajes con armas minuciosamente construidas para asesinar mayor cantidad de personas en la menor cantidad de tiempo: Hiroshima, por ejemplo.
Entre 1917 fue la revolución rusa  con la caída del último zar y de  toda su familia, incluido unos pocos sirvientes.  Los soviets torturaban o enviaban a Siberia a los disidentes o simples críticos del régimen nuevo impuesto, fueran de derecha o de izquierda, científicos o intelectuales.
En Italia, con Mussolini como dictador  nacionalista -lo opuesto al comunismo ruso, según él aunque  empleando  los mismos métodos de crueldad-.
En Alemania crecía los mismos ideales con un Hitler nazi, aunque con un sistema gigantesco en sus métodos de muerte, gasificando entre  cinco o seis millones de seres humanos, judíos, gitanos, polacos,  comunistas,  o simplemente  no adheridos al  partido, previamente confiscados sus bienes. Su barbarie fue similar a la de Stalin.
Hitler fue el primero en instruir a sus colaboradores  en el secreto de la eutanasia y -al percibir el malestar en Alemania- llevó su método al campo de concentración de Polonia (Danzig). Europa yacía bajo las manos de un psicópata sádico. Las palabras que se escuchaban por radio, salpicadas de ira del führer, espoleaba a los nazis partidarios, contagiados por su locura: la locura fue posible por la obediencia de sus subordinados: aceptar y cumplir sus órdenes  fue también de psicópatas.
Inglaterra y Francia  no reaccionaron con la invasión a Austria de Hitler y su  frágil  excusa.  Le siguió Checoslovaquia y Hungría. Según la explicación  dada a los gobernantes ingleses y franceses deseaba unir al pueblo germano en esas regiones donde había territorios con la mayoría de germanos. Las potencias no se decidían a enfrentarlo, conociendo su debilidad militar frente a un enemigo equipado con excelencia y disciplinado.
No se comentaron en los diarios las torturas ni el exterminio de 160.000 austríacos judíos eliminando a todo el que no fuera totalmente de sangre aria pura. Era una guerra entre la civilización en oposición al nacionalismo nazi.
Pero poco a poco se adquirió conciencia del salvajismo nazi y se reconoció que la guerra era inevitable. Quien pudo llegar a Alemania, para intentar salvar a un amigo, se enteraba del desesperado estado de las víctimas y la brutalidad germánica.
 Antes de ser invadidas las potencias debían decidirse; los que regresaban o alcanzaban a escaparse juraban suicidarse y morir antes que caer en las garras del enemigo.
 Esta ofensiva fue de una crueldad  inimaginable;  un genocidio a sangre fría, donde se asesinó millones de seres humanos en las cámaras de gas mortíferas, dirigidas por obedientes subordinados. Entre ellos hubo médicos que llevaban a cabo experimentos repulsivos sobre  víctimas jóvenes elegidas. Si no morían en las cámaras morían de hambre, consumidos, semi desnudos en el frío glacial y llenos de piojos; gasificaron día y noche en los años 1942-44 cuando ya sabían que no podían vencer.  A los cadáveres, antes de tirarlos en un pozo común, le quitaban los dientes de oro y cortaban sus cabellos para vender. La falta de  sentido de aquellos asesinos fueron estigmas inolvidables.  La civilización dio marcha atrás y consideró a sus súbditos como peones de ajedrez, muñecos títeres, objetos para satisfacer su odio. Hubiera sido imposible asesinarlos en  masa, si se los hubiera considerado humanos.
Los europeos de occidente miraban con desesperación el mundo de Stalin, Mussolini y Hitler y entraron finalmente en la guerra con una mezcla de resignación y  resignación.
Chamberlain traicionó a Checoslovaquia; fue un hombre frío e incompetente. Los pasos no dados fueron vergonzosos, moral y políticamente equivocados. En el Tratado de München se abandonó el país en manos de Hitler con el fin solamente de aplazar la guerra; fue un error. Al entrar en guerra frente al conflicto con Polonia, olvidaron que los checos y rusos hubieran ayudados a favor de los aliados.
Con la invasión de Polonia  llegó la decisión del ultimátum.

La hostilidad aérea en Londres comenzó en agosto de 1940 con un tremendo estruendo a la hora del almuerzo, lanzando balas  contra la gente y edificios durantes treinta y seis horas sin interrupción.
Uno puede habituarse a esta visión de balas cayendo, aunque la primera vez produce  un extraño impacto. Llama la atención los escombros de cristales en todos  lados. Durante el ataque de aviones en masa sobre la capital era siniestro el ruido del zumbido: seguía un silencio y el regreso de los aviones. Churchill exhortaba a los civiles:“no puedo ofrecerles sino sangre, sudor y lágrimas.” Se vivía con un sentimiento de irrealidad para encontrarse con una realidad inimaginable.

