lunes, 12 de julio de 2021

PARALELO DE LAS LENGUAS

            

 

PARALELO DE LAS LENGUAS

 

Ciertos españoles sienten desdén por el extranjero; miran con desprecio las demás naciones, no les gusta ese idioma, abominan sus hábitos y, si un español tiene un libro en otro idioma, lo toma como escrito por un genio extravagante. Según ellos, cuanto existe de bueno para ser leído se halla escrito en español; la lectura francesa contiene solamente superficialidades.

En cambio, los turistas en el extranjero admiran la lengua francesa y desdeñan el castellano. En el idioma francés todo es delicadeza y buen gusto.

Los españoles -alejados de su país- imitan tanto los gestos como el andar y sienten y ríen y hasta flirtean como los franceses. Incluso salpican el castellano con vocablos usurpados: hablar el español puro resulta ser godo.

No estoy en contra de conocer idiomas extranjeros. Cleopatra hablaba las lenguas de varias naciones, mientras Catón castigaba la aplicación a la lengua griega de cualquier vocablo extranjero, pues temía que fuera corrompida; Pomponeo, a su vez, huía del conocimiento de cualquier voz griega, porque podía manchar la pureza de la lengua latina.

La lengua francesa era útil para todo hombre erudito; los libros, diccionarios y volúmenes de diversas ciencias, hasta la Sagrada Escritura estaban escritos en su idioma; para el estudio de lógica, metafísica, jurisprudencia, medicina, teología, escolástica y moral tenían necesidad de la lengua latina, pero les era útil la francesa.  No por ello le concedamos ventajas al francés sobre el castellano; éste es superior en propiedad; es más pródigo en vocablos. En su propiedad debemos diferenciar el estilo -habilidad del que habla o escribe-: locuciones  en los franceses en oposición a mayor afectación en el castellano; para Francia, el arte está unido a lo natural. En España, las falencias  en la cultura tienen una afectación pueril retórica -la mayoría vulgares- con multitud de epítetos, voces pomposas, que entumecen el estilo, y con la suma de  voces latinas y francesas.  Pocos pueden diferenciar en España el estilo sublime del afectado. Lo escriben con total naturalidad. La afectación siempre nace de la corrupción del gusto, de una falta de conocimiento del mismo idioma.

No existen ventajas; a todos les suena bien el idioma nacional y encontramos recelos en otros idiomas. Nadie podría sufrir hoy el idioma de hace dos siglos: lo llamarían bárbaro. Lo que antiguamente se leía con emoción, hoy se convirtió en tedioso. La falta de uso convierte en disonancia ingrata a la lejana armonía. Los idiomas se tornan ásperos, si suenan extraños; la desigualdad reside en el estilo de cada lengua: algunos son rudos, otros musicales, otros majestuosos, lánguidos u opacos.

La lengua inglesa es la mejor para el teatro, por sus imágenes sangrientas; para el amor nada se compara a la lengua portuguesa. El francés es elegante; se desliza. El español tiene más vigor; es más realista; su articulación golpea; es un idioma varonil, sin afeminamientos.

Las ventajas del castellano se encuentran en la abundancia de palabras -sin equivalentes en francés-; muchas veces son voces compuestas y posee una desenvoltura que no existe en otro idioma. Tenemos varios vocablos para un solo concepto. Es un idioma rico, plagado de sinónimos, una lengua pura, expositiva, de estilo grácil, tanto en la poesía como en temas místicos. Garcilaso, Góngora y San Juan de la Cruz fueron cisnes sin vestirse de plumas extranjeras. Buena parte de la poesía heroica -inclusive la de Virgilio- no se sabe si es mejor en su idioma original o en la versión al castellano.

Si el idioma español tiene voces: ¿por qué sustituirlas? ¿A fin de ser llamado cultos? Lucirse en voces extrañas es darse a la barbarie. ¿Por qué utilizar términos de otras lenguas, si poseemos esas mismas palabras similares en nuestro propio idioma? Los españoles se resistieron en la Antigüedad a la lengua púnica; dentro del Imperio Romano se resistieron también al latín: ¿Por qué afrancesar ahora el idioma nacional, que no necesita de ninguna apoyo?

Los franceses sostienen que la lengua italiana y la española son hiperbólicas, alejándose de lo natural. Los españoles, en cambio, sostienen que los franceses utilizan el idioma, dejando las frases lánguidas y cortando las alas a sus musas.

