sábado, 12 de diciembre de 2020

Sombras y luces

 Sombras y luces

El ventilador no se adapta con facilidad al estilo de una casa nipona. En los hoteles turístico modernos son necesarios porque los clientes los exigen.

El papel  de Occidente es útil; el chino o japonés tiene una textura con un color que nos  acaricia. el papel oriental absorbe  la blancura, se dobla y se arruga sin hacer ruido. Al tacto es un poco húmedo.

La vista de un objeto brillante nos molesta. Occidente pule los bronces, la plata,  para darle brillo; a nosotros nos  atormenta que resplandezcan.  No nos pasa por la imaginación pulirlos. Nos apetece verlos oscurecer-  en su superficie, el estaño sobre todo- cómo se ennegrecen con la pátina del tiempo. Todo lo que brilla  se convierte en un material pesado con reflejos densos  al igual que la cerámica.

China ama el jade, con sus  turbios reflejos fugaces, dados por  los siglos. No posee el color de  la esmeralda,  el rubí o el brillo del brillante, pero esa turbia superficie espesa y con sustancia nos atrae. El cristal de roca, comparado  con el chileno, es demasiado puro y límpido. El nuestro  tiene ligeras nubes; nos gusta el cristal con vetas con partes de material opaco. Incluso el cristal de oriente es similar a los jades o ágatas de los cristales occidentales. China lo conoció mucho antes al cristal pero no evolucionó como en Europa. En cambio la cerámica progresó en  su evolución.

Preferimos los reflejos velados al brillo helado. Los chinos llaman los efectos del tiempo  “el lustre de la mano” y Japón lo denomina “el desgaste”, producido a través del uso al frotarlo, que le otorga humedad con el desgaste de las manos.

Ustedes alardean de una limpieza dudosa  que puede ser discutible, mientras se empeñan en quitar la suciedad nosotros la conservamos hasta transformarla en algo bello. Es una excusa, tal vez, - nos calma, tranquiliza los nervios- aunque no nos place los objetos manchados de grasa o de hollín .

Tampoco en un  hospital deberían  ser  tan blancos los muros o los guardapolvos de los médicos, ni   tener los instrumentos para una cirugía ese brillo metálico; los consultorios de los dentistas con tanto metal brillante me causa cierto escozor. De instalarse en Japón, tendrían un color más acorde con nuestro estilo.

Hasta hace poco los reservados no tenían luz eléctrica, sino antiguos candelabros. Como los occidentales encontraba el lugar demasiado antiguo y preferían la luz eléctrica, debieron instalarla.  La luz dudosa de los candelabros realza la belleza de las lacas japonesas, dando la impresión de un sitio nocturno, de mayor reflejo al  barniz llamado  laca .

En  La India prefieren la cerámica. Nosotros amamos la laca rústica; en la sombra, se ve mejor la belleza de la laca negra, marrón o colorada , lograda a través de muchísimas capas oscuras. A veces un cofre, una bandeja en una  mesa baja, el anaquel decorado con oro molido puede parecer demasiado chillón o vulgar, pero si quitamos la luz eléctrica y la sustituimos por una lámpara  de aceite o de vela se tornan sobrios. Los artesanos los fabricaban siempre pensando en sitios  con poca iluminación; el dorado  se moldeaba con esa visión oscura del ambiente y se ocupaban de  cómo darían sus reflejos las lámparas.

Cada uno de esos muebles u objetos están pensados para no ver de inmediato, sino adivinar en un fondo de  una luz difusa o de una llama de aceite parpadeando, la luz temblorosa,  revelando cierto detalles.

No rechazo la cerámica, pero adolece de la  profundidad de las lacas. La cerámica es fría al tocarla: no sirve para alimentos calientes; al menor golpe emiten un ruido seco, mientras las lacas, ligeras en su superficie, no lastiman el oído al e golpear. Con la laca tanto sea un cuenco de sopa o de té se siente la tibieza en la palma de la mano, dejando una sensación muy agradable. Nunca se sentiría lo mismo con la cerámica fría. Un cuenco siempre es placentero mientras un plato plano y blanco en Occidente no crea la misma sensación: se saborea de forma diferente.

