lunes, 12 de julio de 2021

RECUERDOS Y ANÉCDOTAS

R             Memorias de Napoleón , escritas desde Santa Helena.

 

 

Ah  Doctor, -decía Napoleón, a principio de octubre de 1819-  ¿dónde está el bello cielo de Córcega? Se detuvo unos instantes y continuó: La suerte no me permitió que inspeccionase esos sitios que me recordaban a mi infancia. Si hubiera querido, habría podido reservarme la soberanía. Una intriga, un cambio de humor cambió también mi elección; preferí la isla de Elba. Si hubiera seguido mi primer impulso, me habría retirado a Ajaccio y quizá no hubiera pensado en retomar el poder. No hubiera sido tan vulnerable sobre este punto.  Si uno no se juega con la palabra prometida, no estaría aquí. Pensé refugiarme en 1815; estaba seguro de reunir las opiniones, todos los votos, todos los esfuerzos. Me encontraba capaz de enfrentar el mal de ojo de los aliados.  Usted bien conocen los habitantes de nuestras montañas, su energía, su constancia, su coraje y con qué alma noble y orgullosa enfrenta al enemigo.

Las islas  tienen su defensa; los vientos, la distancia, las dificultades y el abordaje debilitan la agresión. El pueblo me hubiera tendido los brazos, como   mi propia familia, bien dispuesto los corazones ¿De verdad creía que treinta, cuarenta, cincuenta mil coaliciones habrían podido someternos? ¿Lo habrían siquiera intentado? ¿Qué soberano se hubiera comprometido en una plaza donde tenían todo para perder y nada para ganar? Pero, repito, el pueblo era mío; desde mi tierna juventud tuve un nombre y la influencia de Córcega. Las montañas escarpadas, los profundos valles, los torrentes, los precipicios no representaban ningún peligro para mí. Los atravesaba de un extremo al otro sin  encontrar resistencia.  Un insulto me enseñó que mi confianza  estaba mal fundada en Bognano (debe ser en la Academia militar) donde los odios y venganzas se extienden al máximo  y dónde se evaluaba la dote de un joven  por el parentesco de ser primos.

Yo fui bienvenido; se sacrificaron por mí, no era el sentimiento de un pueblo que me inquietaba; sabía que todos los brazos me eran devotos,  pero se dijo que yo me alejaba, que llegaba al puerto, mientras todos perecían. No quise encontrar un refugio en medio del naufragio de tantos hombres valientes.

Resolví retirarme a América, pero me incliné sobre  Inglaterra, porque  estaba lejos de preveer su  miserable hospitalidad. Una consideración me detuvo: una vez en Córcega, no temí la salida por las armas;  hubiera estado en el centro del Mediterráneo: Francia e Italia hubieran tenido la mirada en mí y la efervescencia no se habría calmado. Para  asegurar su reposo, los soberanos habrían necesitado acudir a mí. La isla habría sido diezmada por la guerra. No quería que ella me reprochara su desgracia. Abdicar a favor de mi hijo no era una utopía; deseaba que fuera más segura, con mayores ventajas para la nación; creía que paralizaría con ello el efecto negativo.

Ah, doctor, qué recuerdos Córcega me dejó. Gozo todavía de sus paisajes, de  sus  montañas.  Tengo locura, lo reconozco, por  el perfume que exhala. Quería mejorarla, hacerla feliz, hacer todo por ella; el resto de Francia no habría aprobado mi predilección. Pero los reveses llegaron  y no pude efectuar  mis proyectos ni mis planes. Pese a ser montañosa, tiene escasa  agua pues no tiene  ríos; fue un obstáculo, aunque la excelencia de su suelo y las disposiciones locales podrían haberlas remediado.

Las salinas, cerca de  Ajaccio, son limpias; se cultiva el café y la caña de azúcar y me proponía sacarle provecho. Quería favorecer  la industria, las ciencias y las artes.  Decidí darle facilidades a los ciudadanos, aumentar la población con familias extranjeras, en una palabra hacer que la isla pudiera autoabastecerse para ser independiente de los mercados del Continente. Habría adoptado un plan de fortificaciones, meditado largamente para que fuera inexpugnable. Saint Florete es una de las islas  más favorables al comercio;  cerca de Francia y en el confín de Italia, sus  puertos pueden recibir considerables flotas; son seguros, cómodos y la hubiera declarado una fortaleza;  hubiera tenido constantemente vasallos en  guardia. Estos eran mis planes concebidos, pero mis enemigos lograron dilapidar mi vida en las batallas; me convirtieron en un guerrero a un hombre que deseaba respirar la  paz.?? Los pueblos fueron engañados por las  estrategias; todo  terminó pero, si no pude ejecutar el proyecto para Córcega, tuve por lo menos la satisfacción de hacer  algo por Ajaccio; el puerto es pequeño aunque muy bien situado. ¡La patria! ¡La patria! Si Santa Helena fuera Francia, me hubiera gustado hacer algo por esta horrible roca.

Era un gran hombre Paoli; me quería y yo también: nos quería a todos. Estábamos en Corte, cuando tomó la funesta resolución de traspasar Córcega, bajo el dominio de los ingleses. Al principio fue todo un misterio. Gentile tampoco me lo dijo. Unas pocas palabras perdidas me hicieron despertar. Recapitulé sobre lo visto y oído; no dudé de sus planes: estaba lejos del informe. Varias veces me expliqué de forma indirecta.

