PARALELO DE
LAS LENGUAS
Ciertos
españoles sienten desdén por el extranjero; miran con desprecio las demás
naciones, no les gusta ese idioma, abominan sus hábitos y, si un español tiene
un libro en otro idioma, lo toma como escrito por un genio extravagante. Según
ellos, cuanto existe de bueno para ser leído se halla escrito en español; la
lectura francesa contiene solamente superficialidades.
En cambio,
los turistas en el extranjero admiran la lengua francesa y desdeñan el
castellano. En el idioma francés todo es delicadeza y buen gusto.
Los españoles
-alejados de su país- imitan tanto los gestos como el andar y sienten y ríen y
hasta flirtean como los franceses. Incluso salpican el castellano con vocablos
usurpados: hablar el español puro resulta ser godo.
No estoy en
contra de conocer idiomas extranjeros. Cleopatra hablaba las lenguas de varias
naciones, mientras Catón castigaba la aplicación a la lengua griega de
cualquier vocablo extranjero, pues temía que fuera corrompida; Pomponeo, a su vez,
huía del conocimiento de cualquier voz griega, porque podía manchar la pureza
de la lengua latina.
La lengua
francesa era útil para todo hombre erudito; los libros, diccionarios y
volúmenes de diversas ciencias, hasta la Sagrada Escritura estaban
escritos en su idioma; para el estudio de lógica, metafísica, jurisprudencia,
medicina, teología, escolástica y moral tenían necesidad de la lengua latina,
pero les era útil la francesa. No por ello le concedamos ventajas al
francés sobre el castellano; éste es superior en propiedad; es más pródigo en
vocablos. En su propiedad debemos diferenciar el estilo -habilidad del que
habla o escribe-: locuciones en los franceses en oposición a mayor
afectación en el castellano; para Francia, el arte está unido a lo natural. En
España, las falencias en la cultura tienen una afectación pueril retórica -la mayoría vulgares- con multitud de epítetos, voces pomposas, que entumecen el estilo, y con la suma de voces latinas y francesas. Pocos pueden diferenciar en España el estilo sublime
del afectado. Lo escriben con total naturalidad. La afectación siempre nace de
la corrupción del gusto, de una falta de conocimiento del mismo idioma.
No existen
ventajas; a todos les suena bien el idioma nacional y encontramos recelos en
otros idiomas. Nadie podría sufrir hoy el idioma de hace dos siglos: lo
llamarían bárbaro. Lo que antiguamente se leía con emoción, hoy se convirtió en
tedioso. La falta de uso convierte en disonancia ingrata a la lejana armonía.
Los idiomas se tornan ásperos, si suenan extraños; la desigualdad reside en el
estilo de cada lengua: algunos son rudos, otros musicales, otros majestuosos,
lánguidos u opacos.
La lengua
inglesa es la mejor para el teatro, por sus imágenes sangrientas; para el amor nada se compara a la lengua portuguesa.
El francés es elegante; se desliza. El español tiene más vigor; es más
realista; su articulación golpea; es un idioma varonil, sin afeminamientos.
Las ventajas
del castellano se encuentran en la abundancia de palabras -sin equivalentes en
francés-; muchas veces son voces compuestas y posee una desenvoltura que no
existe en otro idioma. Tenemos varios vocablos para un solo concepto. Es un
idioma rico, plagado de sinónimos, una lengua pura, expositiva, de estilo grácil,
tanto en la poesía como en temas místicos. Garcilaso, Góngora y San Juan de la
Cruz fueron cisnes sin vestirse de plumas extranjeras. Buena parte de la poesía
heroica -inclusive la de Virgilio- no se sabe si es mejor en su idioma original
o en la versión al castellano.
Si el idioma
español tiene voces: ¿por qué sustituirlas? ¿A fin de ser llamado cultos?
Lucirse en voces extrañas es darse a la barbarie. ¿Por qué utilizar términos de
otras lenguas, si poseemos esas mismas palabras similares en nuestro propio
idioma? Los españoles se resistieron en la Antigüedad a la lengua
púnica; dentro del Imperio Romano se resistieron también al latín: ¿Por qué
afrancesar ahora el idioma nacional, que no necesita de ninguna apoyo?
Los franceses
sostienen que la lengua italiana y la española son hiperbólicas, alejándose de
lo natural. Los españoles, en cambio, sostienen que los franceses utilizan el
idioma, dejando las frases lánguidas y cortando las alas a sus musas.
Que cada
nación piense lo que quiera.