La comida japonesa se mira primero  entre el brillo de la laca y el brillo de las velas. La sopa bermeja del miso parece más gustosa. La salsa viscosa y reluciente que acompaña el pescado crudo o los vegetales hervidos, se ven mejor con una luz difusa. Todos los alimentos blancos se realzan, si se ilumina el entorno: el arroz blanco en un pote de laca negra en un rincón sombrío de la mesa es más estético y estimula probarlo y comerlo con su cálido vapor y el grano  brillante. La cocina oriental armoniza con la sombra; entre ella y la oscuridad existen lazos indestructibles”

MÁSCARAS, EL COLOR, LA PIEL,

La tez de los japoneses   contrasta con el traje del nô, colores brillantes con mucho oro y plata Y reflejo rojizos, típico en nuestro país, con el rostro amarillento son atractivos, por eso las prendas en oro y plata y las capas verde oscuro o rojo caqui, los vestidos de mangas estrechas con amplios pantalones de un blanco inmaculado  favorecen y hacía enloquecer a los señores de antes. La piel japonesa no es agradable o  así ellos lo piensan; por eso mismo se maquillan de blanco, porque es la piel que les agrada. Necesitan ser iluminada al estilo oriental, nunca con luces occidentales.

El actor no sube al escenario con la cara y cuello al natural. Las manos japonesas no son bellas, es el modo de presentarlas en el Nô que las transforma.  Las mangas anchas las muestran mejoradas: manos vulgares se transforman con ese ropaje; cobran un efecto seductor  que asombra; jamás ocurriría ese hechizo con ropas modernas.

 El teatro

 

En el NÔ, la parte física que se  ve es ínfima, la cara, el cuello y las manos desde las muñecas hasta los dedos.  

Los labios  de los hombres, en el NÔ, actuando en roles femeninos, atraen por ese color rojizo oscuro  que sugieren más que los labios femeninos.  El actor para cantar humedece continuamente sus labios con saliva. Con los niños pasa lo mismo  con sus mejllas sonrosadas y  frescas; el niño tiene la tez más clara pero queda bien su piel oscura, vestido de verde. Bajo una luz brillante sería un desastre: se necesita un edificio antiguo, tabiques de madera de reflejos oscuros  y una luz que ilumine al actor en forma de campana. La oscuridad reina en esta clase de obras; los trajes son similares a los de la nobleza   con esos suntuosos trajes de época de las guerra civiles. El Nô  enaltece a los nobles de nuestra raza, con las caras quemadas  y los pómulos salientes y esas capas y esa ropa elegante.  Más que el espectáculo nos recordamos de tiempos pasados, en el porte masculino; el actor que actúa como mujer lleva una máscara distanciados de la realidad. Los hombres tenían una feminidad especial, tal vez por la luminosidad, para que no resaltará la silueta masculina.

Para iluminar el teatro de marionetas se usaban lámparas de petróleo que daban al ambiente una iluminación difusa  a esas muñecas  que sólo mostraban la cabeza y las manos  

 La vestimenta

Las mujeres se vestían antaño con colores apagados; el traje  estorbaba; incluso se teñían de negro los dientes y hasta se ponían una pincelada de sombra sobre la boca.  Recuerdo a mi madre  cosiendo en la parte de atrás de nuestra casa con una luz tenue. De mi madre recuerdo apenas el rostro, las manos y apenas los pies.

 Las casas en 1890 eran muy oscuras, en la burguesía de Tokio; mis tías y otros parientes se ennegrecían los dientes. Cuando salían se ponían trajes grises con algún dibujo;  las mujeres son pequeñitas en general,  pecho liso, delgadas, cintura y caderas casi sin carne, espalda recta, tronco enjuto, casi sin proporción con la cara y los miembros, Aún existen algunas mujeres o geishas con esa figura  consumida. La vestimenta les otorga volumen pero sin ella las mujeres de antes eran como estacas de madera. Vivían a la sombra donde sólo se vislumbraba  rostros blanquecinos; no se necesitaba  poseer un cuerpo; eran fantasmas frente a los desnudos cuerpos de la mujer moderna. Una belleza es un resultado de claroscuros en oposición; la belleza pierde su luz  sin los efectos de la sombra.  Antiguamente,  se consideraba a la mujer indivisible  de la penumbra, por eso las mangas largas y largas colas también que ocultaban los pies ; entonces descollaba la cabeza y el cuello y, lo que no se veía no existía. Si las comparamos con las mujeres de Occidente tienen un cuerpo deslucido.  

Los orientales  carecen de pies, en otras épocas los deforman hasta hacerlos parecer pequeños; el proceso era muy doloroso; los occidentales  poseen pies pero el cuerpo es translúcido. Nuestra imaginación se mueve entre penumbras, entre tinieblas negras como  la laca. Mientras ustedes  limpian todo para que brille; nosotros buscamos los colores de la sombra y ustedes,los colores del sol. Nos gusta la pátina sobre la plata y el cobre, no es  sucia ni antihigiénica, aceptamos lo oscuro como algo inevitable; encontramos en las tinieblas  placer,  una belleza particular. Los occidentales  evitan los rincones oscuros, blanquean los techos y las paredes y hasta los jardines; nosotros buscamos los pequeño bosques a la sombra; ustedes tienen amplias hectáreas de pasto.

 

La Piel blanca opuesta a la amarilla.

