El padre fue un pedagogo de la
alta burguesía, que vivía de sus recuerdos en Italia y se ocupaba de la
educación de sus dos hijos: un sabio frustrado e
insatisfecho, con ansias de saber y de educar.
A mitad del siglo XVIII, se casa con la hija
de un funcionario imperial; era una joven alegre y piadosa. De varios
hijos, sólo sobrevivieron una hija y un hijo: Johan Wolfgang, nació el 28 de
Agosto de 1749.
A los seis años ambos escribían en latín y
unos años más tarde, en griego y hebreo; el poeta dominaba además el
francés, el inglés y el italiano; tocaba el clavecín y el violoncelo
y tenía talento para el dibujo; recibió clases de esgrima, equitación y danza.
Sentía una gran curiosidad por la biología, dedicándole en su juventud gran
parte de su tiempo libre; fue un observador apasionado con una curiosidad sin
límites; le fascinaba el teatro y los títeres.
Su juventud
Con sus ojos grandes y luminosos, su abundante
cabellera castaño oscura que dejaba flotar al viento o ataba en una
pequeña coleta, sin jamás usar peluca ni polvos, delgado, una nariz curva y un
óvalo alargado, sorprendía por su modo de ser tan serio, pese a su ironía
natural. Goethe era sociable; su creación tuvo un fin colectivo.
Deja el hogar para frecuentar la
Universidad y -con el diploma en el bolsillo, seis meses más
tarde- defiende sus ideas con apasionamiento. Fue un ser
en armonía con la naturaleza y los dioses.
El Rococó se impuso; frecuentó ese
ambiente frívolo y bucólico, impuesto por la sociedad del momento. Era un nuevo
modo de vivir, menos ostentoso y más íntimo que el barroco.
Luego de es frivolidad en Leipzig, de
joven adolescente enamorado del amor pero con amores contrariados,
necesitó compensar con el éxito sus frustraciones sentimentales. Fue una etapa
que no duró pues no era su estilo; ya se perfilaba al
escritor y al hombre de teatro aunque con el tiempo se impuso el poeta a
todo otro interés.
Era un autosuficiencia intolerable,
ególatra orgulloso de su erudición y dueño de una gran fantasía, que aun
no encontraba su estilo. Había una dicotomía entre el
Rococó afrancesado y el posterior hombre de teatro clásico. Abandona para
siempre la moda de Versalles, pese a juzgar universal y eterna la
literatura y la poesía francesa.
Sus amores
Fue en su juventud un romántico exaltado,
amante de conquistas idílicas. De todas ellas emerge Carlota B, una joven
tierna y dulce, a quien inmortaliza como la heroína de su primera novela, Werther,
que tanto impresionó en su época.
El 9 de junio de 1772 fue invitado a un baile
y acompañó a una jovencita llamada Carlota, hija de un pastor. Regresan a
la madrugada con el permiso de volver a verla ese mismo día; e pese a estar
ella comprometida.
El diario de Werther reproduce lo
contenido en el diario de Goethe. La increíble emoción que provocó en su
generación, la desesperación que cristalizó en algunos lectores,
mimetizándose con el héroe, terminaron en dos ocasiones en suicidio; un
joven se tiró por la ventana y una joven se ahogó en un río: ambos tenían el
libro de Werther en el bolsillo. El genio se amalgamó con tal profunda
intensidad en el protagonista que tocó las fibras más sensibles
del lector romántico, en pleno esplendor alemán. Escribió la
novela en un mes y cuatro semanas: el tema trata sobre un joven rebelde,
insatisfecho, en un mundo hostil a su deseo de expansión, víctima de su
destino.
Sobrevivirá en la novela la personalidad de un joven idealista y
apasionado. Werther llegó justo a tiempo. Toda esa generación fue marcada
a llaga viva por los sentimientos idealizados, que ya perfilaban el
principio del Siglo XIX. El Romanticismo aspiraba a la comunión
cósmica. Medio siglo más tarde, el escritor confesó con
serenidad haber amado y sufrido.
Años después, una digna dama llamada Carlota se presentó junto a su hija,
en Weimar y ambos se encontraron con una cierta melancolía, por no poder
recuperar las cenizas del fuego apagado. Con Werther, muere el
idealista romántico y renace el titánico guardado en su interior: fue la
última obra de su juventud.
Comienza una nueva relación con Lily.
