viernes, 25 de junio de 2021

Schopenhauer S XIX

 


            


Schopenhauer
    S XIX

 

Su obra principal  El mundo como voluntad y representación, escrita en la década de sus veinte años, la escribió en cuatro años y fue publicada en 1818;  un segundo ejemplar complementario le siguió en 1844, con observaciones sobre lógica, ética, epistemología,  percepción,  ciencias, metafísica y las relaciones del individuo con los demás y consigo mismo.

Es la  descripción de la condición humana  en sus aspectos más sombríos: la muerte, la desolación, el sin sentido de la vida y el sufrimiento inherente de la existencia. 

Excepto Platón, no existe otro autor con este desolado panorama. En los últimos años escribió un conjunto de ensayos y aforismos filosóficos denominados en griego  Obras sueltas y complementarias.Todavía no se había descubierto la psicoterapia, aunque varios de sus páginas aluden a  esa potencial ciencia. 

Schopenhauer admite que, si bien no podemos conocerla, sí podemos acercarnos a ella, porque ésta no tuvo en cuenta nuestro cuerpo, el mundo percibido en el tiempo y el espacio.  En cambio, la mayor parte de nuestra vida psíquica  es desconocida, porque la reprimimos. 

Se publicó cuarenta años antes del nacimiento de Freud. Y cuando éste y Nietzsche,  eran  niños, Schopenhauer era el filósofo más leído de Alemania.

Opinaba que el sexo y los impulsos sexuales tenían un papel definitivo en la conducta humana; mostró ser  intrépido y audaz. Negó lo sobrenatural, afirmando que vivimos esta vida,  siendo  el resto innecesario. Admite que el dolor  pone guijarros en el camino. 

El foco es el sexo, donde la voluntad anticipa el deseo en el sentido que tenía para Freud, voluntad inconsciente, el ser interior.

Por cada deseo satisfecho existen otros diez insatisfechos. Cada deseo colmado cede, al  nacer  otro, y así sucesivamente. 
Decir yo significa yo quiero y ese querer es el origen de todos los sufrimientos. Todo querer nace de una necesidad causada por una carencia aunque, satisfecho el deseo,  se comienza a anhelar otra cosa.

Aclara el dilema de la existencia humana, evocando el mito  "El suplicio de Tántalo". La vida humana rueda  sin cesar  entre el deseo y la saciedad. Cuando uno se  sacia  y luego se  hastía,  empieza de nuevo la búsqueda de otro anhelo insatisfecho. Pero, si el deseo se colmara: ¿En qué emplearía el tiempo  el hombre? Supongamos que la raza humana se trasladara a un reino utópico, donde  las palomas volaran ya doradas, listas para comer, o donde  encontráramos el amor y no tuviéramos dificultad en conservarlo;  el ser humano moriría  empalagado.

La causa más temible de saciarse es un estado  donde no exista nada para distraernos o revelarnos las verdades intolerables de la existencia: lo insignificante,  el sin sentido  y el inexorable camino que nos lleva   al deterioro y la muerte.

La vida humana es un incesante ciclo de deseos- satisfacciones- hastío y deseo una y otra vez. El hombre  nunca es feliz in aeternum,  aunque emplea toda  su existencia  en pos de lograrlo. Pero si la obtuviera, finalizará en una decepción. La vida  es  un fugaz momento presente, perdido para siempre. En los días  de dicha ignoramos el dolor que el destino nos oculta  (enfermedad, pobreza, muerte).

Existen en su última etapa tres notables ensayos sobre cómo obtener y conservar el sentido de la propia autoestima. 

Schopenhauer deseaba ciertamente la fama: dos años antes de su muerte dio su obra por terminada y con alivio exclamó: “limpiaré mi pluma y diré: el resto es silencio”. Con publicaciones anteriores no vendidas  y una crítica poco entusiasta, convenció a un editor de Berlín que editase setecientos cincuenta libros; él se quedaría con un 10%,  sin cobrar derechos de autor.

El primero “Lo que un hombre es”, describe la manera como el pensamiento creativo origina una sensación de riqueza interior, donde se supera el vacío y el tedio de la vida.

El segundo  “Lo que un hombre tiene” es un modo de compensar la pobreza interior, donde la incesante acumulación de bienes terminará por poseerlo.

