Schopenhauer S XIX
Su obra principal El mundo como voluntad y
representación, escrita en la década de sus veinte años, la escribió
en cuatro años y fue publicada en 1818; un segundo ejemplar
complementario le siguió en 1844, con observaciones sobre lógica, ética,
epistemología, percepción, ciencias, metafísica y las relaciones
del individuo con los demás y consigo mismo.
Es la descripción de la condición humana en sus aspectos más
sombríos: la muerte, la desolación, el sin sentido de la vida y el sufrimiento
inherente de la existencia.
Excepto Platón, no existe otro autor con este desolado panorama. En los
últimos años escribió un conjunto de ensayos y aforismos filosóficos
denominados en griego Obras sueltas y complementarias.Todavía
no se había descubierto la psicoterapia, aunque varios de sus páginas aluden a
esa potencial ciencia.
Schopenhauer admite que, si bien no podemos conocerla, sí podemos
acercarnos a ella, porque ésta no tuvo en cuenta nuestro cuerpo, el mundo
percibido en el tiempo y el espacio. En cambio, la mayor parte de nuestra
vida psíquica es desconocida, porque la reprimimos.
Se publicó cuarenta años antes del nacimiento de Freud. Y cuando
éste y Nietzsche, eran niños, Schopenhauer era el filósofo más
leído de Alemania.
Opinaba que el sexo y los impulsos sexuales tenían un papel definitivo
en la conducta humana; mostró ser intrépido y audaz. Negó lo
sobrenatural, afirmando que vivimos esta vida, siendo el resto
innecesario. Admite que el dolor pone guijarros en el camino.
El foco es el sexo, donde la voluntad anticipa el deseo en el sentido
que tenía para Freud, voluntad inconsciente, el ser interior.
Por cada deseo
satisfecho existen otros diez insatisfechos. Cada deseo colmado cede, al
nacer otro, y así sucesivamente.
Decir yo significa yo quiero y ese querer es el origen de todos los
sufrimientos. Todo querer nace de una necesidad causada por una carencia aunque,
satisfecho el deseo, se comienza a anhelar otra cosa.
Aclara el dilema de la existencia humana, evocando el mito "El
suplicio de Tántalo". La vida humana rueda sin cesar
entre el deseo y la saciedad. Cuando uno se sacia y luego se
hastía, empieza de nuevo la búsqueda de otro anhelo insatisfecho.
Pero, si el deseo se colmara: ¿En qué emplearía el tiempo el hombre?
Supongamos que la raza humana se trasladara a un reino utópico, donde las
palomas volaran ya doradas, listas para comer, o donde encontráramos el
amor y no tuviéramos dificultad en conservarlo; el ser humano
moriría empalagado.
La causa más temible de saciarse es un estado donde no exista nada
para distraernos o revelarnos las verdades intolerables de la existencia: lo
insignificante, el sin sentido y el inexorable camino que nos lleva
al deterioro y la muerte.
La vida humana es un incesante ciclo de deseos- satisfacciones- hastío y
deseo una y otra vez. El hombre nunca es feliz in aeternum,
aunque emplea toda su existencia en pos de lograrlo. Pero si la
obtuviera, finalizará en una decepción. La vida es un fugaz momento
presente, perdido para siempre. En los días de dicha ignoramos el dolor
que el destino nos oculta (enfermedad, pobreza, muerte).
Existen en su última etapa tres notables ensayos sobre cómo obtener y
conservar el sentido de la propia autoestima.
Schopenhauer deseaba ciertamente la fama: dos años antes de su muerte
dio su obra por terminada y con alivio exclamó: “limpiaré mi pluma y diré: el
resto es silencio”. Con publicaciones anteriores no vendidas y una
crítica poco entusiasta, convenció a un editor de Berlín que editase
setecientos cincuenta libros; él se quedaría con un 10%, sin cobrar
derechos de autor.
El primero “Lo que un hombre es”, describe
la manera como el pensamiento creativo origina una sensación de riqueza
interior, donde se supera el vacío y el tedio de la vida.
El segundo
“Lo que un hombre tiene” es
un modo de compensar la pobreza interior, donde la incesante acumulación de
bienes terminará por poseerlo.
El tercero “Lo que un hombre representa” expresa
la fama, como algo secundario. El bien
esencial de una persona es su propia valía: el valor en sí es el mérito interior que produce
una autonomía individual, que nada ni nadie nos la podría quitar: en
cambio la fama es intercambiable.
Schopenhauer
tiene escritos impregnados de amargura por su falta de éxito. Un
día el texto que describió la locura de perseguir la fama, lo hizo
famoso. Suavizó su pesimismo, detuvo sus lamentos y ofreció consejos sabios.
Adoptó un punto más pragmático: “estamos
condenados a vivir y debemos buscar la forma de hacerlo, sufriendo lo mínimo
posible”. Nos introduce a pensar de modo independiente: conservar el
escepticismo y la racionalidad, evitar los tranquilizantes
artificiales, alcanzar la autoestima, correr pocos riesgos y evitar
apegarnos a potenciales pérdidas. Todo pasa: nada tiene demasiada
importancia.
Tuvo una sola
idea y la desarrolló minuciosamente. Su pensamiento se reduce a un solo núcleo.
Kant
procuró establecer los límites del conocimiento y limitó los desbordes de
la metafísica. Schopenhauer se ocupó con genialidad de afirmar qué era la cosa
en sí (o numen) y le dio la importancia a la metafísica, pues -según él-
el hombre es un animal metafísico;
El filósofo
estuvo atento a los Vedas y al budismo y afirma que la salvación está en el
desapego o la renuncia de los ascetas orientales y de los santos en
occidente (San Juan de la Cruz, el santo de las Nadas) Porque, mientras aspiremos
no encontraremos la felicidad ni la paz . Sin embargo en la contemplación de la belleza la voluntad queda en
suspenso y nos transformamos en sujetos puros de conocimiento, sin estar
sometidos a la voluntad, al deseo, al querer.
El artista es igual a un genio, pues se pierde en la creación y
descubre lo esencial de las cosas sin condiciones.
Pertenece a los
años de la filosofía salvaje como Kant, Schelling, Fichte, Hegel y los primeros
años de Marx, todos ellos le opacaron el brillo pero finalmente -en los
últimos años- le llegó la fama gozando de este éxito tardío. Por primera
vez se disipó su escepticismo.
Gran Bretaña lo
alabó, la prensa alemana lo tradujo; fue publicado en Francia e Italia;
hasta Wagner le envió el libreto original de El anillo de los
Nibelungos con una dedicatoria. En las universidades se enseñó
su obra; los eruditos lo invitaban, sus libros se publicaron; varios
fueron sus textos seleccionados, publicados por separado con
consejos y máximas. Es una
filosofía práctica con temas religiosos y diálogos. Y en poco
tiempo sus escritos fueron la delicia del lector alemán culto.