Durante la invasión de Holanda, Bélgica y la caída de Francia, un quieto fatalismo de lo inevitable se apoderó de los ingleses. Algunos pensaban en la derrota de Francia y en la invasión a Inglaterra en pocos días. Cayó Francia e Inglaterra se retiró a Dunkerque; se encontraba al filo del desastre. Alemania tomó París.
Los refugios antiaéreos era un amontonamiento de miradas de pánico y el olor desagradable de seres humanos aglomerados. Mucha gente huyó de la capital por unos  días . Cuando tomaron el tren de  regreso, encontraron media ciudad destruida, con  las calles irreconocibles, humeantes, con montones de cascotes en ruinas. Sus casas o negocios completamente destruidos durante esas interminables 36 horas de bombardeo. Tal vez encontraban una silla intacta o un retrato familiar entre la pared de la casa vecina. Las ventanas sin vidrios, el tejado semi caído y puertas sostenidas por un gozne. Los cuartos imposible de habitar, los libros esparcidos cubiertos de yeso y polvo, todo envuelto en una confusión macabra; los tubos de desagüe maltrechos y quizá a punto de explotar en cualquier momento.
Lo peor, lo más siniestro fue el silencio.


Leonard Woolf  La muerte de Virginia, capítulo 1 de Journey not the Arrival Matters (an autobiography of the years 1939 to 1969) traducido por Marta Pesarrodona, gracias a Esther Tusquets. (adaptación de Cristina Bosch solamente el bombardeo de Londres)


domingo, 29 de marzo de 2015

LA VEJEZ


-Características de la vejez

 En esta fase la experiencia, los impulsos y la actividad pierden su intensidad;  lo vital  merma, la pasión mengua, disminuye la vista, el oído, los huesos  pierden elasticidad
cediendo el lugar a síntomas y trastornos orgánicos, causados por enfermedad o debilidad física: dolores, alteraciones  funcionales, fenómenos acentuados por la decadencia.  Muchas veces el descuido y poco aseo resulta penoso.
Desciende la percepción, se torna dificultoso adaptarse a situaciones nuevas y estresantes. La vida se fija, los procesos se inmovilizan; desaparece el impulso de luchar por cosas nuevas. Uno no está  propenso a cambios y desea la paz. El círculo se estrecha, se vuelve  indiferente anímicamente. Pierde todo deseo de estima y simpatía por los otros. No se preocupa por la impresión que causa y se cohíbe  ante una personalidad más fuerte. Disminuyen las facultades espirituales y la sensibilidad hacia el otro; los impulsos se vuelcan versus lo elemental: comer, beber, dormir.
Se siente amenazado y acentúa el poder sobre sus posesiones, derechos, hábitos, juicios, que se transmiten con la terquedad y la tenacidad de   tener siempre la razón, llegando a veces a pecar por   necio. El  intelecto y  los sentimientos no  razonan velozmente y aceptar los cambios de las circunstancias se les hace imposible.

Pero  no todo es negativo; existen posibilidades  positivas, incluso en la fase senil. Muchas dificultades se resuelven, gracias a la experiencia adquirida. Miguel Ángel,  Goethe, Freud son ejemplos de ancianos maduros pero no seniles.
El ser humano jubilado -en la mayoría de los casos-  no lucha por enriquecerse o adquirir posesiones. Se vuelve moderado: la experiencia lo aleja de la actualidad y le concede  permiso de comprender situaciones  y concederles un valor que la juventud no  logra acatar.
 Ve menos,  oye menos, entre el tumulto de ruidos que los perturban y lo aíslan.
Desconocen el  arte de bien morir; muchos ni osan nombrarla. No le encuentran sentido a  la muerte. Se   perdió en Occidente la dignidad y el valor necesario para afrontarla. Se la  vive como un paso aterrador. Al no  reflexionar sobre ella, no existe la posibilidad de  hacerle frente, y  sólo se  la soporta,  cuando el fin se aproxima y no queda otra opción.
La juventud vive la vida y  acepta la muerte únicamente -si es decorosa,  valiente,  heroica o trágica-, refiriéndose a ella como si fuera un elemento decorativo, sin significado personal.
El deber ético de:
a)     Los seres que lo rodean.  Aumentar su paciencia, lo cual no es fácil: la vida quedó estancada. La vejez no puede sorprendernos ni excitarnos con palabras o gestos; quedó  fija en etapas del pasado que tercamente repite sin cesar y que los terceros ya no escuchan u oyen con irritación e impaciencia.
b)     El anciano siente  recelo, una desconfianza que   lo lleva a ocultar; al perder la memoria, el tiempo real y presente, se enfoca en el pasado que maneja con soltura. La familia o quien lo cuida se agota de las repeticiones que cuenta encantado, como si fuera la primera vez. Se necesita altruismo y una paciencia heroica para mostrarse amable; carece de una mirada hacia el futuro y no espera nada del presente: el pasado es el  único campo donde se siente cómodo.