Yo gobernaba  un regimiento  de guardia nacional; esperaba  triunfar sobre mis ideas, sobre mi antipatía; me propusieron actuar con ellos. No estuve atento; estaba anonadado por Francia; no quería  debutar traicionándola, pero debí escapar, ganar tiempo: pedí reflexionar.

 La amistad de Paoli me era cara; me costaba romper con él, aunque la patria era mi estrella polar. Me alejé, me escapé. Fui  recibido por los montañeses, puesto en prisión por cuarenta hombres: la posición era crítica; encontré el modo de salir; conversé con el capitán que me llenaba de loas y se arrepentía  de estar obligado a obedecer. Me invitó a tomar aire fresco; acepté; envié a mi lacayo a esperarme a quinientos  o seiscientos pasos, en  la ruta y  súbitamente tuve que ir al baño. Mi  carcelero me creyó y se alejó. Estaba sobre mi caballo  cuando se dio cuenta. Gritó, llamó a la guardia pero el viento se lo impidió; estaba fuera de su alcance, antes de que disparara.

Llegué a Ajaccio; los montañeses estaban tras mis huellas;  pedí asilo a los amigos. Barberi me recibió y me condujo a la costa de donde partiría a Calvi para reunirme con Lacombe  en Saint Michel. Escapé de las postas, de la policía que no pudo amarrarme. Paoli estaba desolado. Escribió, se quejó, amenazó. Traicionamos  sus intereses, los de nuestra patria; mis hermanos y yo no merecíamos los sentimientos que le inspirábamos; podíamos regresar, porque nos tendían los brazos pero éramos insensibles a sus consejos y a su ofrecimiento. La ejecución fue tan ligera que la respuesta pareció orgullosa. Bajó las manos frente a nuestra tropa, pilló, quemó nuestras propiedades, socavó todo. Nosotros lo dejamos hacer, inflamamos a los patriotas y corrimos en busca de socorro, pero la ciudad estaba ocupada. No pudimos desembarcarNos fuimos mojados, frente al Norte del GolfoLos rebeldes nos seguían; tuve tiempo de poner algunas piezas en el suelo; las cubrí de metrallas. Regresaron, sin embargo, me llenaron de reproches, se indignaron que uno de los suyos combatiera por Francia. Estaban subidos a los árboles  para que los escucharan mejor; uno  de los oradores estaba inclinado sobre una rama. Corté la rama, cayó; su caída alegró a la muchedumbre. Se dispersó y no lo vimos más. Llegamos a Calvi. Intentamos todavía algunos puñetazos que nos dieron ventaja; pero los ingleses habían desembarcado, los montañeses inundaban la llanura; no pudimos enfrentar   la tormenta.

Mi madre llegó a Marsella. Creía encontrar el patriotismo, una acogida digna de los sacrificios que hicimos y obtuvo apenas seguridad. Todo fracasó; mi presencia no servía para nada; dejé Córcega y me fui a París. 

Los federales venían de liberar Toulon. El futuro era un gran acontecimiento. No desesperaba de  ver abrirse  alguno que restableciese nuestros asunto; lo necesitaban; los montañeses los habían arruinados, estaban para siempre perdidos sin la Revolución.

El mal que nos había hecho Paoli nos había distanciado. Lo quería y me arrepentí siempre. Era grande, tenía una actitud noble y fiera, conocía a los corsos y tenía sobre ellos una influencia ilimitada. Tan hábil al mirar  la importancia de una posición como una medida administrativa; peleaba y gobernaba con sagacidad, con un tacto que no había visto jamás. Lo acompañaba en las compras durante la guerra de la libertad. Me explicaba, recorriendo el camino, las ventajas del terreno que recorríamos, el modo de sacar partido, como remediar los accidentes  que se presentaban. Recuerdo un día que íbamos a Pontecorvo, a la cabeza de un  ejército numeroso. 

Le hice ciertas observaciones sobre sus ideas. Me escuchó con mucha atención y mirándome fijamente me dijo: “Oh, Napoleón, no eres de este siglo; tus sentimiento son del tiempo de Plutarco. ¡Coraje! tú tomarás el camino”. Lo tomé por cierto, aunque  a él  le cambió la suerte: se refugió en Inglaterra, donde viviría en la época de las expediciones a Italia y a Egipto.  Mis victorias lo transportaban; las celebraba, exaltaba mi éxito: parecía que viviéramos en la intimidad pasada. Cuando llegué al consulado y logré el Imperio, fue aún más demostrativo: las fiestas se sucedían en su casa. Eran gritos de alegría y satisfacción. Ese entusiasmo no le gustó a los ministros ingleses y se lo reprocharon: “vuestros reproches son injustos”, les dijo. Napoleón es uno de los míos; lo vi crecer y predije su éxito. Esperan que desprecie su gloria, que abandone a mi país del honor que él les ofrece?  Sentí lo mismo por él. Quería hacerlo regresar, darle parte del poder, pero mis problemas me agobiaban y el tiempo me faltaba. Murió. No tuve la satisfacción de rendirle tributo de la grandeza que me rodeaba.

Dictado por el Emperador en agosto 1515 a bordo del Nortumberland, que lo conducía a Santa Helena.