 

Somos radicales en los gustos; tal vez  nos diferencia  la piel; consideramos siempre que una piel blanca es más noble que una oscura, pues no es sólo  el color sino la calidad;  se nota desde lejos; por muy blanco que sea un japonés, su blancura posee  una veladura.  Aunque las niponas se  unten con pintura blanca  la cara, espaldas, brazos y axilas no pueden eliminar el pigmento oscuro del fondo de su piel. Una piel blanca no es turbia; todo su cuerpo es de una blancura refrescante. Si un japonés está cerca de los blancos es como una mancha no particularmente agradable. Se comprende la repulsión de los blancos hacia los hombres de color, incluso de los mestizos negros o blancos.  Detectan  el matiz de color oculto bajo una piel en una  tercera generación de negros.

 Nuestros antepasados delimitaron el espacio luminoso a un lugar cerrado y allí confinaron a la mujer a la oscuridad; entiendan nada había más bello que la blancura de la piel, el ideal femenino por excelencia.

Hábitos

La mujer  ennegrecía los dientes y se afeitaba las cejas para realzar el brillo del rostro. el rouge era  azul-verdoso de un negruzco nacarado  que daba una tonalidad especial. Imaginen una cara bajo la luz de una linterna con dientes lacados de negro entre unos labios de un azul no real: se asemeja a un rostro blanco. La blancura de los blancos es translúcida;  la nuestra nos separa del ser humano.

La luz

América está entregada a la orgía de la luz eléctrica con anuncios de neón. El potencia de bombillas que utilizan en un ambiente es inconcebible y, en verano, da mucho más calor. Como hace mucho calor, hacen funcionar  los aires acondicionados porque esas luces como bolas de fuego no se soportan; a veces son tres o cuatro en el techo en  el jardín, en los cuartos de baño, en la entrada, en las escaleras y nunca un lugar a la sombra para refugiarse.

En Japón el aire circula y el calor se disipa lateralmente.

La sombra para Oriente es una cuestión de estética.

Bibliografía Tanikazi, J. El elogio de la sombra. Ensayo.

 

 

 


lunes, 28 de septiembre de 2020

ITALIA UNIDA


ITALIA UNIDA

Los cuatro reyes luego de la independencia.
Carlos Alberto
Víctor Manuel II
Humberto (hijo)
Víctor Manuel III (nieto)



En 1815,  Napoleón fue derrotado en Waterloo: gran confusión en Europa. Nace el racionalismo y el liberalismo, pese a ser repudiados ambos. La lucha en Grecia hizo que las grandes potencias  se unieran con el fin de ayudar a Italia. Benefició a Inglaterra, pues Malta y Chipre pasaron a ser británicas. (El levantamiento de España nada tuvo que ver con el Mediterráneo).
Fernando VII regresó a España, después de la caída de” Pepe botella,” hermano mayor del Emperador francés. Fue también una de las consecuencias de la liberación de los pueblos sudamericanos, lo cual ayudó a San Martín y a Bolívar en sus planes de independencia.
Cuando las potencias protegieron al Borbón, Francia entró en España para terminar con los liberales y saquear al país durante seis años. Los realistas españoles regresaron.
Las grandes potencias resistieron en Italia a fin de lograr su unidad. El país había soportado más  revoluciones en el Mediterráneo por ser su península un lugar estratégico.

Hasta el año 1820 el territorio se dividió en dos regiones extensas que pertenecían a dinastías extranjeras; los Habsburgos de Austria -en el Norte- y España -en Nápoles y Sicilia-. El único gobierno autóctono que existía estaba en Cerdeña  unida al Pontífice.
En Sicilia, el rey Federico reinó durante sesenta y seis años. En el Norte, Austria impuso cierta educación: tenía el deseo de gobernarla pero no la audacia ni la pasión necesaria. La casa imperial nombró ducados a los duques que poseían castillos soberbios. Durante medio siglo no dieron privilegios ni mejoras sociales a los pueblos sometidos. Eran arrogantes, en ocasiones indulgentes; cuando esos pueblos se levantaron, los Habsburgos, temiendo a Federico, lo acogieron bien y se aceptó una Constitución. Metternich envió el ejército austriaco para someter a los napolitanos, que entraron con unas ramitas de olivo como falsos liberadores y se quedaron seis años. Desde 1821 el odio de los napolitanos contra los austriacos fue intenso pues deseaban ser una república. Sólo en el Piamonte -bajo los reyes de Cerdeña- gobernaban en Aosta y Spezia; soñaban ser reyes de una Italia unida. Necesitaron medio siglo para ver cumplido su sueño, aunque los cuatro soberanos no estuvieron a la altura de la circunstancia. La corte era más progresista; los reyes poseían  Nápoles; la Santa  Alianza apoyaba al reino español, en principio.
Cuando Napoleón partió prisionero a Santa Helena, se restituyeron las monarquías y los Borbones-en la figura de Fernando VII- pasó a ser  nuevamente rey en las colonias de América. Fue un rey débil y las colonias tenían posibilidades de convertirse en repúblicas.