Considerarlo, apaciguar su desconfianza, y poner  humor en ciertas situaciones donde se muestra terco, crítico, pretencioso.  
Hijos y parientes le desean el fin;  se muestran poco tolerantes. los viejos positivos.
Pero existen dos clases de seniles:
El primero, con su plaga de defectos acentuados, que se torna odioso a  los demás.
Antiguamente al viejo se lo abandonaba o  se lo mataba, por ser inútil a la sociedad; hoy se lo encierra en un asilo  no se lo visita, salvo en su cumpleaños o cerca de Navidad. Si se enferma lo ven más seguido, esperando el fin. Sería equivalente a la  eutanasia  de los ancianos nazista.
Simone de Beauvoir  en  su excelente Ensayo de  707 páginas nos dice lo siguiente:

La hegemonía machista patriarcal duró siete mil años y prevalece en los países pobres y  orientales, declinando en el mundo occidental. El yo incluye el cuerpo, nombre, posición social, posesiones y hasta conocimientos en nuestra imagen y en  la que deseamos que los demás perciban.  
En el último mitad del S XX, -Plutón se hallaba en Leo, signo de la individualidad-, los Beatles, la ropa en boutiques al alcance de todos, la moda unisex, donde  lo antiguo dejó de ser lo mejor:  comprar y tirar  para volver a adquirir o desechar, a fin de obtener un modelo más reciente y por lógica más caro. Es un círculo vicioso que nunca acaba. Esta época podría denominarse la era del automóvil y hoy, el tiempo del celular, la cibernética, la tecnología en exceso.  El poder adquisitivo se basa en  la cantidad de aparatos electrónicos que uno posee y -en oposición a la generación de nuestros abuelos- la juventud siente poco interés por lo tradicional, el mueble antiguo o las joyas;   “lo bello es  nuevo” es lo predominante y no "lo bueno y lo bello´" que pregonaba  los antiguos griegos. Cambiar el auto cada dos años porque se cansaron del modelo, para competir con amigos, socios laborales y aumentar su estima o poder es un ítem que vemos a diario.
Mi departamento, mi casa, mis amigos, mi médico, mi cirugía, mi enfermedad, mi terapia o terapeuta. Tener es sinónimo del capitalismo y de la propiedad privada; adquirir propiedades o conservarlas o venderlas para comprar otras. Tener se relaciona con el deseo de ser grande.
Algunos, hastiados de lo superficial, se   conectan  con su interior mediante un gurú de moda en la India o en nuestro país, según el prestigio que tengan.
Tenemos ejemplos de ancianos respetables; comencemos con Edipo en Colona,   en oposición al  rey Lear, donde la vejez se parece a la locura, pues ansía  compartir su reino con sus hijas para recibir a cambio afecto y atención. Shakespeare  percibía en los ancianos poca sabiduría: Lear, condenado por sus hijas, deberá errar por los caminos, en  medio de un medio hostil.
En Francia, el siglo fue muy duro con los ancianos, La sociedad era autoritaria, absolutista; no concedía lugar ni a los viejos ni a los niños -que morían antes del año y la mayor parte de los adultos entre los 30 y 40 años; hubo excepciones: Miguel Ángel, Goethe, Kant, Freud, Hugo y otros. Incluso lo reyes morían entre los 49 y 56, con toda  la  atención y cuidados que se les proporcionaba.
Se los consideraba mayor a los 17, 18 años para poder  servir al país en las guerras.
El hombre de fortuna y posesiones  era  respetado; la memoria y la experiencia   eran valores adquiridas con  la edad y apreciadas.
Los viejos carecen de atracción. A los 30 estaban minados por el trabajo, encogidos,
La iglesia ayudaba con sus escasos medios a los necesitados, siempre insuficientes frente a la hambruna y la explotación del campesino y -siglos más tarde de  los obreros-.
En la literatura, la ancianidad masculina inspiraba menos sarcasmo. Corneille le cede espacio en sus tragedias; Don Diego es una viejo aristocrático, padre del Cid Campeador y, en Horacio, se impone la figura del anciano; había respeto por la ley, por su coraje y su generosidad, y se sentía respeto por la aristocracia, no por su riqueza sino por sus conocimientos y valentía.
A diferencia de Corneille, que busca una figura noble e imponente en  don Diego y  en la tragedia de Horacio.  Racine le otorga el permiso de amar y Molière lo convierte  en el hazmerreír de su obra  El Avaro.