En 1783 fue uno de aquellos que un concurso designaba en ese lugar para finalizar su educación en la escuela de París.  La elección anual era hecha por un inspector que recorría las doce escuelas militares. Ese empleo lo llevó de cabo a general  del actual rey de Baviera. Maximiliano, un anciano amable y correcto en sus funciones; amaba  a los niños y sentía un afecto particular por el joven Bonaparte, que joven  sobresalía en Matemáticas y lo monjes pensaban que sería mejor esperar un año para tener el tiempo de progresar en las otras materias: él no aceptó diciendo; “Sé lo que hago; si paso por encima de la regla no es por un favor a la familia; no la conozco; es por él mismo; percibo una chispa que no podríamos cultivar aquí. Aunque no tenía la edad suficiente, lo envió a París. Todo anunciaba desde ese momento las cualidades superiores, un carácter fuerte, ideas profundas. Desde su más tierna infancia, sus padres habían puesto en él todas sus esperanzas; al morir su padre, José, hermano mayor  contó que en su delirio soñaba con Napoleón, que estaba muy lejos, en el colegio.  Lo llamaba sin cesar para que acudiera a ayudarlo con su gran espada. Más tarde, un tío anciano en su lecho de muerte, le dijo estas palabras a José.” Eres el mayor de la familia pero aquí el jefe es él, señalando a Napoleón: no lo olvides jamás.”                                                                                           La toma de Toulon fue el inicio de su reputación; el recuerdo de este primer  triunfo quedó siempre presente y le gustaba recordarlo. (He aquí una parte del relato que se escribió a principio de septiembre de 1815,  a bordo del Northumberland hacia Sta Helena).

Cuando llegó a Toulon, C pensó  que una persona muy ignorante estaba al mando; este hombre soberbio  le pidió sus credenciales. Napoleón le presentó humildemente su carta donde le encargaban quedar bajo sus órdenes para dirigir las operaciones de artillería.

_Es inútil, dijo el hombre, acariciando su bigote. No tenemos necesidad de nada para retomar Toulon. Sin embargo, sea bienvenido. Usted tendrá su parte en la gloria del  incendio mañana, sin tener que fatigarse, y lo invitó a cenar. Se sentaron tres a la mesa; el general fue servido como un príncipe; el resto se murió de hambre, lo que chocó en tiempos de igualdad a los recién venidos…

Napoleón, juzgando desde ese instante las falencias y circunstancias de alrededor, se levantó, interpeló a los representantes, tomó la dirección del sitio que comandó como un maestro. C   limitado, no podía comprender qué y cómo se debía  atacar.

 

Napoleón y  Lowe  en Santa Helena

 

Existe un coraje moral tan necesario como el coraje en el campo de batalla.  Lowe no la tuvo con nosotros, soñando con nuestra posible huida, en vez de emplear  los únicos medios sabios y razonables para impedirla.  Mi cuerpo está en mano de estos inservibles, aunque mi alma se siente tan orgullosa, tan independiente como a la cabeza de cuatrocientos mil hombres o sobre el trono, cuando nombraba reyes. Lowe hizo reclamos para reducir los gastos y le pidió prestado dinero al emperador que respondió; todos estos detalles me son punibles, poco nobles; me podrá poner sobre carbones ardiendo que no le daré el oro que no tengo.  Quién le pide algo? Quién le pide que me alimente? Cuando disminuyan las provisiones, si tengo hambre estos soldados valientes que aquí ve (señalando con su mano) tendrán piedad de mí, me sentaré a su mesa, no me rechazarán, estoy seguro, al primero, al más viejo soldado de Europa.

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Napoleón, habiéndoles reprochado al gobernador de haberse quedado con algunas obras enviadas, éste le respondió que venían a nombre del emperador.

_Y quién le dio el derecho de disputarme el título? En pocos años usted y todos los demás estarán amortajados en el polvo del olvido. Si conocerán sus nombres será por las iniquidades que han ejercido conmigo, mientras que yo seré siempre el tema, el adorno de la historia y la estrella de los pueblos civilizados. Vuestros libelos no pueden nada en mi contra. La verdad penetra las nubes, brilla como el sol y es imperecedera.

 

Napoleón pedagogo

 

Se ocupaba de la futura educación del rey de Roma y soñaba con establecer un instituto, donde habría reunido todos los príncipes de las casas imperiales, sobre todo aquéllas ramas que había puesto sobre tronos extranjeros al cuidado de una educación particular con todas las ventajas de una educación global.

Destinados a ocupar diferentes  países y a reinar en diferentes naciones, estos niños hubieran adquirido principios comunes, hábitos similares, ideas parecidas, lo cual mejoraría la fusión y la uniformidad de las partes federativas  del imperio. Cada príncipe traería diez o dos nobles de su edad que habrían ejercido su influjo a su regreso. No dudo que otros príncipes de otras dinastías extranjeras a mi familia me habrían solicitado como un enorme favor el admitir a sus hijos. Y qué beneficio hubiera resultado para el bienestar de los pueblos unidos en Europa.

Todos estos príncipes estarían juntos desde la infancia y separados del influjo nefasto de las pasiones heredadas: el ardor de las preferencias, la ambición del éxito, los celos del amor.