Proyectaron vivir en América del Norte, lo cual, para una joven
noble era todo un sacrificio. El poeta la amó con pasión; más tarde escribió
que fue la primera mujer que amó; toda otra inclinación amorosa fue ligera y
superficial en comparación con ella. Las anteriores en el pasado fueron amores
adolescentes, ugando al amor; hubo entusiasmo pero no felicidad. Lily
llegó en el momento decisivo para orientar su vida del modo
más fecundo. Fue un período apacible. Ella venía de una familia opulenta:
Goethe era burgués.
Se hace finalmente adicto al presente.
Cada dolor deja un cambio que rejuvenece en nuevos amores .Se
enamoró de Maximiliana, idealizada mujer de letras. Con dos amigos
emprende un viaje por el Rin y regresa a Fráncfort, donde encuentra a los
veintiséis años a una joven rubia con la cual se compromete y se hubiera
casado… pero huye a tiempo.
Charlotte Von Stein, fue una relación de
comunión intelectual, intensa y profunda. El amor terminó con su viaje a
Italia. Mina tenía 18, cuando él tenía 40. Ella siempre lo vio como
un amigo paternal. Marianne, casada, se derrumbó al terminar la relación.
Se escribieron tiernas notas, y él le enviaba algunos versos
manuscritos, pero nunca volvieron a encontrarse. La vida amorosa de Marianne se
acabó; fue un amor verdadero.
Hacia la madurez
Lleva una existencia práctica, con
algunos descubrimientos científicos. Sus estudios de osteología logran
descubrir el hueso intermaxilar, que muestra la relación parental entre el
hombre y los animales. Tiene un laboratorio donde germinan diversas plantas,
incluso un cocotero. Estudia alquimia, química y la composición de minerales.
El deseo de mejorar la agricultura lo lleva a estudiar los cereales.
Escribe sobre las clases de piedras y sobre la calidad de la
tierra.
Weimar
Está emplazado en un valle, rodeado
de jardines con siete mil habitantes.
El duque se asombra con la visita del poeta y con su teoría
brillante sobre cómo gobernar, además de sus aptitudes
administrativas. Lo desea a su lado como ministro. El duque es muy joven:
Goethe es diez y siete años mayor; sin embargo, se vuelven camaradas. El duque
lo consideraba un hombre de carácter, de sentimientos nobles, que hacía
un culto de su honor. Para agradecerle sus servicios, obtiene del
Emperador un título de nobleza, que llega en un
documento sellado con el águila bicéfala, que el poeta le envía a la mujer
amada.
Goethe se instala en Weimar, pese a la
oposición de su padre, que teme la vulnerabilidad de la nobleza. Cumple
con sus obligaciones, pero no encuentra eco en esos alemanes
pueblerinos, poco espirituales y menos universales.
Viaje a Italia,
Parte en trineo el día de su cumpleaños,
el 28 de agosto y, hasta no cruzar la frontera de Suiza, se oculta para no ser
descubierto. Necesita un cambio y gozar de ese viaje soñado, que
duró dos años. A su regreso, se imagina que todo seguirá
igual, incluso la amistad con el duque de Weimar y su relación con Charlotte
Von Stein.
Se encuentra con un cielo azul y el sol
italiano de Verona. Primer descubrimiento: los higos, fruta meridional por
excelencia.
Continúa el viaje a Padua, Ferrara, Bolonia,
Florencia y Asís, en etapas; eran caminos polvorientos, en
carruajes. En Venecia se queda tres semanas y por fin llega a Roma,
donde tuvo un despertar físico y espiritual. Nunca experimentó una
sensación igual.
Se fascina con la ciudad de una belleza imperial,
las iglesias, las ruinas, los monumentos, el arte. Lo antiguo está
asociado a la vida misma; presente y pasado se ignoran; uno puede recostarse
libremente a pleno sol, entre los mármoles del Foro romano, leyendo un
libro.
Se levanta temprano y escribe; visita museos,
colecciones particulares, pasea por las calles, descansa cerca de las
fuentes o bien esboza un croquis de alguna ruina célebre, que encuentra a su
paso. Al cabo de unos meses, el encanto se disipa. Roma le parece ahora un
cementerio con demasiadas iglesias, conventos y monjes de paseo.
Encuentra el paganismo sumergido bajo diez y siete siglos de
cristianismo y ya no goza de su anonimato: su ego se resiente.
Viaja al Sur. Necesita un cambio de ambiente.
Tal vez extraña por primera vez el pequeño ducado de Weimar, donde es muy
conocido.
Llega a Sicilia, luego de una semana en barco;
pasa por el estrecho de Mesina, atormentado por el mareo. Se queda un mes y
medio.