En Prusia, la república fracasó; Austria y Hungría eran monárquicas; en Francia, la república se impuso por un tiempo y -a medias-  en Italia y Grecia, países del Mediterráneo que luchaban por los derechos populares, mientras los otros pueblos querían su Constitución.
Hasta 1900 Europa tenía dos repúblicas: Suiza y Francia y cuarenta principados y reinos.
Italia estuvo sometida a varios opresores durante catorce siglos: por los ostrogodos de España, en el 500, los Hohenstaufen en 1200, los austriacos y Borbones, en 1800, siempre  por extranjeros que admiraba su belleza, su clima y  ubicación. El pueblo se sintió siempre italiano; Milán, Venecia, Roma, Florencia tenían familias nativas.
Por fin el espíritu de unión nacional se irguió entre ellos; abarcó desde 1830 a 1870, cuarenta años divididos en diez etapasFue muy importante la ayuda  de los franceses -en 1859- y de los alemanes -en 1870-. Conquistaron la mitad de Italia los mismos príncipes que antes la gobernaron, pero el triunfo tuvo el éxito final, gracias a los tres últimos patriotas que produjo el Mediterráneo; tres héroes, Mazzini, Cavour y Garibaldi. 
Venían de Génova, Turín y Niza, nacidos entre 1805 y en 1810, criados en un clima de opresión que los llevó a rebelarse; cada uno con las características diferentes.
Mazzini, con estudios literarios, de carácter emocional e intelectual. Cavour, tenía la diplomacia y la capacidad y Garibaldi, el espíritu de aventura y el romanticismo. Tres hombres tan opuestos entre sí, aunque con la misma ambición de liberar el país de sus opresores.
Mazzini, poeta, idealista, ansiaba la liberación de su país. Perseguido, condenado a muerte, huyó al extranjero, donde fundó un diario y dio conferencias. Ya anciano, llegó a ver una Italia unida. Exhortaba al rey de Cerdeña y al Papa a la unirse, en una república.
Cavour, de linaje noble, era leal a los reyes del Piamonte; liberal, aprendió de la Revolución Francesa que hasta un reino podía convertirse en liberal. Espíritu práctico, tenía la pasión por el conocimiento; a los treinta y siete años era periodista; escribió el Resurgimiento que dio su nombre a toda una época. Con un artículo solamente hizo que el rey vacilante le declarara la guerra en 1848 a Austria .
La Revoluciones de París y Viena dejaron una profunda huella. Roma y Venecia cayeron en poder del pueblo; Mazzini y otros regresaron del destierro.
Cavour “no deseaba que los austriacos fueron más humanos: quería que se fueran.”
La escasa decisión del Pontífice, la carencia de material bélico y la falta de confianza de los príncipes los llevó a la derrota. El rey de Cerdeña abdicó; la revolución se sofocó; regresaron los príncipes, pero los desterraron de nuevo y allá partieron Mazzini y Manin. En Venecia se declaró una epidemia de cólera además del hambre; los agresores tiraron bombas por medio de globos inflados con agua caliente. Fueron los primeros ataques aéreos con resultados catastróficos. Manin, frente al peligro y lo inútil de la resistencia, propuso la rendición de la ciudad.  En el último momento huyó a París y se ganó la vida como profesor de idiomas.
Cavour, en cambio, siguió adelante. Guió el Piamonte y más tarde a la Gran Italia por diez años, bajo el reinado del joven rey. Demostró ser más diplomático que los Papas. Logró ayudar a Napoleón III en la guerra contra Austria, a favor de una Italia unida, después de la guerra de Crimea: Napoleón III debió cumplir la promesa; audazmente ofreció Niza y Saboya a Francia, territorios que todavía Italia pretende. Cumplió el Emperador y fue objeto de un odio acérrimo  por los italianos.
A mitad del S XIX, el emperador francés derrotó a Austria pero se detuvo y le ofreció su amistad. El emperador Francisco José estuvo de acuerdo: para Italia quedó Lombardía, dejando Venecia al emperador de Austria.
Cavour se desilusionó y discutió con el rey, cuando éste le concedió la mitad de lo ganado a Napoleón III.
Garibaldi