A principio del S XVII, Isabel I de Inglaterra creó la ley de los pobres para los indigentes sin familia y sin dinero. Hasta ese momento no se ocupaban de los recién llegados y menos de los numerosos vagabundos, vistos como zánganos inútiles o perezosos holgazanes. La mendicidad era inmoral.  Los cuarenta primeros años de ese siglo hubo instituciones caritativas para paliar la dureza y se fundaron asilos y hospitales. La religión predicaba el respeto por los pobres y exigía la limosna de los ricos.
En Inglaterra estalló un conflicto entre burguesía vejada y la realeza, que fue sometida por el poder real.  Recién en la Restauración, las mujeres representaron los papeles femeninos en obras de teatro. Los puristas, el quietismo y protestantes y anglicanos veían en el teatro una señal de perdición. El teatro cínico se burlaba de la vejez: en los hombres indicaba la pérdida de la virilidad; en las mujeres, la pérdida de la belleza con sus pechos caídos y  su piel marchita.
Shakespeare trataba con desprecio a la ancianidad. Luego llegaron las comedias, a fin del XVII,   ilustrando los conflictos entre generaciones.
Quevedo se burla de las mujeres viejas y las compara con la muerte. El amor eterno de Petrarca en el Renacimiento le cede lugar a la burla y al menosprecio.

El S. XVIII 
Fue sombrío en Francia; estalla  la Revolución Francesa; la monarquía pasa por la guillotina, mientras la burguesía se impone; respetan la libertad de ideas, la noción del prójimo se amplía, se interesan por los salvajes, recuerda a los adultos, a las madres  amamantan a sus hijos  y en los adultos se reconocen los futuros y potenciales ancianos; el hombre mayor simboliza la unidad, la permanencia de la familia;  florece el individualismo burgués, el jefe anciano posee propiedades y goza de prestigio. Se  exalta la virtud, se dejan de lado los cuentos morales y se escriben tratados de humanidad; se atiende a los débiles, a los pequeños, al abuelo;  se estimulan los actos de beneficencia.  La ancianidad es vista como una época de  descanso; las pasiones extremas se suavizan; se  adquiere serenidad, sabiduría.
Se conmueven frente a la miseria,  Reconocieron que todo hombre tenía derecho a  existir. La asistencia pública fue reformada; la miseria de los inválidos y los ancianos mermó. La burguesía  revalorizó la ancianidad.

En Inglaterra progresaron las técnicas,  la industria, las finanzas, el comercio. Nace una nueva clase rica, poderosa que tiene conciencia de sí y se forja una moral conveniente. Se multiplican las sociedades, y se perfila un hombre nuevo: el comerciante; es sencillo no le gusta la pompa, lleva una vida retirada y tiene una moral por encima del arte.
Los teatros retratan viejos criados abnegados, padres e hijos que se ayudan,  personajes simpáticos. Pasan esas tendencias a Francia con el hombre nuevo, el filósofo, que profesa una moral laica pero humanitaria con Diderot como guía.

En el S XVIII se lo comprende mejor por los servicios prestados a la sociedad.  Se respeta su prosperidad.