Italia le devolvió su creación poética, la
libertad y la plenitud sensual. En Roma toma de conciencia de
su vocación lírica. Regresó, lleno de proyectos.
La Revolución Francesa
-La revolución nunca es culpa del pueblo, sino
del gobierno: no es posible una revolución, si un gobierno es justo. La política
y la historia no son una ciencia exacta. Lo mejor de la historia es el
entusiasmo que despierta. La política la siente como una especialidad a la
cual uno no debe aventurarse sin poseer conocimientos y la competencia para
triunfar-.
Siente desprecio por el amateur y el diletante
y sobre todo por el incompetente; las discusiones sobre este tema y las
críticas estériles lo exasperan, porque nada se puede cambiar, opinando. El
pueblo no debería intervenir en el gobierno; en cambio un gobierno debe darle
resultados. Nunca formuló de modo explícito sus opiniones públicas. Se las
descubre en su obra o en su correspondencia, pues sentía horror de decodificar
sus ideas. Odiaba la intriga y, cuando la sintió en carne propia, huyó de
Weimar y partió a Italia.
La Revolución francesa debió hacerlo
reflexionar. Se lo criticó por su conformismo, ligado a ideas monárquicas y a
sentimientos aristocráticos. Se defendió contra los reproches violentos que
recibió por su posición en la guerra napoleónica; lo llamaron poco
patriota. En los años que Alemania deliraba de odio ciego contra el
Emperador de Francia, conservó su simpatía por ese país. ¿Cómo odiar un país
culto, al cual debía gran parte de su saber personal? Por ser un sentimiento de
la masa temía la xenofobia. Deseaba la partida de los franceses, durante la
ocupación alemana, aunque jamás sintió odio por ellos. Admiraba a Napoleón y
admitía que “ese hombre era tan grande que no lo quebrarían”. Creía, como
Napoleón, en el Sino: el hombre debe esforzarse al máximo, no por ambición de vencer, pero
sí para llevar a cabo su destino. Se conocieron en el otoño de 1808 y, cuando
el poeta se retiró de la velada, el Emperador admitió: “he aquí un hombre” *
Goethe no poseía un sentimiento alemán ni
demasiada fe en su pueblo; siempre guardó silencio frente a los acontecimientos
graves de la historia. Criticó a los soberanos los privilegios de la
nobleza y de no ser conscientes de sus deberes. Podía bien ser un hombre
de Estado, aunque renunció a sus funciones administrativas y se mantuvo al
margen de toda participación política, cuando regresó de Italia. Deseaba ser
conocido en la posteridad como poeta.
Desde 1775 a 1786, durante once años escribió
solamente el poema Misterios, donde el autor se preguntaba
sobre los problemas esenciales del hombre y la sociedad. Pero interrumpe la
creación literaria, cuando descubrió que alcanzó verdades que no pueden ni
deben ser reveladas. Perteneció a la Orden de la Torre,
donde la sociedad de los misterios era una figura reiterativa del ideal, bajo
el velo de una alegoría, cuando no se podía expresar claramente. Como el
oráculo de Delfos, sólo otorgaba ciertos indicios; al neófito le restaba
interpretar el signo y sacar las conclusiones. El deber de un guía era
conducir a quien se extravía, lo cual no probaba la existencia de Dios.
La prueba está en su obra Wilhelm Mester,
no muy diferente de toda otra logia, que pululó en esa época. Lo correcto era
hacer el bien, según sus medios, sin intentar ni obtener beneficios personales.
Escribió sobre temas estéticos, pedagógicos, sociales y religiosos,
interesándose por los ideales del hombre o la evolución del individuo.
Panteísta, era un alemán que pensaba como griego y amaba la naturaleza al
estilo de los antiguos. Siendo liberal, rechazó un árbitro como monarca y
describió un mundo utópico.
Los seres humanos -en oposición a Kant- no
deberían inclinarse por una moral impuesta sino convertirse en personas
sociales, que armonizaran con los intereses prácticos de sus semejantes. Como
Hegel, condenó la interioridad esquemática, vacía del romanticismo estéril, que
huía de la realidad a través de sueños e ideales. El protagonista de la
obra era él; renunció a la verdad personal e intentó comprender el mundo.
Las fuerzas ocultas del individuo lo debían orientar hacia una
actividad fecunda, que lo ayudara a expandir su personalidad. Se consideraba un
ciudadano del mundo y no creía deber estimar sólo a sus compatriotas sino a
toda la humanidad. Se veía como "un viajante en la ruta de la vida,
que debe socorrer a otros viajeros en su camino. Allí, donde uno se siente
útil, está mi patria”.