Patriota de la libertad, conocía el Mediterráneo por ser su padre un comerciante y ayudarlo -siendo niño- en la costa. Se escapó al mar para no entrar de cura. Se alió a los grupos revolucionarios de Mazzini. 
Condenado muy joven, huyó a América del Sur, donde formó parte de la revolución de Brasil y Uruguay. Estuvo en la cárcel, sufrió torturas, vivió otra guerra, fue capturado en Porto Alegre y encontró a su primera mujer, una condesa que debió abandonar. Prefirió pelear a hacer política, no por orgullo sino por gloria; fue herido en Uruguay y otra vez en Roma.
Mazzini tenía la pasión por la libertad; Cavour por Italia y Garibaldi por la aventura.
A los cuarenta años este último huyó, después del fracaso en Piamonte; trabajó en una fábrica de velas en Nueva York y más tarde en un barco de carga, al frente de un regimiento italiano.
Diez años más tarde, con cincuenta años era general en los mismos campos de batalla. Un año más tarde fue la victoria sobre Austria; se embarcó en Génova con un millar de voluntarios y, engañando al enemigo, dos días después llego a Sicilia, derrotó la tropa del rey Borbón y a las pocas semanas era dictador en Nápoles y Sicilia. Entregó las conquistas al rey de Italia. Entró a Nápoles a caballo, detrás del rey. Al día siguiente se dirigió al Nordeste de Cerdeña, donde se retiró, cultivó su jardín y escribió versos, pero regresó a los sesenta años porque ya no soportaba esa vida tan pacífica. Al finalizar la lucha en toda Italia buscó nuevas aventuras en Francia y Alemania. Se casó por tercera vez y finalmente murió a los setenta y cinco años, conservando el paso firme y el brillo de sus ojos.
El enemigo fue el Papa, no fue Austria, ni los Borbones ni Cavour. Luchaba con un hombre de acero, un dictador nato. Pío IX no pudo ser militar por sufrir de epilepsia; se hizo entonces sacerdote a los treinta, a los cuarenta fue arzobispo y a los cuarenta y cinco fue proclamado Pontífice durante treinta y dos años: fue el más largo papado de la historia. Era un autócrata que rompió con las tradiciones; fue liberal por ambición y convicción, haciendo varias reformas administrativas. Cuando la revolución tocó a las puertas del Vaticano, se asustó y aceptó la Constitución y las dos Cámaras -una designada por él-.
Las tropas del norte de Italia marcharon contra Austria. Como católicos e italianos pidieron su bendición. El Papa no deseaba un conflicto con los Habsburgos; dio astutamente la bendición solamente  hasta la frontera con Austria; cuatro semanas después se declaró neutral. Roma se indignó y la península entera también. La rebelión obligó a renunciar de la guardia suiza y a aceptar la guerra civil. A los pocos días cayó prisionero. Pidió ayuda al rey de Nápoles, abandonó Roma y los católicos no lo detuvieron.
Roma se convirtió en una República; todas las propiedades de la iglesia pasaron a ser del gobierno, haciéndose cargo Mazzini.
Napoleón III restauró al Pontífice, pues deseaba ser coronado emperador.
Garibaldi, al son de “Roma o Morte,” se dirigió a la ciudad eterna. Hubo combates entre franceses e italianos, que recordaron el “saco di Roma” por Carlos V,  en el S XVI. Los franceses tuvieron que retirarse.
Garibaldi partió hacia América. La república duró cinco meses. El papa regresó un año más tarde; su destierro había sido de diez y ocho meses. Pío IX siguió siendo autócrata y exigió una venganza. En su exilio se alió a la Orden de los Jesuitas. Hubo expulsiones, torturas y prisioneros; hubo crueldad de parte de la iglesia, pero los austriacos la frenaron; deseaban destituir al pontífice.
Nació un odio hacia el Vaticano, igual que en tiempos de  las luchas con Bizancio. Entre 1850 y 1860, el Papa fue odiado como una pústula política seglar.
Napoleón defendió el estado papal con sus tropas y al Papa como autoridad. El totalitarismo de Pío IX llegó al clímax. Se volvió antiliberal. Vengativo, cruel contra un mundo que estaba en oposición a  su deseo máximo: ser infalible en materia de Fe y moral, estableció el absolutismo:   exigió que se lo reconociera como infalible en cuestiones eclesiásticas. Se envió 113 delegados a América,una cuarta parte de los seiscientos votos fue contrario a la propuesta, aunque no se los tuvo en cuenta.  Los sacerdotes  invocaron la orden de Gregorio VII. La guerra de Francia contra Prusia distrajo la atención del mundo.
Pío IX se sintió en la cima del poder. Napoleón fue derrotado en seis semanas en la batalla de Sedán. Fue un golpe de suerte para Italia. A los dos meses el Papa era hecho prisionero. Mantuvo su dignidad, su libertad y su guardia personal más tres palacios y dinero suficiente, pero rechazó la libertad y el dinero; prefirió ser un prisionero. Pío IX, estando cerca de sus cincuenta años, jamás abandonó el palacio de los veinte patios y los soberbios jardines.  
Este fue el gran momento en el Mediterráneo. Los sucesos hicieron que el Pontífice tuviera un poder espiritual donde ya no sería dueño ni de tierras ni de tropas ni de una policía ni de una Corte ni de los impuestos. Para seguir unida, Italia debía ceder.
Roma fue gobernada por emperadores o pontífices. Cuando trataron de gobernar juntos les fue imposible. Los papas fueron considerados sacerdotes supremos, como los faraones en otros tiempos, reunido en un solo poder y por una sola mano. Pío IX no pudo ver que su derrota se convirtió en una victoria. León XIII, su sucesor, lo vio y fue venerado.
Italia pasó a ser un reino sólido, reunido bajo un idioma y un mismo gobierno. El rey era débil para apoderarse de Córcega. Clemenceau le ofreció ayuda, con gran pena de los franceses. Deseaba tomar Túnez, aunque Inglaterra se lo impidió. La expansión natural de un nuevo reino debía ser hacia el norte de África.
La navegación se activó con el vapor. Por primera vez Austria usó buques blindados en alta mar -en 1866- para vencer a los italianos. Se luchó por las comunicaciones más veloces. El Mediterráneo revivió para el comercio universal. La puerta -que por mil años estuvo cerrada- fue abierta.
Fue un momento culminante para la liberación de este mar interior, que se asemeja más a un lago.