Que cada nación piense lo que quiera.

 

 

PARALELO DE LAS LENGUAS

 

Ciertos españoles sienten desdén por el extranjero; miran con desprecio las demás naciones, no les gusta ese idioma, abominan sus hábitos y, si un español tiene un libro en otro idioma, lo toma como escrito por un genio extravagante. Según ellos, cuanto existe de bueno para ser leído se halla escrito en español; la lectura francesa contiene solamente superficialidades.

En cambio, los turistas en el extranjero admiran la lengua francesa y desdeñan el castellano. En el idioma francés todo es delicadeza y buen gusto.

Los españoles -alejados de su país- imitan tanto los gestos como el andar y sienten y ríen y hasta flirtean como los franceses. Incluso salpican el castellano con vocablos usurpados: hablar el español puro resulta ser godo.

No estoy en contra de conocer idiomas extranjeros. Cleopatra hablaba las lenguas de varias naciones, mientras Catón castigaba la aplicación a la lengua griega de cualquier vocablo extranjero, pues temía que fuera corrompida; Pomponeo, a su vez, huía del conocimiento de cualquier voz griega, porque podía manchar la pureza de la lengua latina.

La lengua francesa era útil para todo hombre erudito; los libros, diccionarios y volúmenes de diversas ciencias, hasta la Sagrada Escritura estaban escritos en su idioma; para el estudio de lógica, metafísica, jurisprudencia, medicina, teología, escolástica y moral tenían necesidad de la lengua latina, pero les era útil la francesa. Aunque no por ello le concedamos ventajas al francés sobre el castellano; éste es superior en propiedad; es más pródigo en vocablos. En su propiedad debemos diferenciar el estilo -habilidad del que habla o escribe-: locuciones  en los franceses en oposición a mayor afectación en el castellano; para Francia, el arte está unido a lo natural. En España, las falencias  en la cultura tienen una afectación pueril de tropos retóricos -la mayoría vulgares- con multitud de epítetos, voces pomposas que entumecen el estilo, y con la suma de  voces latinas y francesas.  Pocos pueden diferenciar en España el estilo sublime del afectado.l lo escriben con total naturalidad. La afectación siempre nace de la corrupción del gusto, de una falta de conocimiento del mismo idioma.

No existen ventajas; a todos les suena bien el idioma nacional y encontramos recelos en otros idiomas. Nadie podría sufrir hoy el idioma de hace dos siglos: lo llamarían bárbaro. Lo que antiguamente se leía con emoción, hoy se convirtió en tedioso. La falta de uso convierte en disonancia ingrata a la lejana armonía. Los idiomas se tornan ásperos, si suenan extraños; la desigualdad reside en el estilo de cada lengua: algunos son rudos, otros musicales, otros majestuosos, lánguidos u opacos.

La lengua inglesa es la mejor para el teatro,  por sus imágenes sangrientas; para el amor nada se compara a la lengua portuguesa. El francés es elegante;  se desliza. El español tiene más vigor; es más realista; su articulación golpea; es un idioma varonil, sin afeminamientos.

Las ventajas del castellano se encuentran en la abundancia de palabras sin equivalentes en francés; muchas veces son voces compuestas y posee una desenvoltura que no existe en otro idioma. Tenemos varios vocablos para un solo concepto. Es un idioma rico, plagado de sinónimos, una lengua pura, expositiva, de estilo grácil, tanto en la poesía como en temas místicos. Garcilaso, Góngora y San Juan de la Cruz fueron cisnes sin vestirse de plumas extranjeras. Buena parte de la poesía heroica -inclusive la de Virgilio- no se sabe si es mejor en su idioma original o en la versión al castellano.

Si el idioma español tiene voces: ¿por qué sustituirlas? ¿A fin de ser llamado cultos? Lucirse en voces extrañas es darse a la barbarie. ¿Por qué utilizar términos de otras lenguas, si poseemos esas mismas palabras similares en nuestro propio idioma? Los españoles se resistieron en la Antigüedad a la lengua púnica; dentro del Imperio Romano se resistieron también al latín: ¿Por qué afrancesar ahora el idioma nacional, que no necesita de ninguna apoyo?

Los franceses sostienen que la lengua italiana y la española son hiperbólicas, alejándose de lo natural. Los españoles, en cambio, sostienen que los franceses utilizan el idioma, dejando las frases lánguidas y cortando las alas a sus musas.

Que cada nación piense lo que quiera.

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