Sostenía que “Alemania estaba gravemente
amenazada por su descomposición interna:” Para un ciudadano, nada es más
despreciable que el rencor y la desconfianza o la ignorancia entre las naciones
y las clases. Ser liberal le trajo el desprecio de muchos adversarios. Fue
escritor con un espíritu práctico y burgués.
Dejó inconclusos textos sobre Mahoma, César,
Sócrates y el judío errante.
EROTIKON
Christine, una bellísima joven, sería quien
llevara este apodo hasta convertirse un día en su mujer legítima. Fue quien
logró reconciliarlo a Goethe con Weimar. El dolor que sintió al abandonar
Italia lo seguía perturbando treinta años más tarde.
La defendió contra todos. Su dulzura y delicadeza
la hacían irresistible a ese supino ego. La corte la desaprobaba;
Madame Von Sean y la sociedad de Weimar la trataban con desdén.
Christine fue su pequeña alhaja erótica, el
tesoro nupcial de su lecho; deliciosa compañera en el placer, excelente ama de
casa, voluptuosa, hedonista, hábil cocinera, para nada intelectual. Sentía gran
admiración por su marido, aunque era incapaz de juzgar su
obra: no era ni instruida ni inteligente. El doble
influjo de Christine y luego la posterior amistad con Schiller lo salvaron de
replegarse en sí mismo. Ambos reemplazaron a Charlotte Von Sean que, -antes de
su viaje a Italia- se ocupaba de ambos roles.
Se casó con ella en 1806, más por
reconocimiento en esa época que por amor; lo hacía feliz. Tuvieron cuatro
hijos; tres murieron al nacer: Goethe los lloró desconsoladamente.
El Romanticismo se inclina hacia el Gótico
de la Edad Media. Descubre en el Medioevo un estilo revelador. Las
Catedrales son la obra maestra medieval. Se representan como un ser vivo,
donde les virus actúan como los pulmones, mientras los pilares
son los miembros y los arcos votantes, las alas; es un arte vertical, en
armonía con lo espiritual, que nace de la emancipación de un alma
Goethe fue agnóstico; era la moda del siglo,
aunque en él no lo fue por una razón superficial; su fe cristiana nunca
fue ardiente. Fue un sediento cristiano, inclinado hacia la piedad; religioso,
pero al estilo de los antiguos griegos, sentía la necesidad de apagar su sed de
absoluto; los ritos formales no lo satisfacían; poseía una estructura
filosófica, basada en otras aspiraciones.
AMISTAD
Goethe y Schiller se odiaban sin conocerse, por mera competencia. Un día en
1794 salían de una conferencia de Historia natural y se encontraron frente a
frente y hablaron de botánica. Goethe le expuso su Teoría sobre la
metamorfosis; Schiller no estuvo de acuerdo; luego del encuentro casual, la
charla y ciertas observaciones del joven lo asombraron. Goethe fundaba toda la
ciencia en la experiencia; la respuesta de Schiller fue una revelación y le
mostró la perfecta honestidad de su espíritu y le expuso sus ideas sin mentir. Schiller se
sorprendió que Goethe aceptara sus objeciones y las tomara en cuenta.
Eran dos fervientes poetas, fieles servidores de la cultura, lo cual no impedía
gustos diferentes y caracteres opuestos; uno era burgués, sabio y clásico,
mientras el otro era un joven bohemio y un romántico empedernido. Goethe lo
acompaño caminando hasta su casa; el joven le escribió pidiéndole que
colaborara con su revista; éste aceptó y le agradeció, enviándole un ejemplar
de Wilhelm Mester, recién editado. Schiller le respondió en seis páginas con un
análisis perfecto sobre el carácter del autor, justo el día de su nacimiento.
Sabemos la importancia que le daba a su cumpleaños, como si fuera un ritual
casi religioso con un dejo de superstición. Concedió a estas líneas un valor
excepcional: los astros y planetas jugaron a favor. Era el momento en que más necesitaba un
amigo, un socio, un compañero intelectual. Christine, en cambio, llenaba
el plano sensual y cotidiano de su vida.
Schiller no escribía en plena efervescencia del
momento; escribía cinco a seis obras al mismo tiempo y las continuaba
según el humor del momento. El modo de escribir de ambos poetas era totalmente
opuesto. Goethe, ya anciano, encontró a su lado el entusiasmo
creador, que su edad parecía apagar. En revancha, Schiller se alejaba de la
ideología de Goethe pues la consideraba estéril.