Bibliografía; Ludwig, Emil. EL MEDITERRÁNEO, el mar que dio origen a una civilización. Edición Fabril Editora, Bs.As, año1960.

domingo, 30 de agosto de 2020

ES INDISPENSABLE ELIMINAR LA CÓLERA

Es indispensable eliminar la cólera


Detrás de la ira se pierde la esperanza; detrás  de la esperanza se encuentra la furia; detrás de ella, el dolor y detrás del dolor, una lastimadura muy antigua. Cuanto antes se reconoce, más breve será el período de recuperación o el trauma psicológico. Es forzoso encontrar ese trauma inicial –como un descubrimiento consciente- para poderlo contener y curar. Se debe descubrir su origen, examinar la causa que lo provocó.
La cólera puede aparecer frente a los malos tratos, la falta de respeto y abandono en la infancia que, sensibilizada y bloqueada ante nuevas lesiones, hace lo imposible por evitarlas, para protegerse.
De adultos no permitimos que nos lastimen de igual modo; uno puede desbordarse ante ciertos tonos de voz, gestos, palabras u otros desencadenantes que nos recuerden los hechos de origen. Si uno pierde los estribos, se debe ahondar la herida infantil sufrida; si existe un huracán por dentro sólo dejará cenizas. Es imprescindible descubrir la utilidad del enojo; a veces necesitamos desahogarlo antes de lograr apaciguarnos.
La furia residual de la antigua herida puede compararse a un proyectil donde siempre quedan trozos diminutos diseminados; esos minúsculos fragmentos quedan en el interior de uno y asoman en otra herida, que produce el estallido de furia. Los elementos irritantes permanecen en la psique y no se logran extirpar en su totalidad, produciendo un dolor tan agudo como en la lesión inicial; el ser se tensa, teme el impacto del sufrimiento y de esta manera la herida se intensifica. El presente es una repetición del pasado y –con ayuda de un profesional- se supera. La ira no se elimina como un cálculo renal; se necesita paciencia y tiempo.
Si es una cólera antigua se debe emprender una acción inmediata para curar la psique. Siempre existe un momento en el cual se debe soltar la artillería de adentro contra una grave ofensa recibida en la niñez, ofensa al espíritu o del alma. Existe un momento para la justa ira y la justa furia. Los seres humanos muy sensibles son vulnerables y están expuestos a lesiones espirituales sin curar. Pueden a veces utilizar la frialdad como modo de anestesia, para proteger el instinto herido.
En su psique instintiva el hombre posee la capacidad de enfurecerse en grado considerable, cuando se lo provoca; está en su poder enseñar sus dientes y exhibir su poderosa capacidad de defender su territorio. Tiene, en su interior, muchas veces un soldado exhausto de las batallas que está esperando vencer. Necesita una sacudida que le permita reaccionar con vehemencia. El hombre herido desarrolla una capacidad de percepción profunda y amplia; para entrar y salir del inconsciente se debe haber sufrido mucho, porque sólo así se adquiere una ardiente confianza en sí. Es posible que en el camino se haya marchitado un corazón roto, un matrimonio roto, promesas rotas; un cuerpo acumula escombros inevitablemente aunque –si uno regresa a la naturaleza instintiva- renacerá seguramente y seguirá creciendo.
Todas la heridas deben suturar. No es saludable reprimir la cólera, porque no se evoluciona y no deja posibilidad al cambio. Experimentar una agresiva reacción ante las lesiones forma parte de una psique instintiva sana. La reacción vehemente es natural y lógica en el proceso del aprendizaje del alma.
Una cólera permanente es un fuego que acaba quemando la energía primaria. La ansiedad y el tormento del pasado afloran con un carácter cíclico. Una profunda purificación mediante las palabras elimina buena parte del antiguo dolor y de la antigua cólera; el residuo jamás se borrará por completo; dejará una ligera estela, pero no será un fuego devorador.
El llevar al extremo la antigua ira equivale a experimentar una constante ansiedad; no es alboroto, alterarse, arrojar objetos, consiste más bien en una eterna sensación de cansancio, destrozar lo tierno dentro de uno, convertirse en un cínico, tener miedo a perder nuevamente algo, permanecer en un  silencio de furia, a la  defensiva o sentirse desvalido.
La tarea no se puede completar recordando solamente, sin el ritual del perdón, porque perdonar deja la posibilidad de sanar.
Pero perdonar no significa pasar por alto la acción, comportarse como si nada hubiera ocurrido. El perdón de un 95% es de beatos o santos; con un 50% alcanza y un 10% es no intentarlo en serio. Lograr disculpar es un don que se aprende como una técnica. Una alta sensibilidad no siempre permite pasar por alto la ofensa; uno no es malo porque le cuesta, aunque para poder sanar se debe aullar nuestro pesar y… perdonar. Tengamos en cuenta que el perdón definitivo no es una rendición: es una decisión consciente de dejar de guardar rencor.

