jueves, 7 de agosto de 2014

EL MAL DE DOSTOIEVSKI


 Freud deja bien claro que los ataques epilépticos del escritor  no eran provocados por una falla orgánica, donde  un enfermo  tiene  una perturbación exógena, acompañado de imbecilidad y un desarrollo detenido. En el caso  del escritor lo ve como  una falla anímica. Una neurosis es una falla endógena. Consiste en una descarga somática de excitación que no puede  asimilarse  psíquicamente.
El padre  como  rival  de su hijo por el amor que ambos profesan a la mujer, que es  la madre del niño y el deseo de eliminar al padre como enemigo; el parricidio es el crimen principal de la humanidad. La situación  origina la culpa y el temor de ser castrado. Por ese miedo a perder la virilidad resigna el deseo de poseer a la madre y eliminar al padre. Frente al acto de la castración que se   vuelve intolerable, el niño cede y acepta compartir a la madre.
Ese deseo se asienta en el inconsciente; no se analiza en el plano de la conciencia y será la base de la culpabilidad.

Freud sostiene que comenzaron a los ocho años, con el crimen de su padre asesinado por los mujiks. Los ataques vistos como un castigo por haber deseado la muerte de su padre inconscientemente. El deseo cumplido se hizo una  realidad. El histérico  vive el síntoma de esta manera: "tu quisiste matar a tu padre; ahora e tu padre muerto  te mata.”
Zweig -en cambio- afirma que aparecieron después del simulacro de  muerte  para luego perdonarlo y enviarlo a Siberia. De uno u otro modo comenzaron luego de la muerte paterna o la suya, pero siempre el ítem fue el mismo.
He leído el diario de Ana, su segunda mujer, donde afirma por escrito que en ciertos períodos  podía tener más de un ataque diario. Frente a la culpa, una reacción masoquista que desborda en el ataque.
Catorce  años antes de morir, saldadas las deudas de su hermano muerto, ya sin el problema de ser encarcelado por los acreedores, éstos disminuyeron. Es posible que la edad  apaciguara la neurosis  que se los  provocaba, sintiéndose al fin liberado.
Freud no tomó en consideración la muerte por un ataque  de epilepsia de su último hijo de dos años,  del cual nunca logró  recuperarse. Esta enfermedad es hereditaria.
Para  Freud, la mente del escritor no se vio afectada por dichas crisis, ya que fue  y es uno de los más brillantes novelistas del S XIX y  que difícilmente podamos encontrar otro en los siglos venideros.
Stephen Zweig, amigo del psicoanalista, afirmá en su ensayo que solamente en tres de sus escritos notamos su alma angustiada por esos continuos ataques, donde perdía la conciencia: tenía convulsiones musculares y la espuma se derramaba por  su boca. Histeria grave, síntoma de neurosis, no epilepsia, admite Freud: un hombre con  profundos trastornos anímicos puede llegar  a esos excesos por reacciones frente a situaciones traumáticas. Los datos de esa época no eran confiables como ahora.
Freud no toma en cuenta y ni siquiera nombra la muerte temprana de su madre, que  un niño de pocos años debe haber vivido de forma  dramática. Sí admite la severidad  del padre, que murió asesinado a golpes por sus campesinos y la consecuencia de una neurosis, plagada de culpabilidad por el sentimiento inconsciente de haberle deseado su fin. Sin embargo, muerta la madre: ¿podía seguir existiendo el complejo de Edipo? La relación con los padres siempre es ambivalente  pero, aun muerta la madre: ¿persiste la relación edípica en la mente o sería el odio contra el autoritarismo paterno?
Pagó toda su vida por ello. Por asistir a dos reuniones en  casa del líder de un grupo político, vivió  seis  años en Siberia: cuatro años  de trabajos forzados y dos como soldado sin poder dejar la región. Esos años no lo quebrantaron anímicamente, como si  hubiera aceptado el castigo del zar en la figura de una mayor y sacra autoridad. En Siberia, ciertamente, se reavivó  ese sentimiento en el inconsciente de haber deseado la muerte paterna.
DOSTOIEVSKI

En Memoria de la casa de los muertos  escribe sobre el presidio, logrando arrancar a Rusia de la indiferencia frente a estos prisioneros. Pero antes de ser enviado a ese páramo infernal, le taparon los ojos y simularon matarlo. Este momento debe haberlo marcado profundamente, sin posibilidad de olvido. Ambos momentos fueron cruciales; la muerte paterna y el simulacro de su muerte.
Regresó casado y con un hijastro a San Petesburgo. Su primera mujer muere al poco tiempo y el hijo de ella no hará otra cosa que exigirle dinero y, si no lo tenía, se llevaba algo de valor de su departamento para vender, sin ninguna protesta del escritor. Hasta sus últimos momentos, el hijo de su mujer  quiso ver al moribundo postrado, pero  su mujer Ana logró echarlo sin permitírselo.