Goethe componía entre el trajín diario. A sus setenta y seis años, mientras
trabajaba, entraban sus criados, anunciaban las visitas, el bibliotecario le
hablaba de los libros recién editados, recibía al peluquero, mientras dictaba
imperturbable.
Schiller sólo podía escribir en un estado de
exaltación. Se encerraba ocho días sin hablar y apenas se alimentaba. Su
misantropía era célebre como sus rabietas. Este modo de trabajar tan extraño,
tan sin método y mesura lo llevó quizá a su muerte precoz. Trabajaba sin
descanso en una obra hasta terminarla. Cuando escribió Guillermo Tello cubrió
las paredes del cuarto con mapas de Suiza, diferentes descripciones de viajes y
la historia de Suiza. Schiller, hombre de temperamento fogoso, aunque de salud
frágil, resentida por el exceso de trabajo, cayó enfermo en agosto de 1804.
Varias veces Schiller estuvo al borde de la
muerte. Pero esta vez ambos se enfermaron. Se habían visto la última vez
a fin de abril. Goethe no pudo acompañarlo al teatro, pues se sentía mal.
Schiller se agravó en esos días y murió.
La partida del joven poeta fue un vacío
abismal: la mitad de su ser partía con él. No tuvo fuerza de acompañarlo al
cementerio; la emoción intensa lo obligó a quedarse en cama: fue mal
interpretado. Con el tiempo sólo habló de sus colaboraciones y de su amistad En
vez de un duelo estéril empleó su tiempo en glorificar al poeta desaparecido.
Se afanó en representar sus dramas, rindiéndole homenaje. Compuso una
elegía para el último noble escritor alemán.
La diferencia de sus personalidades fue
fecunda; uno para el otro era un crítico de una severidad inteligente y a Goethe
le convenía desacostumbrarse del aplauso de sus admiradores. Progresaron
juntos, corrigiendo sus errores. El mismo Goethe enumeró las obras que terminó gracias
Schiller.
Goethe, indiferente de los valores
contemporáneos, se interesó por el joven Schopenhauer y por su teoría sobre los
colores; fue injusto con Leísta, odiaba a Hölderlin y no comprendió a
Jean Paul ni a Heine. Con excepción de Schumann y Mendelsohn, que lo conduciría
a Bach, no sentía simpatía por los artistas de su época. De Beethoven le
gustaba la quinta Sinfonía; era amante más bien del canto. La música debía
ser siempre alegre, actuando como una energía para poder pensar en un tono
más elevado; Le era útil; no se embriagaba, no se emocionaba con ella.
TEATRO
No habiendo podido dedicarse a ser actor, fue un
director severo y responsable; intentó reformar el teatro para aquellos
alemanes de escasa imaginación.
Los comediantes alemanes eran individuos groseros e impertinentes y Weimar no
era apta para las representaciones clásicas. Deseaba que los actores y el
público respetaran el teatro: fracasó; la opereta se instaló en la pequeña
ciudad de Weimar y en su minúscula Corte. Lo descorazonaba el gusto
vulgar cortesana y del público. El teatro no era una diversión; debía servir
para modificar a los hombres y a la sociedad. En Inglaterra Marlote,
antecesor de Shakespeare, era más serio y profundo. Siempre deseó
representar un teatro más clásico, que indicara los gestos con ímpetu y por fin
se daba cuenta, anciano y desilusionado, que el público en Weimar prefería la
opereta ligera a los dramas de Schiller o a las tragedias
griegas. Se cansó y abandonó la dirección, habiendo sido un maestro
excepcional.
Su última ilusión amorosa
Viaja a Marinead, donde el destino le depara una sorpresa; encontró una
jovencita de diez y siete años; reblandecido, pide su mano, perdiendo el
sentido común. Escribe La Elegía de Marinead, su mejor poema, con un ritmo de
galope, donde conversa con Werther -el protagonista de su primera novela- como
si pudiera comprenderlo y hacerse eco del grito desgarrador de este anciano
próximo a la muerte. Le cuenta su desilusión, al verse rechazado, como si
sólo el protagonista de su primera novela pudiera comprenderlo y compartir la
angustia que desgarraba al viejo poeta; perdió el entusiasmo y la ilusión de
creerse joven; ya no había un futuro y el presente lo acobardaba: comenzó el
declive, se convirtió en un anciano pues ya nada retenía su
atención; vivió su desilusión como su próxima muerte.