Bibliografía: Pinkola Estés Clarisa. MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS. Barcelona. Bs. As. 2001.

CLASE DE MADRES

Clase de madres

Bibliografía: Pinkola Estés Clarisa. MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS. Barcelona. Bs. As. 2001.

Ser demasiado obediente y dócil y sólo reflejar los criterios y los valores de la madre no deja lugar al desarrollo del hijo. Comportarse en forma apropiada, según el criterio de los padres, obliga al hijo a huir hasta encontrar el alimento necesario espiritual que lo otorgue paz.
La mayor parte de los adultos hemos recibido de la madre un legado interior-bueno o malo-según la época de la infancia que nos tocó vivir. Existe en la psique un doble de la madre que habla y actúa y responde, del mismo modo como la madre real de la infancia.
-La madre ambivalente:
Se siente atacada, emocionalmente dividida, pues no se doblega a los deseos de su sociedad. Suele intentar moldear al hijo para que se comporte como lo exige su medio ambiente, a fin de ser aceptada. Teme ser ella y su progenie castigados, por un lado lo protege y por el otro se debate entre el deseo de ser aceptados, la madre de un hijo diferente necesita enormes resistencias para poder nadar en contra de la corriente de una cultura de estrechas miras, que la obligan a elegir entre las reglas o su instinto. Para poder criar a su niño en una cultura dominante, debe ser heroica, defendiendo a su hijo y ocultando su personalidad.
-La madre derrumbada:
Cuando una madre se derrumba psicológicamente ha perdido el sentido de sí misma, se ha visto separada del Yo y se ha derrumbado, debido al temor de una amenaza real psíquica o física. Cuando una persona se derrumba suele resbalar hacia uno de estos tres lados emocionales: a) se siente confusa, b) cree que nadie la comprende o no comprenden su tormento y c) es una repetición emocional de una antigua herida no reparada, cometida en su infancia o hace muchos años. Para conseguir que una madre se derrumbe hay que provocar en ella una división emocional, debe elegir entre ella y una sociedad terriblemente cruel y desconsiderada. Debe buscar la puerta correcta para no ser repudiada una y otra vez: buscar la apropiada, no la más fácil.
Aparentar es cortar la conexión entre la mujer y su psique, la disimuladora es una mujer sin garra, nerviosa, con buenas intenciones, que se desvive por ser buena. Mostrarse fría es en ella un acto de ira defensiva, disimula o rechaza los sentimientos hacia uno o los demás.
Si uno intentó encajar en algún molde y no lo consiguió, tuvo suerte. Es una exiliada, pero protegió su alma sin saberlo. ES mucho peor permanecer en el sitio que no corresponde y andar perdida buscando el lugar psíquico apropiado. Si no lo encuentra en su grupo familiar o profesional, debe encontrarlo por sí misma. No debe obligarse ni adoptar formas que no le son propias. Lo natural es más curativo y sencillo.
A veces uno se pregunta cómo nació en una familia tan extraña a su modo de ser o insensible y por qué tantas prohibiciones a sus deseos naturales. Porque uno no estaba destinado a ese lugar, cayó por causalidad, pero –aunque duela y mortifique- la mujer salvaje tiene capacidad de salvarse, los niños muy obedientes tienen una mirada acobardada. EN cambio, un alma sana brilla, resplandece, porque puede florecer. Puede arrancarse el arquetipo para poder crecer. Seguir siendo un niño sobreviviente del adulto nos hable de un arquetipo herido .Mientras que comprender la herida y recordarla nos permite evolucionar. Nuestro derecho es crecer, no sobrevivir para los demás. Y no debe asustarse si alguien lo llama la oveja negra o el lobo solitario. Los inconformistas son la lacra de la sociedad ser distinto, ser original los hace temblar. Si alguna vez fueron llamados incorregibles, revolucionarios, van por buen camino. Si no lo hicieron, todavía hay tiempo.