Junto a su hermano, edita una revista que llena de sus artículos sin poderlos firmar. Para el resto de su vida su correspondencia y escritos fueron leídos por la policía .  
Muere su hermano de repente, cargado de deudas de la imprenta y, por un sentimiento de honor, Dostoievski se hace cargo no solamente de la deuda impaga sino de los gastos de su cuñada y de sus sobrinos, nunca del todo satisfechos. ¿Estas deudas heredadas era su manera de pagar  por un parricidio no realizado, salvo en su inconsciente?   Si en él  hubo una pulsión destructiva, se expresó de modo masoquista como aceptando pagar lo  que su inconsciente le exigía.
El zar  -por el cual el ruso siente un temor reverencial, como la  máxima figura paterna con  mayor  autoridad- lo condena.  Acepta el castigo sin rebelarse, como si fuera merecido. 
Escribe novelas por entregas y allí conoce a su segunda y muy joven mujer, que trabaja con él como dactilógrafa; se casan y al poco tiempo  las deudas heredadas lo llevan a emigrar a Europa para quitarse de encima a los acreedores por unos años.
 Retorna a jugar en un pueblo de Alemania, como búsqueda de un nuevo autocastigo, pues la miseria lo condena a una satisfacción patológica. Todo lo que poseían fue vendido para recuperar lo perdido: candelabros de plata, adornos, alhajas hasta el ajuar, pieza por pieza de su mujer.
Pide adelantos por anticipos de capítulos de novelas sin escribir aún. Un día por fin abandona el juego para siempre y nunca más pisará esa ciudad de Alemania, donde existía un casino.
Su mujer no comprendía  la causa psicológica pero él, aliviado por el castigo impuesto y el derrumbe financiero, puede entonces permitirse el éxito.
Tienen una hija que muere a los tres meses. Sin consuelo, abrumados, dejan la ciudad; visitan otros países; lleva a su mujer a conocer  sitios y  cuadros en museos, que  le  habían fascinado.  Tienen otra hija y -embarazada del tercero- deciden regresar, pese a los acreedores que los esperan. El niño nacerá en San Petesburgo. El exilio había sido largo y no toleraban vivir fuera de Rusia.
El escritor era irritable, difícil de manejar, exigente, no deja que su mujer se vista  de acuerdo a su edad, aunque  la mayor pulsión destructiva era hacia sí mismo. Vivió toda su existencia -salvo esos últimos catorce años-  aceptando  las deudas fraternales y las propias por el juego, como si fueran justas.
Tres obras maestras tratan sobre el parricidio: Edipo, que mata a su padre en un cruce del camino, sin conocerlo, mientras intenta abandonar a sus padres adoptivos para no matar a quien creía su padre.  
Hamlet, donde su tío comete con la aceptación de   su madre el crimen paterno, que el príncipe danés vive con un sentimiento de culpa  agobiante, por momento alcanzando períodos de demencia, tal vez por los deseos ocultos que tuvo de niño.
En Los hermanos Karamazov  nos asombra, pues  Dimitri no cometió el crimen; fue Iván, pero la psicología busca no quien lo ejecutó sino quien lo quiso cometer, quien tuvo ese sentimiento. La simpatía del autor por el criminal es notoria. Al cometer el crimen libera a los demás de la tentación de la pulsión asesina.
El escritor había escrito sobre el criminal común, por codicia, y el criminal político y  religioso, dejando su más profunda obra magistral en esta novela sobre  un parricida, expresado en forma  literaria.

Bibl: Zweig, Stephan: LA PASIÓN CREADORA, “Dostoievski”, (ensayo), Bs. As. Edit Claridad S.A., mayo de 1947
Sigmund Freud: Obras completas, tomo XXI: Dostoievski y el parricidio. Año 1928 (1927) Amorrortu editores, Bs. As, agosto de 1992