En el S XIX llegan los melodramas donde la ancianidad representa lo majestuoso y conmovedor.  El viejo servidor abnegado, fiel a su amo.
A partir de mitad de este siglo se finalizó la revolución industrial; ferrocarriles, textiles, metalurgia, minas, fábricas de azúcar y otras obras cobraron impulso, mientras  los bancos tuvieron un rol principal. Veinte años más tarde la  Asamblea Nacional estaba formada  por gran cantidad de ancianos. 
En síntesis, en Francia y en los países europeos  la pelea de las generaciones se abolió en la burguesía y se establece una  armonía. El hijo ocupaba en la sociedad un escalón más alto que su padre quien orgulloso de su éxito y ascenso diluía el odio. La sociedad también   exigía la ayuda o colaboración entre viejos y jóvenes donde la experiencia y los conocimientos  eran valorados. Si el viejo se imponía, podía ser por la imagen de la reina Victoria, que reina en Inglaterra con un rigor moral y un éxito económico hacia la austeridad con el fin de reinvertir las utilidades; era  bien visto  ahorrar en los años de ganancias,
La pareja viejo-niño conmovía al público en obras de teatro de Dickens, donde su éxito fue enorme. Se modificó también la relación de los nietos con los abuelos y en la  alianza, lo  encuentran un compañero divertido e indulgente.
Lo consideraban de una manera más realista, sobre todo los  nobles, los burgueses, hacendados, industriales y en ocasiones  las clases explotadas.
Siempre existen atributos positivos, incluso en la fase senil. Nace una calma nueva, donde muchas dificultades se resuelven gracias a la experiencia adquirida.
El hombre senil, ya  jubilado, por lo general no lucha por  adquirir posesiones; sus hijos son individuos maduros. Se vuelve  moderado; la experiencia lo aleja de la actualidad y le concede  comprender a los demás, por haber pasado por las mismas experiencias. 
El deber ético pedagógico de la fase senil podemos diferenciarlo en dos temas:
 A) Los seres que lo rodean. Deberían aumentar su paciencia  porque la vejez no es fácil: la vida queda estancada. No puede sorprendernos ni excitarnos con palabras o gestos; está fija tercamente en esa faz;  un recelo, una desconfianza que   lo lleva al ocultamiento.  Narra una y otra vez situaciones lejanas en el tiempo, que los de su alrededor escuchan a veces con irritación e impaciencia. Al ir perdiendo la memoria del tiempo real y presente, se enfoca en el pasado que maneja con soltura. La familia o quien lo cuida se agota de las repeticiones que cuenta  él encantado, como si fuera la primera vez. Se necesita altruismo y una paciencia sin límites para ser amable; le falta un foco hacia el futuro y -no esperando nada del presente- se aferra al pasado, única área donde se siente cómodo. Apaciguarlo, oírlo, quitar el germen de su desconfianza  poniendo  humor  en las situaciones será heroico. Se convierte en un ser terco, crítico, repetitivo y pretencioso en su miseria. Su familia, hijos, parientes desean que se muera; si no lo dicen conscientemente, su conducta con él es  poco tolerante.
Antiguamente al viejo se lo mataba, por ser inútil a la sociedad; hoy se lo encierra en un asilo y -por culpa- no se lo visita, salvo en su cumpleaños o cerca de Navidad. Si se enferma, lo ven más seguido, esperando el fin.
Sería similar a la eutanasia nazista del el S XX.
Pero existen dos clases de seniles: el primero, con su plaga de defectos acentuados, que se torna odioso a  los otros; el segundo,   quien es  una bendición haberlo  conocido, porque en él se detuvo la vida sin amargura ni resentimiento; la acepta con naturalidad y conserva el carácter amable, pues alegremente aceptar declinar y la idea de la muerte  no lo aterra.
El que se hizo ilusiones para  el futuro, envejece como un ser mezquino, se vuelve cínico, censor hacia esa juventud que añora,  llena de una vitalidad incomprensible.
Envejecer significa inclinarse, aproximarse al fin.  Más años, más cercana: madurar es prepararse hacia ese postrero acto. La muerte es la disolución en la nada o el paso necesario para encontrarse consigo mismo, lejos de las cadenas físicas que ligaban el alma y le impedía alcanzar el infinito.
Carecer de fe trae angustia. El núcleo de la ancianidad es la oración y en silencio; un  enfrentarse con ese Dios lejano que se asoma o el vacío eterno: “polvo eres y en polvo te convertirás” (Quevedo)