Todo ser debe investigar su propio Yo, puede romper tabúes para encontrarse con la realidad y descubrirla. Qué hay en el fondo de mi ser? Qué parte mía ha sido asesinada? No indagarse equivale a una muerte consciente. A veces se debe temblar o correr, pero el ser humano tiene derecho a luchar por conservar su conciencia, si no lucha o pierde el interés es porque conserva su instinto dañado.
Dejar morir la madre demasiado buena con el solo fin de protegernos no nos impide resolver los retos que la vida nos impone. Pero dejar morir lo que necesita morir, desprendiéndonos de la imagen materna dulce y tierna y estar dispuesto a correr riesgos para afilar las facultades intuitivas y comenzar a ser un ser salvaje, es ya un paso adelante. Ser solamente amable no permite alcanzar la felicidad, permitirse la tensión entre lo abandonado y lo que uno está aprendiendo a ser. Cederle lugar al impulso.
La familia es a veces un ganglio intrapsíquico que pinza el nervio vital de nuestra existencia. Que emerja la tensión para poder crear un cambio, para poder decir NO. Uno no puede –para agradar- ser la esclava de todo el mundo. Toda mujer que oculta sus deseos y sentimientos, con el tiempo lo paga. La falta de decisión mata. La intuición intensifica y agudiza la capacidad de moverse con fe en el mundo exterior. Se debe ejercer, vivir de acuerdo a uno mismo, sin fingir, según el brillo propio y al margen de la moda impuesta. Por ejemplo, aprobar cierta clase de belleza impuesta es no prestar atención a la naturaleza. Juzgar negativamente el aspecto físico heredado es crear un generación de mujeres angustiadas y neuróticas. Emitir juicios destructivos sobre esa herencia física es despojarse del orgullo de su linaje ancestral. Es aparentar , no ser.
Para conservar lo femenino intuitivo, debemos lograr la unión interna hacia la propia integración. La colectividad eclipsa las necesidades del alma individual. Todos recibimos el influjo de otros grupos y otras sociedades, pero –si nos sentimos más a gusto con ellos- la colectividad reparte premios y castigos entre los rebeldes individualistas. Uno debe ser igual a ellos, no provocar ni perturbar: ser uno del montón, seguir el sistema de valores impuestos que provoca una pérdida de la conexión con el alma. El desafío de diferenciarse es arduo y difícil, porque desarrollar los singulares talentos está entre los logros más importantes del ser humano, impide que la psique se deslice hacia la esclavitud. Una cultura que promueve la evolución individual jamás convertirá en esclavos a sus miembros. Dejarse convertir en ceniza es perder el tesoro de la vida y comportarse como ya muerto.
A veces, desmedirse en las conductas es buscar un sentido a sus necesidades, a su expresión del Yo y a la satisfacción del espíritu.
El instinto creativo es el lenguaje lírico del Yo. Las palabras que impulsan el estímulo guía a los seres hacia una conducta integral. Cuando se pierden los ciclos naturales se produce el vacío y comienza el tedio, los estados de ansiedad o la temible depresión. Cuando uno accede a los mandatos en ocasiones siniestros, el individuo queda herido y sus impulsos queda extinguidos. El tronco cerebral de la vida creativa es el juego, no la corrección. Si uno acepta las reglas de su grupo social se aniquila la creación. La represión de los instintos negativos así como los positivos torna a la oscuridad. La presión genera represión y da lugar a que estalle hacia afuera, liberando su contenido interior. Cuesta taponar lo que estalló, una vez producida la detonación, pero vivir una existencia falsificada para obligarnos a adaptarnos nunca dio resultado. La colectividad ejerce presión para obligarnos a adaptarnos, el juicio negativo amputa cualquier miembro que no se adecue a las normas. El grupo social es hostil a la rebeldía y a la no aceptación de los mandatos. Se debe buscar otro grupo, desconectarse incluso de la familia, si no logramos crecer. Porque ser salvaje es enfrentarse a los desafíos, ser sumisa es privarse del alma.