 

LOS TESOROS DE NAPOLEÓN

 

Quieren conocer mis tesoros? Dicen que son inmensos. Sí, es cierto, pero están expuestos en pleno día. Aquí están. las bellas fuentes d´ Anvers, las de Flessinque, capaz de contener los numerosos escardres  y preservarlos de los hielos del mar; las obras hidráulicas de Dunkerque, del Havre, de Niza; el gigantesco bassin de Cherbourg; las obras marítimas de Venecia, las rutas d´Anvers a Amsterdam, de Moyence a Metz , de Bordeaux a Bayonne, los pasajes  de Simplon  de  mont  Cenis  , a mont Ginebra, de la Corniche, que se abren a los Alpes en las cuatro direcciones; en todo esto la suma daría 800.000 millones. Estos pasajes sobrepasan en audacia y en grandeza y en esfuerzo a los trabajos de los romanos.

Las rutas de los Pirineos a los Alpes, de Parma a la Spezzia, de Savone al Piemonte; los puentes d´Iena, d´Austerlitz , de las Artes, de Sèvres, de Tours, de Roanne, de Lyon, de Rutin, d´Isère, de la Durance, de Bordeaux, de Rouen, etc. El canal que conecta  el Rin al Rhône por Doubs, uniendo  los mares de Holanda y el Mediterráneo, el que acopla l´Escaut a la Somme  juntando Ámsterdam a París; el que ensambla Rance a la Vilaine; el canal d´Arlès, el de Pavia, el del Rin.

Los secados de  los pantanos de Bourgoin, de Cotentin y de Rochefort. El restablecimiento de la mayoría de las iglesias demolidas durante la Revolución; la construcción de las nuevas; la construcción de un gran número de establecimientos industriales para terminar con los mendicantes. La edificación del Louvre, los graneros públicos de la Banque, el canal de l´Ourcq; la distribución del agua en París; las numerosas cloacas, las estaciones: el embellecimiento de los monumentos de la París; los trabajos para embellecer  también a Roma; el restablecimiento de las manufacturas de Lyon; la creación de varios centenares de manufacturas de algodón, de hilado y de telas que emplea a varios millones de obreros; los fondos acumulados para crear más de cuatrocientas manufacturas de azúcar, de berenjena para consumir en gran parte de Francia  que habría  abastecido  de azúcar al mismo precio que en la India, con sólo haberla  alentado durante cuatro años. La sustitución del pastel al índigo que habría alcanzado un grado de perfección similar a la de las colonias, para todos los objetos de arte; cincuenta millones de empleados para embellecer los palacios reales en Francia, Holanda y Turín; sesenta millones de muebles colocados en esos palacios de la nobleza; sesenta millones de diamantes  de la corona comprados con el dinero de Napoleón: el “regente”, el único brillante que quedaba de la corona de Francia rescatado de manos de los judíos en Berlín y tasado en 3 millones. El museo de Napoleón, estimado en cuatro millones, solamente con adquisiciones legítimamente compradas o con  dinero o con tratados de paz, conocidos por todo el mundo, cediendo territorios o contribuciones; varios millones gracias al desarrollo de la agricultura, que es el mayor interés de Francia; la institución de carreras de  caballo; la introducción de merinos etc.

He aquí lo que forma un tesoro de varios miles de millones que durará a través de los siglos. 

           

EL PERRO DEL HERIDO

 

Napoleón en uno de sus combates en Italia, atravesó tres o cuatro veces el campo de batalla donde no aun no habían recogido a los muertos.

“Era un bello claro de luna y en la profunda soledad de la noche, de repente un perro se abalanzó por encima de la ropa de un cadáver y se lanzó sobre mí, pero regresó a su gîte dando aullidos de dolor; lamía cada tanto la cara de su dueño y se lanzaba de nuevo contra mí  y mis acompañantes; era a la vez pedir socorro y busca venganza. Nunca  en ningún lugar   un acto en sí me causó una impresión similar. Este hombre muerto tal vez tenía amigos, tal vez aquí mismo, en su regimiento, abandonado por todos, excepto por su perro. Qué lección la naturaleza nos daba por intermedio de un animal. Lo que es el hombre y qué misterio son sus impresiones. Yo ordené la batalla  que debía decidir la suerte del ejército; vi con mis ojos secos ejecutar los movimientos que llevarían a la pérdida de un gran número de entre nosotros y ahora, me sentí conmovido por los ladridos de dolor de un perro. Ciertamente, en ese momento hubiera sido más amable con el ruedo del  enemigo. Recordaba a Aquiles, entregándole el cuerpo de Héctor, frente a las lágrimas de Príamo.

 

EL VOCABULARIO DE María Luisa

 

Un día Napoleón, descontento de un envío de Viena le dijo a la Emperatriz en su cólera y malhumor: “vuestro padre es un ganache”.

María Luisa, ignorante de muchos términos franceses, preguntó al primer cortesano qué significaba la palabra. A esta pregunta inesperada, el cortesano respondió balbuceando que el sentido era ser un hombre sabio, de peso, de buen consejo.

Días después, con la memoria fresca aun de la nueva adquisición de su vocabulario, presidió el Consejo de Estado y viendo que la discusión se animaba más de lo esperado, interrumpió diciendo: Está en ustedes ponerle de acuerdo en esta ocasión importante; ustedes serán nuestro oráculo, pero yo lo tengo por la primera y mejor ganache del imperio.”

El emperador, al contarle la anécdota se reía a las carcajadas. Ah, qué pena que no sea verdad! Vea usted el conjunto: la pesadez de Cambacère, la hilaridad del Consejo y el embarazo de la pobre María Luisa, aterrada con su éxito.