Los seres humanos viven más.  Hace medio siglos se moría entre los 65, 68 años, edad aceptable para sus herederos, que entrarían en posesión de su herencia;  se les tenía más paciencia. Hoy una mayoría  supera los ochenta con facilidad. Se combaten las enfermedades con eficiencia, tiene los medicamentos adecuados  y los asilos no siempre en condiciones humanas, crecen. Puede alcanzar una edad irrisoria: noventa años y más aún. Nacen allí los problemas demográficos: una generación pasiva que trae dificultades económicas a todo el sistema; un dilema sociológico pues la indiferencia de los hijos, nietos y parientes hacia esos seres ya inútiles  llenos de dolencias, con sus conversaciones puestas en su pasado. ¿Cuál es la importancia del anciano? En la Biblia se los veneraba.  El cuarto mandamiento de las Tablas de Moisés exige “honrar padre y madre”, o sea respetarlos y tener una cierta ética en su declive.
El S XX y principios de la década el XXI,  el nazismo los señaló como la solución del problema, descartando y matando a los inútiles. En la actualidad pasados setenta años desde esa II Guerra Mundial aparece la eutanasia como fin todavía no aceptado legalmente: la “solución” regresa  con disimulo, tal vez  con mayor delicadeza.
En los ancianos, las pasiones se acallan, la sangre se enfría y frente a la pérdida de la sexualidad  encuentra vanas  las cosas; se desengaña pierde el gusto de ocuparse de los demás: un desinterés general cubre su mundo. Se desliza  rodando muy lentamente en sus eternos recuerdos repetidos, como si fuera la primera vez.
Cicerón la denomina una desventaja, no una deshonra, y aceptaba que ser pobre a esa edad era una desdicha.  Horacio, en el S I, habló de la vanidad de todo y lo inútil de la pompa. La decrepitud ayuda a soportar la muerte. A los 90 uno no muere, se extingue por lo general. Emerson afirma que a esa edad se deja de actuar, de pensar,  lo cual es apaciguador. Cada edad tiene su propia organización y el anciano tiene un equilibrio diferente del hombre  y su relación con el mundo.
En Oriente se respeta a la vejez;  en China, en Esparta,  en las oligarquías griegas y en Roma, en la medida que era rico tenía peso en la vida pública y  privada. Las personas con mayor poder adquisitivo sienten el mismo malestar de ser abandonados, pues la inutilidad  no es solamente producto de la pobreza.
La esperanza de vida fue aumentando: en el S XVII, el hijo tenía entonces 14 años cuando moría su padre. De 100 niños un 25% moría antes del año, otro 25% antes de los 20 y otro 25% entre los 25 y 45 años de edad. Una decena solamente llegaba a los 60 años. Los octogenarios eran excepciones y se lo exhibía con orgullo. En el S XVIII el promedio era 30 años, luego se estabilizó en los 60; a mitad del S XIX  un 10% alcanzaba los 60, luego subió a  un 18% y hoy la cifra es inimaginable.  Podemos nombrar países donde la población anciana es mayor que los niños y adultos juntos. 
Las mujeres viven más que los hombres; el problema se ha tornado agobiante para la sociedad, para los familiares, para la economía y hasta políticamente. Hoy las  jubilaciones desgastan las arcas. En el S.XIX, al ser despedido, el anciano quedaba totalmente abandonado; la familia debía ocuparse de él y no siempre lo hacía con agrado. En 1896, siete años después de la Revolución Francesa se habló de darles una pensión como una recompensa - no como un derecho- a quienes eran mayores de 50 años; los funcionarios y militares fueron los primeros en cobrar.
En el S XIX, el ascenso veloz del capitalismo y la expansión industrial trajo una agitación social que se fortificó en Alemania con Bismarck, que estaba de acuerdo en ofrecerles un mínimo de seguridad. Brujas tiene casitas independientes, agrupadas en medio de la ciudad, para que estén cerca de sus familias. Las mujeres capacitadas  hacen  puntillas para la comunidad; son  mujeres independientes y tienen  un horario para regresar a su lugar y un trabajo que entregar  a la comunidad de monjas, que las protegen y ayudan. Viven dos en cada casa. 
En USA existen lugares donde en edificios apartes, los ancianos tienen sus departamentos y les fabrican programas, distracciones, idas al teatro, paseos, excursiones, aunque no funciona totalmente, pues los viejos desean estar con sus familias y se sienten lujosamente abandonados.  También existen centros diurnos, donde se quedan todo el día y lo pasan bien, sabiendo que por la noche dormirán en su hogar o en el de uno de sus hijos. Esta opción de más positiva. En Argentina la Fundación Hirsch tiene un magnífico lugar con varias hectáreas para pernoctar, vivir allí o pasar el día. Si forman parte de un club se sienten más satisfechos que solos todo el día en su hogar.