PARALELO DE
LAS LENGUAS
Ciertos
españoles sienten desdén por el extranjero; miran con desprecio las demás
naciones, no les gusta ese idioma, abominan sus hábitos y, si un español tiene
un libro en otro idioma, lo toma como escrito por un genio extravagante. Según
ellos, cuanto existe de bueno para ser leído se halla escrito en español; la
lectura francesa contiene solamente superficialidades.
En cambio,
los turistas en el extranjero admiran la lengua francesa y desdeñan el
castellano. En el idioma francés todo es delicadeza y buen gusto.
Los españoles
-alejados de su país- imitan tanto los gestos como el andar y sienten y ríen y
hasta flirtean como los franceses. Incluso salpican el castellano con vocablos
usurpados: hablar el español puro resulta ser godo.
No estoy en
contra de conocer idiomas extranjeros. Cleopatra hablaba las lenguas de varias
naciones, mientras Catón castigaba la aplicación a la lengua griega de
cualquier vocablo extranjero, pues temía que fuera corrompida; Pomponeo, a su vez,
huía del conocimiento de cualquier voz griega, porque podía manchar la pureza
de la lengua latina.
La lengua
francesa era útil para todo hombre erudito; los libros, diccionarios y
volúmenes de diversas ciencias, hasta la Sagrada Escritura estaban
escritos en su idioma; para el estudio de lógica, metafísica, jurisprudencia,
medicina, teología, escolástica y moral tenían necesidad de la lengua latina,
pero les era útil la francesa. Aunque no por ello le concedamos ventajas al
francés sobre el castellano; éste es superior en propiedad; es más pródigo en
vocablos. En su propiedad debemos diferenciar el estilo -habilidad del que
habla o escribe-: locuciones en los franceses en oposición a mayor
afectación en el castellano; para Francia, el arte está unido a lo natural. En
España, las falencias en la cultura tienen una afectación pueril de
tropos retóricos -la mayoría vulgares- con multitud de epítetos, voces pomposas
que entumecen el estilo, y con la suma de voces latinas y francesas. Pocos pueden diferenciar en España el estilo sublime
del afectado.l lo escriben con total naturalidad. La afectación siempre nace de
la corrupción del gusto, de una falta de conocimiento del mismo idioma.
No existen
ventajas; a todos les suena bien el idioma nacional y encontramos recelos en
otros idiomas. Nadie podría sufrir hoy el idioma de hace dos siglos: lo
llamarían bárbaro. Lo que antiguamente se leía con emoción, hoy se convirtió en
tedioso. La falta de uso convierte en disonancia ingrata a la lejana armonía.
Los idiomas se tornan ásperos, si suenan extraños; la desigualdad reside en el
estilo de cada lengua: algunos son rudos, otros musicales, otros majestuosos,
lánguidos u opacos.
La lengua
inglesa es la mejor para el teatro, por
sus imágenes sangrientas; para el amor nada se compara a la lengua portuguesa.
El francés es elegante; se desliza. El español tiene más vigor; es más
realista; su articulación golpea; es un idioma varonil, sin afeminamientos.
Las ventajas
del castellano se encuentran en la abundancia de palabras sin equivalentes en
francés; muchas veces son voces compuestas y posee una desenvoltura que no
existe en otro idioma. Tenemos varios vocablos para un solo concepto. Es un
idioma rico, plagado de sinónimos, una lengua pura, expositiva, de estilo grácil,
tanto en la poesía como en temas místicos. Garcilaso, Góngora y San Juan de la
Cruz fueron cisnes sin vestirse de plumas extranjeras. Buena parte de la poesía
heroica -inclusive la de Virgilio- no se sabe si es mejor en su idioma original
o en la versión al castellano.
Si el idioma
español tiene voces: ¿por qué sustituirlas? ¿A fin de ser llamado cultos?
Lucirse en voces extrañas es darse a la barbarie. ¿Por qué utilizar términos de
otras lenguas, si poseemos esas mismas palabras similares en nuestro propio
idioma? Los españoles se resistieron en la Antigüedad a la lengua
púnica; dentro del Imperio Romano se resistieron también al latín: ¿Por qué
afrancesar ahora el idioma nacional, que no necesita de ninguna apoyo?
Los franceses
sostienen que la lengua italiana y la española son hiperbólicas, alejándose de
lo natural. Los españoles, en cambio, sostienen que los franceses utilizan el
idioma, dejando las frases lánguidas y cortando las alas a sus musas.
Que cada
nación piense lo que quiera.
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