El tercero Lo que un hombre representa” expresa la fama, como algo secundario. El bien esencial de una persona es su propia valía: el  valor en sí   es  el mérito interior  que produce una autonomía individual, que nada ni nadie nos la podría quitar: en cambio  la fama es intercambiable.

Schopenhauer tiene escritos impregnados de amargura por su falta de éxito.  Un  día el texto que describió la locura de perseguir la fama, lo hizo famoso. Suavizó su pesimismo, detuvo sus lamentos y ofreció consejos sabios. Adoptó un punto más pragmático: “estamos condenados a vivir y debemos buscar la forma de hacerlo, sufriendo lo mínimo posible”. Nos introduce a  pensar de modo independiente: conservar el escepticismo y la racionalidad,  evitar los  tranquilizantes artificiales, alcanzar la autoestima,  correr pocos riesgos y  evitar apegarnos a  potenciales pérdidas. Todo pasa: nada tiene demasiada importancia. 

Tuvo una sola idea y la desarrolló minuciosamente. Su pensamiento se reduce a un solo núcleo.

Kant  procuró establecer los límites del conocimiento y limitó  los desbordes de la metafísica. Schopenhauer se ocupó con genialidad de afirmar qué era la cosa en sí (o numen) y le dio  la importancia a la metafísica, pues -según él- el hombre es un animal metafísico;

El filósofo estuvo atento a los Vedas y al budismo y afirma que la salvación está en el desapego o la renuncia de los ascetas orientales  y de los santos en occidente (San Juan de la Cruz, el santo de las Nadas) Porque, mientras aspiremos no encontraremos la felicidad ni la paz . Sin embargo en la contemplación de la belleza la voluntad queda en suspenso y nos transformamos en sujetos puros de conocimiento, sin estar sometidos a la voluntad, al deseo, al querer.

El artista  es igual a un genio, pues se pierde en la creación y descubre lo esencial de las cosas sin condiciones.

Pertenece a los años de la filosofía salvaje como Kant, Schelling, Fichte, Hegel y los primeros años de Marx, todos ellos le opacaron el brillo  pero finalmente -en los últimos años- le llegó  la fama gozando de este éxito tardío. Por primera vez se disipó su escepticismo.

Gran Bretaña lo alabó, la prensa alemana lo tradujo; fue  publicado en Francia e Italia;  hasta Wagner le envió el libreto original de El anillo de los Nibelungos con una dedicatoria. En las universidades se  enseñó su obra; los eruditos lo invitaban, sus libros  se publicaron; varios fueron sus textos seleccionados,  publicados  por separado con  consejos y máximas. Es  una filosofía práctica con temas  religiosos y  diálogos.  Y en poco tiempo sus escritos fueron la delicia del lector alemán culto.

EL MITO DE LA CAVERNA

 

 El mito de la Caverna   

 

Unas personas sentadas, colocadas en un orden  previamente determinado, sin libertad y sin  acceso directo a la realidad, donde sólo perciben sombras, aunque para ellos consisten en  la verdad.

La mayor parte de nosotros estamos en situaciones similares; percibimos lo que parece ser una verdad, pero siempre hay algo más allá, que no alcanzamos a captar: hechos y circunstancias ocultas bajo lo percibido.

Para Platón, quienes salen de esa situación y alcanzan a conocer la verdad, tiene la obligación de regresar a  la caverna para contar  el conocimiento adquirido aunque corra el riesgo de no ser creído o de ser atrapado.

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«Filósofo es quien ascendió hasta la contemplación de la Idea de Bien». sabemos que los  atrapados en la caverna, entre luces y sombras, perciben una realidad inválida,   engañados por una realidad que no pueden ver.

Esa caverna representaba la polis o ciudad-estado de su tiempo, con su política, su vida social y los intereses del poder.

En la época clásica, los valores apreciados por los filósofos tenían como base las ideas de "el bien, la belleza y la verdad», opuestos a "la maldad, la fealdad y la mentira».  La bondad, la verdad y lo bello necesitan de lo «justo» para poseer valor, tema esencial en La República de Platón.

El filósofo que busca la verdad  no desea quedar atrapado por modas, circunstancias ni autoridades.

 El hombre que piensa, más allá de las ideas utilitarias o permitidas, que indaga más allá de las palabras de moda o impuestas por la costumbre, carga  el peso de una humanidad doliente.

 La República de Platón