 

NAPOLEÓN EN EL TRABAJO

 

Vi al Emperador en el Consejo de Estado tratar los asuntos durante ocho, nueve horas seguidas y levantar la sesión con las ideas tan claras, la cabeza tan fresca como al comienzo. La vi leer en Santa Helena durante diez, doce horas seguidas, sin parecer en ningún momento fatigado.  A sus colaboradores les costaba muchísimo seguirle el ritmo.

 Napoleón  tuvo siempre estima por D… sobre todo durante la campaña de Rusia y repetía a menudo que en al trabajo de buey unía el coraje de un león.

El trabajo era su elemento; había siempre llenado todos sus instantes tan bien que, cuando fue ministro secretario del Estado alguien quejándose  de la inmensidad de trabajo que lo absorbía, le respondió: al contrario, es divertido; es desde mis nuevas funciones que me parece no tener nada que hacer.  Pero una vez se tuvo que rendir. El Emperador le pidió pasada la medianoche de trabajar. Daru estaba tan agotado que apenas sabía lo que escribía. La naturaleza lo pudo y se durmió sobre el papel. Después de un sueño profundo abrió los ojos y vio al emperador tranquilamente a su lado. Por las velas consumidas le mostraron que su sueño había sido prolongado. Aterrado, confundido, sus miradas se encontraron y Napoleón le dijo; Y bien, sí señor, estoy haciendo su trabajo, ya que Usted no lo quiso hacer. Pensé que había cenado bien y pasado una tarde agradable.

_Ah, Sire, le respondió Daru. Hace varias noches que paso trabajando  y su Majestad ha sido testigo de la triste consecuencia que me aflige...

Por qué me dice eso? No deseo matarlo. Vaya a acostarse; buenas noches.

Podemos reprochar  la anécdota, según las Memorias del Consejo de Estado, donde Daru, como muchos otros, supo sostener firmemente su opinión.

Gassendi, el  general de artillería, encargado de la división de la administración  bélica , apoyaba un día su opinión sobre razonamientos en las doctrinas de los economistas. Napoléon  que los detestaba lo interrumpió diciendo fuerte:

_Pero general,  que lo hizo tan sabio? De dónde fue a desterrar esos principios?

_ A su lado, su Majestad.

Vayas, vaya, mi querido general; se habrá dormido en su escritorio y debe haber soñado todo esto en el sillón.

Éste, de  temperamento agudo le replicó al instante: _ Por Dios, sí, dormirme en los sillones; sería un marmota, gracias al trabajo y al tormento que nos da día y noche vuestra Majestad.

_ Y bien, en buena hora, gritó alegremente Napoléon, vean un hombre sincero. Y la broma hizo reír a ambos.

DEVOCIÓN DE SUS SOLDADOS.

 

En una batalla, una bomba lanzada cayó a mis pies. Dos soldados que estaban a mi lado me tomaron y abrazaron estrechamente, el uno por adelante y el otro por el costado haciendo como una rempart con sus cuerpos contra el efecto de la bomba que estalló y nos llevó de polvo. Caímos en el hoyo formado por la explosión. Uno de los soldados estaba herido. Los nombré a ambos oficiales. Uno de ellos perdió una pierna en Moscú y gobernaba en Vincennes, mientras abandoné París. Cuando los rusos le incitaron a rendirse respondió: -de inmediato, cuando me traigan la pierna que perdí en Moscú, les devolveré la fortaleza.

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A menudo  fui salvado por soldados y oficiales que me protegían, cuando me encontraba en medio de un peligro eminente.  En Arcole, mi ayuda de cámara se tiró y me cubrió con su cuerpo, recibiendo la herida que me era destinada. Sacrificó su vida para salvar la mía. Jamás he visto tanta devoción por parte de mis soldados. En todas mis desgracias jamás un soldado, aún expirando, se quejó de mí; jamás un hombre fue servido más fielmente por sus tropas. La última gota de su sangre corría por sus venas con el grito de: viva el Emperador!  A menudo me exponía en los campos de batalla pero me escondían cuidadosamente, Qué confusión, qué desorden hubiera resultado el más ligero ruido, la más pequeña duda tocando mi existencia. Mi visa se ligaba a la suerte de un gran imperio; toda la política y los destinos de Europa. Jamás corrí tanto peligro como en la batalla de Brienne (29 de enero 1814). En ese combate alrededor de veinte o veinticinco ulanos, no cosacos, rodearon una ala de mi ejército para caer sobre un sector de mi artillería. Al caer el día, le horizonte se oscurecía. Se encontraron, no sé cómo, en presencia de mi Estado Mayor. Cuando nos vieron, se turbaron y no sabían qué hacer; sin embargo, ignoraban quién era yo y durante un tiempo no los reconocí. Pensé que formaban parte de mis tropas pero C los reconoció y me señaló que estábamos en medio de nuestros enemigos. Al mismo tiempo estos alanos asustados y no sabiendo qué hacer huyeron  e intentaron salvarse. Mi Estado Mayo hizo fuero sobre ellos. Uno de los ulanos galopó cerca de mí, sin reconocerme y me pegó vigorosamente en la rodilla con su mano; tenía una lanza granada  pero fue su otra mano que me tocó. Creí al principio que era alguien que pasaba bruscamente, me di vuelta y vi a un enemigo. Puse la mano en el arcón ¿?? De mi montura para tomar la pistola y tirar sobre él. Había desaparecido. Ignoro si lo mataron o escapó. Ese día tiré mi espada, lo que me ocurría rara vez pues yo ganaba las batallas por un golpe de vista y no con mis brazos.