Luxemburgo, Rumania, Suecia, Austria, Hungría y Noruega, protegió  a los asalariados  que se financian con los impuestos.  Dinamarca, Nueva Zelanda y el Reino Unido recién lo aceptaron  en 1925. Los países escandinavos se ocupan de que la vejez  tenga una suerte decente dentro de un socialismo moderado, cobrando una tercera parte de su salario. El retiro para las mujeres es de 60 a 62 años y para los hombres de 65 a 67 años. En otros países occidentales, la edad difiere en algunos años menos, jubilándose antes los mineros, militares, el personal de aviación civil, transportes y enseñanza primaria. Los trabajos domésticos se retiran por lo general más tarde.
Los jóvenes pujan por alejar a los mayores y ocupar sus puestos. Pueden tener  disminución muscular, problemas auditivos y visuales, problemas para ver  a la noche, menor destreza, menor resistencia al frío, al calor y al ruido; les cuesta adaptarse a situaciones nuevas o iniciar tareas nuevas, porque merma la velocidad en sus acciones, se ponen nerviosos,  tienen problemas con la memoria.
El viejo tiraniza con sus años y sus ñañas y las generaciones posteriores los rechazan. La relación de un adolescente impaciente, rodeado de objetos electrónicos, no tiene cabida ni tiempo para visitarlo y entrar en su pasado.
La sociedad no les tiene paciencia; podrían operar sentados,  re adaptarlos en sus tareas; en vez de ello, los bajan de categoría y sufren material y moralmente, porque  se sienten disminuidos con sus recursos menos onerosos.
Otros países capitalistas  difieren y no a favor de la ancianidad. Si obtuvieran los beneficios que sus años laborales merecen, no estaríamos exponiendo el tema. La injusticia hacia los jubilados es tremenda en casi la mayoría de los países occidentales. El capitalismo busca eficiencia,  aumento de la productividad,  y no la humanidad y el reconocimiento  que merecerían. el  “Time is gold” americano o el "good for nothing".
En 1970, Simone de Beauvoir señala que entre 16 millones de ancianos,  8 millones son  muy pobres; hoy, la cifra sería espeluznante. La maldad a veces  llega a separarlos en asilos diferentes  o pasar de ser pensionistas a salas comunes, donde terminan siendo abandonados por la familia porque verlos los llenan de culpa.
Algunos son abandonados en hospicios. Suele hacer frío, no tienen calefacción central, casi siempre los sanitarios son deficientes, las duchas no arrojan agua templada, no tienen en cuenta el régimen adecuado para cada caso en particular. La humedad  y la soledad es infinita: (en un pensionado en Niza el director afirmó que en ese entonces sólo el 2% recibía visitas). La rutina es rígida; deben acostarse y levantarse temprano. Son un número, un apellido, no un ser humano. La TV que no la escuchan está  puesta a un volumen exageradamente agudo, que les embota más el cerebro; no leen, tienen algunas horas ocupadas en trabajos manuales, aunque  la mayor parte del tiempo están a su libre albedrío, sentados en una silla con la mirada fija a lo lejos. En los lugares donde se sienten útiles y están mejor atendidos por lo general son privados y muy caros. El vino les está prohibido. La atmósfera es maloliente por sus problemas de contención de orina y el aire sofocante. Uno sale siempre deprimido, luego de una visita.
Basta leer esta cifra de la década del 70. No  había cifras para comparar en el presente..
El 8% muere la primera semana.
El 28,7% el primer mes.
El 45% los primeros seis meses.
El 54% el primer año.
El 65% en los primeros dos años.
En Oriente se los respeta, a veces se los venera por la experiencia y sabiduría que poseen.
En Alemania se festeja los jubileos a los 70 y  a los 80.
Sensibles a su potencial futura decadencia física, los jóvenes los ridiculizan. Al mito del anciano soberbio y enriquecido,  se le opone el viejo acurrucado, reseco, disminuido o mutilado. Esas carcasas  humanas que deambulan en el  S.XX, porque les cedieron más de treinta años  de vida al Estado, hace que los hombres maduros carguen con sus padres, sin poder  salir, irse de vacaciones, vivir su  vida plena y poco a poco  el cariño  se convierte en fastidio.
Los esquimales  los dejaban, cuando se convierten en inútiles,  en la mitad de la noche, con alimentos para uno o dos días, pensando que un oso podía aparecer y devorarlos; ellos lo aceptan porque en un iglú no hay lugar para nadie que sobre. Magnífico el pasaje del libro El PÁIS DE LAS SOMBRAS BLANCAS que  van a buscar a la anciana, cuando el niño llora porque un diente le está por salir; buscan a la abuela  abandonada en medio del hielo, para que los ayude a resolver el problema. Pasados unos meses, cuando ya saben cómo ocuparse de los dientes,  la vuelven a  abandonar.
