miércoles, 4 de diciembre de 2013

PEDRO HENRÍQUEZ UREÑA


Dedicó el tiempo y su intelecto a la enseñanza; fue profesor e investigador antes que un creador. Escribió artículos, gastando los dones de su talento y su erudición en tareas didácticas, que consumieron su energía creadora. Su producción lírica cesó a los 26 años. Quedan 54 poesías dispersas a través de publicaciones en Santo Domingo, el Caribe y los Estados Unidos; sorprende su natural encabalgamiento. Traduce  algunos sonetos de Baudelaire

Su vida

Siendo adolescente, su padre lo envió a Nueva York. Frecuentó el mundo lírico y el científico para terminar siendo un  crítico. En 1905 se instala en Cuba y cursa estudios de abogacía.
No fue un hogar religioso. A los trece pensaba sin desazón en los fundamentos de la religión y, a los quince, se volvió agnóstico. Pasó luego por un período positivista, con fe en el progreso y el porvenir aunque sus lecturas lo llevaron a la duda. En 1906 se trasladó a México y su pensamiento maduró; no negará a Comte, pero lo minimizará, criticando sus contradicciones  y su deficiencia. Aún no había descubierto a Kant: gracias a su filosofía,  se apartará del positivismo.
Aristocrático en sus gustos, corregía la ignorancia, denunciaba la barbarie, compadecía la mediocridad y detestaba la demagogia. Deseaba que la elite elevase a las masas. Fue un utópico: soñó con una América española como  patria justa antes que una patria cultural. Regresa a los Estados Unidos recibido de abogado; obtuvo  el doctorado de filología. Tiende hacia la crítica  artística o bibliográfica, y prosigue con sus ensayos de estética. Es corresponsal de El Heraldo -en Cuba- y redactor -en Nueva York-. Su padre  es depuesto como gobernante en Santo Domingo y él regresó a México.
Durante cuarenta años mantuvo correspondencia con Alfonso Reyes; epístola rica e interesante en filología, crítica, ensayo y lingüística, donde ambos  alcanzan niveles insuperables. Alfonso Reyes posee un desborde imaginativo, con típicos rasgos de humor, mientras él  posee un estilo de rigor conceptual; uno parece parco, frente a  la locuacidad del otro, aunque siempre impresiona la excepcional abundancia de noticias literarias y su personal concepción del mundo, cuando interpreta un hecho histórico o cultural.

Lo peculiar y lo universal en su tiempo

Fue ampliamente reconocido como uno de los grandes maestros de América,  despertando una conciencia  e identidad universal hispanoamericana, apuntando a los autores y obras de los países centrales de América. No fue ni nacionalista ni ampuloso ni un cosmopolita sumergido en la frivolidad. Fue un activo profesor de literatura, preocupado por poner a sus discípulos en contacto con los libros, incitándolos a concurrir a conferencias y a todo evento relacionado con las letras. Señalaba errores, descubría faltas, siempre contagiando su capacidad de asombro. Apoyaba toda manifestación tanto literaria como de  otra índole  en sus alumnos adolescentes.
 Entre sus libros podemos citar "Las corrientes literarias en la América hispánica", "Las conferencias inglesas”, “la historia de la cultura en la América hispánica" y "Seis ensayos en busca de nuestra expresión"."El español de México, los Estados Unidos y la América Central". Su texto más discutido fue "El supuesto andalucismo de América",  y "Sobre el problema del andalucismo dialectal en América", tema abierto para futuras interpretaciones.
Aconsejaba establecer jerarquías y escalas de valores, sin transformar los panoramas regionales del proceso cultural latinoamericano en su tradición. La mayoría de sus esfuerzos los dedicó al estudio de la lengua y sus modificaciones, desde el tiempo de la Conquista  ocupándose también de las lenguas autóctonas a fin de comprender ese peculiar sabor de lo nuestro, recogiendo trabajos de investigaciones anteriores y enriqueciéndolos con su aporte personal. Fue un  crítico  de historia literaria, salvando del olvido a autores marginales, con su justa apreciación estética. Estaba atento a los valores individuales literarios de cada tendencia y cultura pues  le interesaba tanto la palabra como el sonido, el color y por supuesto la estética.
La lengua no es una obra contemplativa sino  actividad;  géneros y escuelas no son instituciones normativas sino conceptos históricos;  la literatura es creación, no simple mímesis; selección, no reproducción; poesía, no técnica. El proceso se realiza  dentro  del artista, cuando se traslada de la tensión espiritual al logro expresivo. Afirmaba que el asombro ante toda novedad era una emoción estética, y que la originalidad era  fundamental pero, si el autor lo completaba con imágenes filosóficas, morales, místicas o políticas, la obra ganaría en el sentido universal, no sólo en    su intima individualidad.
Sostenía que la lengua Hispanoamericana tenía   carácter, aunque siendo meros españoles  alterando el idioma. Dudaba si teníamos originalidad o éramos  simples imitadores  europeos. Buscó la expresión genuina, la conciencia de nuestro idioma sosteniendo que la superioridad del acto  creativo no estaba en el tema sino en la actitud y que "no éramos mejor por el color local sino por la calidad, por el ansia de perfección,como única norma".
Era  imposible eliminar los influjos occidentales de nuestra lengua. Teníamos derecho a los beneficios de la cultura occidental, aunque reconocía una cultura como una síntesis entre ambas fuentes: la española y la indígena.
Afirmaba que el modernismo fue el movimiento  americano, independiente  más  interesante,con Darío como guía.

Expresión o utopía

No fue un erudito parco, indiferente y frío. Buscaba las raíces en el pasado y en el futuro aunque mirando el presente, con una intensa sensibilidad social. Creía en el trabajo conciente y riguroso, sin confundir la creación  con  genialidad,  pues la simiente germinaría en los momentos más inesperados. América era el tema principal de sus trabajos y a ese tema se dedicó con dedicación.

Características de su personalidad

Pausado en la conversación, tanto en la cátedra como en tertulias coloquiales, su charla fluía transparente y erudita. Conciso en sus conceptos, brillante, este hombre de cultura universal era un humanista y un crítico  de rigor

Conclusión
Para ejercer el juicio general sobre una civilización, no basta conocer los rasgos: es necesario que sean apreciados y advertidos los valores y así venciendo  azares y dominado el desaliento, el esfuerzo  alcanzará  su máxima expresión en obras significativas. Cuando se las conozca,  se la  apreciará como una obra esencial.

Bibliografia: Revista SUR, "Pedro Henriquez Ureña (centenario de su nacimiento)", número 355, julio - diciembre de 1984, Buenos Aires.