Retomó a las obras inconclusas. En Wilhelm
Mester habla de su infancia y de su vocación teatral; es, como
siempre, el protagonista de la novela y escribirla lo mantuvo ocupado durante
medio siglo: hasta el fin de sus días seguirá corrigiéndola; fue su obra más hermética;
se desprende de la estética literaria, intentando convertirse en un hombre
socialmente útil. Se desarrolla en tres planos: el anecdótico, que limita los
hechos concretos y sus peripecias; el simbólico, de una realidad
universal, y el esotérico, de interpretación mística que lleva el destino de
los individuos hasta un nivel sobrenatural.
Contiene varias alegorías, pero, por encima del tema, se expande un cielo
trascendente, en medio de alucinaciones indescifrables que deben ser
desconocidas por los profanos. El iniciado las sabrá conocer y no se
equivocará, conducido por un guía perturbador: si es el protagonista, quedó el
misterio sin descifrar.
Nada es más luminoso que leerlo. El joven
viajero con los cabellos tupidos y la mirada de águila finaliza su periplo,
cuando -ya anciano de ochenta años- se siente enriquecido por sus
experiencias.
Fausto fue
concebido en dos partes,
a) la primera tiene origen en una leyenda popular,
donde el protagonista hace un pacto con el diablo en su afán de saber y de
gozar.
b) la narración infernal con brujas, fuegos y algunas poesías,
sin diferenciar entre ciencia, magia y alquimia. La filosofía limita la
religión a una sede de fuerzas divinas, que lo mantuvieron ocupado hasta
el final.
El Fausto, concebido como un proyecto a los veinticuatro años, fue también
retocado hasta su muerte. Mientras este drama es la suma de la experiencia
humana, dentro de un plano místico y uno mágico, Wilhelm Mester es la suma de
la experiencia, en un plano terrestre y práctico.
Se acerca el fin; su hija Augusta muere y las
muertes se suceden. Vive los últimos años con su hijo, su nuera y nietos.
Le gustaba mantener el rol protector con ellos, aunque los dejaba
tiranizarlo.
Tenía ochenta y dos años; terminó su
testamento para sus descendientes, para Weimar y toda Alemania. Desde
1823 ya no viajó. Su memoria estaba intacta; su espíritu nunca decayó, pese a
tener físicamente los achaques de la vejez. Sólo su mirada
siguió clara y brillante; Con su robe de chambre de franela blanca, parecía
un rey o un patriarca. Quiso ser poeta y lo fue; dejó todo clasificado y
archivado en manuscritos. Unas semanas antes de morir todavía se ocupó de
los planes de la maqueta de la primera locomotora.
En invierno, su enfermedad se agravó; su valet creyó
que era un resfrío; pasó una mala noche; tres días más tarde parecía curado.
Estaba sentado, débil, pero de buen humor. Preguntó sobre los acontecimientos
del día, comió con apetito, pasó una tarde tranquila; hojeó una colección de
grabados hechos por él y al acostarse se mostró feliz de poder trabajar al día
siguiente. Hacia medianoche volaba de fiebre.
Murió en paz; pidió que abrieran la ventana:
“más luz”, fueron las últimas palabras en este hombre que veneró el sol y a
Dios. “Más luz”: tal vez fue la revelación del mundo luminoso en el cual
entraba con tranquilidad.
* (Diario de Talleyrand).
** Ulrico vivió soltera hasta los 95 años.
** Mme. Sean morirá a los 84, medio año antes
que el poeta,
Bibliografía Marcel
Brion, miembro de la Academia francesa, Goethe, editorial Albín
Michel, Paris 1949 (490 páginas).
Adaptation de C. B
§ MIGUEL ANGEL
§ El Bombardeo en Londres La II Guerra Mundial .
§ TCHAIKOVSKY Su padre se casó
dos veces;
§ S XV;XVI;XVII España En América
§ España S XVI hasta fines del XVIII: colonias de Amé...
§ CRISIS ENTRE GUERRAS. 1830-1930
§ Siglo XI; XII; XIII. Tres primeras Cruzadas
§ EGIPTO, MESOPOTAMIA, ASIRIO Y CALDEOS
§ HISTORIA DE GRECIA, LIBRO I, II,III
·
§ LA RIVALIDAD CONTRA LOS HABSBURGOS
o ▼ El Crac del 29
§ LA ALTA EDAD MEDIA. S XI, XII,XIII
§ GUERRAS RELIGIOSAS EN FRANCIA