          

SOBRE EL FATALISMO

            

 Me hacen pasar por un fatalista. ES más seguro de ocuparlos, de pegarles  ( pág 74)             

Más absurdo que por ideas justas. Pero un hombre con sentido común puede detenerse un instante. O el fatalismo admite el libre albedrío o lo rechaza. Si lo admite es un resultado fijo de antemano que pourtant la menor determinación, un solo paso, una sola palabra puede variar hasta el infinito.

Si el fanatismo no admite el libre albedrío es diferente; entonces, cuando se nace habrá que festejarlo sin cuidarlo; si uno está irrevocablemente convencido de que viviré, aunque no le den ni de beber ni de comer, crecerá siempre. Una doctrina sostenibles no son más que palabras.

Los turcos, patrones del fatalismo no están persuadidos; de otra manera no harían casos de los médicos ni de la medicina y aquél que ocupa un tercer lugar no se preocuparía de descender las escaleras, descendería de inmediato por las ventanas y veréis a qué absurdo esto conduce.

 

Cómo transformar País en Versalles

 

Si el cielo me hubiese dado veinte años de tregua y un poco de tranquilidad se hubiera buscado en vano el viejo París, del cual no hubiera quedado vestigios y habría cambiado a Francia. Con poner mi energía y perseverancia hubiera mostrado la diferencia entre un emperador constitucional y un rey de Francia. Estos reyes no tuvieron administración ni municipios; sólo se mostraron como grandes Señores que se ocupaban de sus cosas.

En Francia se tiene el gusto de proveer y de gustar. Todo para el momento y para el capricho: nada para perdurar. No quedó nada barroco; no existe un teatro francés ni una ópera digna.  Con frecuencia estuve en contra de las fiestas que París deseaba obsequiarme con comidas, bailes, fuegos de artificios de ochocientos mil francos donde se obstruía las plazas por varios días y que costaba tanto armar como desinstalar  después. Yo demostraba que con esos  mismos gastos  se podían construir monumentos espléndidos y durables.

Gasté 30 millones  que nadie tendrá en cuenta. Hice demoler casas frente a las Tullerías para formar el Carrousel y para que se vea  el Louvre; lo que hice fue inmenso.

Soñaba con hacer del palacio de Versalles un barrio vecino; hubiera demolido

 las ninfas de mal gusto de los bosques, todos sus adornos y reemplazado con monumentos de nuestros triunfos y nuestra gloria nacional, colocados en la capital de Europa que sería visitada por el resto del universo.

 

 

 

Consejos de Napoleón a su hijo, el aguilucho

 Murió a los 24 años,  enfermo de tisis en Viena.  

 

Mi hijo no debe intentar vengar mi muerte; debe aprovecharla. Que el recuerdo de mi empresa nunca lo abandone; que sea francés hasta la punta de los dedos. Todos sus esfuerzos deben tender para reinar en paz. Si quisiera, para imitarme recomenzar la guerra actuaría como un simio. Emprender mi obra supondría que nada hice. Terminarla sería mostrar la solidez de mis fundamentos, terminar el edificio, la construcción que estaba en su esbozo: uno no repite dos veces lo mismo en un silo.

Yo estuve obligado a subordinar Europa por las armas; hoy se la debe convencer. Salvé la Revolución de perecer, lavé sus crímenes y mostré un pueblo resplandeciente de gloria. Implanté ideas nuevas que no deben retroceder en Francia y en Europa. Él debe sembrar, desarrollar todos los elementos de prosperidad que encierra la tierra francesa. A este precio puede devenir un gran soberano.

Los Borbones no continuarán el reinado. Cuando muera, reaccionarán a mi favor, aún en Inglaterra. Será una buena herencia para él. Es posible que para hacer olvidar  el recuerdo de mis persecuciones, los ingleses favorezcan su regreso  al trono.

Para vivir en armonía con ellos deberá favorecer los intereses comerciales a todo precio.  Esta necesidad llevará a dos consecuencia. Combatir o compartir con ese país el comercio del mundo. Esta última condición es la única posible. La cuestión extranjera predominará aun por mucho tiempo en Francia a la cuestión interna. Le lego suficientes fuerzas y simpatías para que pueda conciliar mi obra con las armas de la diplomacia.

Su posición en Viena es deplorable. Austria la entregará sin condiciones. Después de todo, Francisco I estuvo en una posición similar y más caótica. (Carlos V lo hizo prisionero).

Que nunca suba al trono con ayuda de los extranjeros. Su fin no debe ser solamente reinar sino merecer la aprobación de la posteridad. Que se acerque a mi familia, cuando pueda. Mi madre es una mujer de principios. José y Eugenio pueden darles buenos consejos. Hortensia y Carolina son mujeres superiores.

Sin permanece en el exilio que busque una princesa en Rusia; es la única Corte donde los lazos familiares dominan la política. La alianza matrimonial debe tender a aumentar el influjo francés hacia el exterior y no introducir   el consejo del influjo extranjero.

La nación francesa es la más fácil de gobernar, si uno la toma en seria, nada iguala su pronta  y fácil comprensión; diferencia al instante mismo cuando trabajan para ella o en contra de ella; se debe siempre hablarles a sus sentidos porque si no su espíritu inquieto la roe y fermenta dejándose llevar.

Mi hijo llegará después de revueltas civiles; deberá desconfiar del duque de Orleans, que sólo confié en el pueblo.