Hoy no se los abandona  en medio de glaciares con temperaturas bajo cero, sino en asilos, hogares de ancianos, hospicios, expulsados sin ternura y sin visitas.  Y todos asistimos con indiferencia a ese mal trato. Aumentar la edad no trajo cariño hacia nuestros antepasados, que gimen por seguir  viviendo, sin claudicar, pese a su soledad y su decrepitud. Todos sabemos  la condición escandalosa donde viven  la mayoría en este mundo moderno de fin del S XX y principio del XXI.
Churchill, Adenauer, Freud,  Verdi, Miguel Ángel, Goethe, Balzac, Tolstoï, Gandi fueron personas que pasaron sus ochenta años con su mente en perfecto estado. Miguel Ángel montó a caballo tres días antes de su muerte.
No toda la culpa es de la generación anterior.  El tiempo es oro, valgo lo que tengo, debo producir serían los ítems de este mundo caótico y cruel, porque también es cruel  con ellos.  Si el anciano  cedió su poder  y sus bienes a sus hijos, esperando como el rey Lear una compensación  de sus herederos, sólo obtiene  impaciencia y mal trato. Existe  un pequeño diálogo con la enfermera o quien lo cuida  pero muy breve. Se compran los remedios y se abandonan en la portería para no tener que saludarlos; se llegan hasta el asilo para  pagar la cuenta mensual sin ni siquiera  visitarlos, salvo el día del aniversario, que ellos no recuerdan, o en Navidad.  A veces se tiranizan ambos, en una relación ambivalente donde a veces el hijo o hija sigue en ese rol inacabable de no poder crecer, porque debe ocuparse de sus padres e incluso de sus suegros, tarde o temprano. Preferirían la intimidad a la distancia y no cohabitar con ellos.  Los ancianos prefieren no cohabitar en el aislamiento.
La relación entre los nietos y el abuelo es más sencilla; éstos, en rebelión con los adultos y sus padres, arman su complicidad y se solidarizan. El amor hacia los ancianos en las mujeres habla de una relación entrañable con su abuelo.
 La imagen del padre despojado de prestigio es literalmente patética.  Cuando los hijos  obtienen el poder  pueden reconciliarse y la agresión y el rencor y apaciguarse. Les gusta tratarlos como seres inferiores y convencerlos de su decadencia, obligándolos a un papel pasivo, con el fin de gobernarlos a su gusto. El adulto tiraniza con disimulo a su progenitor, dándole órdenes que parecen consejos, ridiculizándolo, mintiéndole, atemorizándolo con enviarlo a un asilo, si no obedece y así se mina su resistencia convirtiéndolo en un objeto que uno manipula  a su gusto. El anciano  siente que se desmorona hacia la nada; verse arrastrado hacia la inutilidad, sin interés alguno por la lectura, la cultura, el arte, los deportes, -exceptuando el foot-ball en los hombres- es un drama que va in crescendo.
Las mujeres sienten en su papel de abuela, que tienen todavía un sentido. Viven pensando en el momento de su jubilación y cuando la alcanzan no tienen el mismo entusiasmo ni las ganas que en su madurez para seguir haciendo cosas; no se imaginaron un futuro tan vacuo. Temen  la soledad, la muerte de su pareja,  y el  futuro incierto. El hombre define su identidad  con su cargo y su sueldo: quisieran trabajar de vez en cuando; menos horas, menos responsabilidad pero sentirse útil. La decadencia viril lo abruma. Pierde junto a su virilidad su capacidad como ser humano.
La nostalgia es mayor entre los trabajadores manuales que los de oficina: los últimos todavía encuentran placer en  leer, ir al cine, al teatro, miran la vida de otro modo. Y si uno es pobre se siente un paria; no desea recibir una invitación porque no podrá retribuirla; se siente un inútil disminuido por las falencias físicas y psíquicas. La depresión y el envejecimiento  cohabitan lastimándose. Las pérdidas aumentan. Parten los familiares, los amigos, los socios; la soledad es total. Se sienten próximos a su propio final. Es absolutamente necesario que conserve ocupaciones de cualquier índole, ciertos hobbies, aunque con la edad llega el desinterés, el cansancio, la movilidad se reduce, mientras el desinterés le quita gusto a toda distracción y la impaciencia de los demás los humilla.
Los intelectuales también la sufren. Hemingway se suicidó al enfrentar la hoja en blanco; no tenía nada más que escribir y el vacío se impuso.

Bibliografía: Simone de Beauvoir, LA VEJEZ, segunda edición,  febrero de 2011, editorial Contemporánea.