Excepto aquellos que  traicionaron la patria, debe olvidar los antecedentes de todos y recompensar el talento o el mérito, los servicios, donde los encuentre. Chateaubriand, pese a sus libelos, fue un buen francés.

Francia es el país donde los jefes tienen menos influencia; apoyarse en ellos es batirse contra el viento, con un fantasma. Uno alcanza los grandes logros apoyándose en la población.  De cualquier modo, un gobernante debe buscar su apoyo donde lo encuentre. Existen leyes morales tan inflexibles e imperiosas como las leyes físicas. Los Borbones sólo puede apoyarse en la nobleza, el clero, cualquiera sea la Constitución que hayan adoptado. El agua recobra su nivel más allá de la causa que la elevó.

Yo me apoyé sobre todos y sin excepción en los estratos sociales más bajos. Di el ejemplo de un gobierno que benefició el interés de todos. No goberné por o para los nobles ni los curas ni los burgueses ni los ATELIER.  Goberné para toda la comunidad, para toda la familia francesa.

Fragmentar los intereses de la nación es no servirla; es engendra la guerra civil. No se divide lo que es indivisible por naturaleza; uno la mutila.

No le concedo ninguna importancia a la Constitución pese a haber dictados las bases principales: buenas hoy pueden quizá ser malas mañana. Nada debe definitivamente hacerse sin el consentimiento formal de la nación. El principio fundamental debe ser universalizas los votos.

Mi nombre no le será de ningún apoyo.  Me hacía falta más de una generación para conservar por tradición, el depósito sagrado de todas las conquistas morales.

Desde 1815  todos estaban francamente contra mí. No contaba ni para los mariscales ni para la nobleza ni para los coroneles, aunque todo el pueblo, toda la armada hasta el grado de capitán estaban a mi favor. Mi confianza no los traicionó; me deben mucho; era su verdadero representante. Mi dictadura fue indispensable y la prueba fue que me ofrecieron siempre el apoyo que deseaba y el poder más allá del deseado.

Hoy, en Francia, sería imposible y será igual para él; le disputarán el poder; debe prevenir todos los deseos de libertad.

Es más fácil reinar en tiempos pacíficos con las Cámaras;   la Asamblea se lleva gran parte de nuestra responsabilidad y nada mejor que obtener la mayoría en ella. Pero se debe tener cuidado para no desmoralizar al país; la influencia del gobierno es inmensa en este país. Si sabe conducirse no habrá necesidad de corromper para lograr el apoyo. reinar para repartir educación, moral y bienestar. Todo lo falso es un mal apoyo.

Siendo joven tuve yo mismo ilusiones de las cuales me repuse pronto. Los grandes oradores que dominan en las Asambleas, por el brillo de su palabra son por lo general mediocres; no se los debe combatir con la palabra; encontrarán siempre otras más altisonantes que las nuestras, se los debe enfrentar con el razonamiento lógico y la síntesis oral. En el Consejo de Estado había individuos más elocuentes pero los enfrentaba con el simple argumento: 2+2 es 4

Francia está llena de hombres pragmáticos muy capaces. El  tema es encontrarlos y darlos un medio de sobresalir.

Que mi hijo no se asombre de encontrar gente  en apariencia razonable que le proponga proyectos absurdos sobre la ley agraria hasta el despotismo turco; todos los sistemas tienen su apología en Francia; que  los escuche pero mida en su justo valor lo propuesto y se rodee de hombres capacitados en el país.

El pueblo francés tiene dos pasiones igualmente poderosas que se oponen aunque derivan del mismo sentimiento; es el amor a la igualdad y el amor a las distinciones. Un gobierno no puede satisfacer ambas necesidades con excesiva justicia. Es necesario que la ley y la acción del gobierno sean iguales para todos, que los honores y la recompensa sean para los más dignos. Uno perdona el mérito, pero no perdona la intriga. La Legión de Honor fue una inmensa y poderosa recompensa para la virtud,, el talento, el coraje; mal empleados sería una tragedia. Toda la armada enloquecería, si fuera mal administrada.

Mi hijo estará obligado a reinar con libertad de Prensa: es una necesidad. La libertad de prensa debe estar en manos de un gobierno poderoso, como socorro para llevar a todos los rincones del Imperio las doctrinas sanas y los buenos principios. Abandonarlos es peligroso. A la paz general yo hubiera instituido una dirección de la prensa, compuesta de las más altas capacidades del país y habría difundido hasta el último albergue  mis ideas y mis intenciones. Es imposible quedarse estancado como hace tres siglos, como un tranquilo espectador de la transformación de la sociedad; se debe, bajo pena de muerte o conducir todo o prohibir todo.

No se trata para gobernar de seguir una teoría más o menos buena sino construir con los materiales que uno tiene a mano. Se debe tomar en cuenta  las necesidades y aprovecharlas.

Mi hijo deberá ser un hombre con ideas nuevas y divulgar la causa que hice triunfar en todos lados. Regenerar los pueblos a través de los reyes; establecer instituciones que hagan desaparecer las huellas feudales que aseguren la dignidad del hombre para que se desarrollen los gérmenes de la prosperidad, que yació inerte durante siglos. Hacer participar a todos lo que hoy pertenece a algunos, reunir a Europa con lazos federales indisolubles, propagar en todos los partidos del mundo –en este momento bárbaros e incultos- los beneficios del cristianismo y de la civilización. Este deberá ser el fin de todos sus pensamientos. Esto es la causa por la cual muerte mártir. Al odio del cual fui objeto por parte de los oligarcas que mide la santidad de mi causa.

Veamos los reinos, regicidas; antes estaban en el consejo de un Borbón; estarán mañana en la patria de ellos y yo y los míos expiamos en el exilio los beneficios que intenté dar a las naciones. Mis enemigos son los enemigos de la humanidad; desean encadenar a los pueblos que miran como una tropa y pretenden  oprimir a Francia. Que tenga cuidado; o sea que desborden.

Con mi hijo los intereses opuestos pueden vivir en paz y las ideas modernas extenderse y fortalecerse sin sacudidas y sin víctimas; muchos males serán esparcidos a la humanidad. Pero si el odio ciego real persigue mi sangre, después de mi muerte, entonces será vengado cruelmente. La civilización perderá de todos modos, si en los pueblos se desencadenan ríos de sangre y se expanden por toda Europa. La luz desaparecerá en medio de guerras civiles y guerras extranjeras; hará falta trescientos años de miserias para destruir en el continente europeo la autoridad real que en el pasado representaba la autoridad de todos y que le costó varios siglos desprenderse de la estrechez del Medioevo. Si, por el contrario, el Norte avanza con la civilización, la lucha será menos larga pero los golpes más funestos. El bienestar de los pueblos, todos los resultados obtenidos desde hace años  estarán perdidos y nadie podrá prevenir el resultado final. Los pueblos, como los reyes, tendrán interés en el porvenir de los acontecimientos. Fuera de las ideas y los principios por los cuales combatimos y que triunfamos, no entreveo más que esclavitud o confusión para Francia como en Europa.

Editen lo que les dicté y comprometan a mi hijo de meditarlo. Le dirán que proteja a todos los que me han servido bien y el número es muy grande. Mis pobres soldados, tan magnánimos, tan devotos, tal vez tengan hambre. Cuánto coraje y sentido común tiene el pueblo francés, cuántas riquezas perdidas. Europa marcha hacia una transformación inevitable; retrasarla será debilitarla por una lucha inútil; favorecerla será fortalecerla con la esperanza y voluntad de todos. Existen ese deseo de nacionalidad, que se debe satisfacer tarde o temprano y es hacia ese fin que se debe avanzar.

La posición de mi hijo no estará exenta de muchísimas dificultades. Que él haga, con la aceptación de todos, lo que las circunstancias me obligaron a hacer por las armas. Vencedor de Rusia en 1812 el problema de una paz de cien años se habría resuelto; yo corté  el nudo gordiano, hoy  se necesita desatarlo. Los recuerdos de los tronos que elevé levanté en interés de mi política general debe ser separado. En 1815 les exigí a mis hermanos que olvidaron sus coronas y que fueran nombrados príncipes franceses, Mi hijo debe seguir este  ejemplo pues no seguirlo alarmaría justamente.

No es en el Norte que se resolverán las graves cuestiones; es en el Mediterráneo, allí hay para contentar todas las ambiciones de poderes y con jirones de tierras salvajes se puede terminar la felicidad de los pueblos civilizados.

Que los reyes razonen; no habrás más en Europa materia para entretener los odios internacionales. Los prejuicios se disolverán. Se agrandarán, se confundirán; las vías de comercio se multiplicarán y no será posible que una nación conserve el monopolio.

A fin de que mi hijo sepa si su administración es buena o mala, si las leyes están de acuerdo con las costumbres, que se haga presentar un informe anual con los motivos opuestos por el tribunal. Si los crímenes o los delitos aumentan es la prueba que la miseria se acelera, que la sociedad está mal gobernada; su disminución probaría lo contrario.

Las ideas religiosas tienen más importancia que lo supuesto por filósofos limitados, Pueden rendir grandes servicios a la humanidad. Estando bien con el papa, uno domina todavía en la actualidad la conciencia de millones de hombres. Pío VII será positivo para mi hijo; es un anciano  tolerante e inteligente. Acontecimientos fatales entre nosotros fueron nefastos para mi gobierno; me arrepiento; el cardenal F y yo no nos entendimos. 

Si ustedes logran regresar a Francia encontrarán muchos hombres fieles a mi memoria. El mejor monumento que pueden elevar es reunir en una obra todos los pensamientos que di en el Consejo de Estado para la administración del Imperio, todas las instrucciones a mis ministros, hacer una nomenclatura de los trabajos que  emprendí, todos los monumentos que hice alzar en Francia e Italia. (nombra cuatro personas que podría ayudar para ese trabajo  y encarga a uno en especial de escribir sobre su política exterior y los planes generosos que indicaba en las guerras).  Habría que diferencias  lo dicho en el Consejo de Estado, para  el momento futura  y su aplicación.

Que mi hijo lea y medita a menudo la historia, es la única verdad filosófica. Que lea y medite las guerras de los grandes capitanes; es el único medio de aprender a pelear.

Pero todo lo que le digan, todo lo que aprenda le servirá poco, si no tiene en el fondo de su corazón el fuego sagrado, el amor hacia el Bien para emprender grandes acontecimientos.

Espero sea digno de su destino. Si no os dejan ir a Viena…

El emperador se sintió mal de repente y su voz se extinguió, Asustado le suplicaron que suspendiera lo dictado.

Nunca más lo retomó.


 (parte de las Memorias de Napoleón , escritas desde Santa Helena.) traducción  del francés de C B