viernes, 16 de febrero de 2018

BISMARCK

                        

Federico Guillermo IV murió loco: su hermano, Guillermo, hermano de Federico Guillermo, casado con la princesa inglesa Augusta, fue el primer  Emperador Alemán. Antes era   rey de Prusia.
Su hijo, Federico, casado con Victoria, hija  mayor de la reina  Victoria, estaba enfermo y reinó muy poco tiempo.
Su hijo, Guillermo II lo sucedió.

Durante ocho décadas, este luchador  fue blanco del odio  de los partidos políticos. Encarnó el destino  de los alemanes y  a quienes llamó a unirse como país para independizarse de Austria, lo cual trajo problemas con Rusia, Francia y Gran Bretaña, que no aceptaban fácilmente el nacimiento de otra gran  potencia.
A los principados y ducados -independientes entre sí- los convirtió en una nación, eligiendo al Rey de Prusia como Emperador de Alemania.
Hasta los treinta años no hizo nada  importante, pero desde esa fecha nadie pudo detenerlo. Fue el Canciller de Hierro, obtuvo el título de conde, luego  de duque para  pasar a ser Príncipe de Sajonia y Pomeramia. 
Los abuelos paternos fueron caballeros; disponían de una infinidad de criados para labrar la tierra. En la iglesia tenían un sitio especial para sentarse, como Señores feudales ilustres. Sus antepasados eran terratenientes no adictos a la Corte.
Su padre deseaba una vida en paz; su madre, en cambio, le gustaba triunfar en los salones; heredó de su madre una aguda inteligencia y el deseo de poder.  Era culta, poseía ingenio, era una dama fría, de la cual no recibió mayor cariño ni educación.
Su padre era noble; la madre, en cambio era de origen plebeyo. No le gustaba la afinidad hacia la nobleza de su hijo ni su orgullo. Entre los ocho  y los trece años estuvo en un Instituto interno, sintiéndose  un extraño en su hogar. Pasó malos momentos en el internado; se comía carne  y pan duro; era un régimen espartano; llevaban ropas livianas en invierno  y los despertaban con golpes de florete. Se levantaban a las 5 ½: los trataban como reclutas. Los profesores sentían hostilidad por la nobleza y debió soportar  humillaciones que dio lugar a su odio por las ideas liberales. Denominó esa época como “vida de presidio”.
Pasó varios veranos en Berlín, porque su madre partía en julio para sus baños termales. El egoísmo maternal atentó  contra la economía, obligando a la  familia a trasladarse a Berlín en los inviernos, no con el lujo que ella pretendía.
De los doce a los diez y siete fue alumno del Monasterio para estudios superiores. El odio a la burguesía ilustrada, inculcada a los hijos de la nobleza, despertó  en él sus ideas aristocráticas.
El invierno lo pasaba en Berlín; los veranos, su hermano mayor y él se quedaban con un profesor particular y un criado. Desde los  siete a los diez y nueve años no tuvo, fuera de su progenitor, nadie a quien amar.
El padre no era cristiano; la madre era una teósofa, creyente de la teoría de Mesmer, aunque ninguno concurría a la iglesia.
Era de carácter altivo y terco; sobresalía en alemán. Siempre le gustó dormir y se sentía despejado recién pasado el mediodía, una característica de los neuróticos, que siguió practicando a lo largo de toda su vida, como un hábito natural.
Malvinas, su hermana doce años menor, lograron alegrar su vida triste. Era la favorita de los padres y un juguete para sus hermanos mayores.
Desde los quince, se le permitió pasar los veranos en la mansión campestre junto a su familia. Flirteó con una granjera y una institutriz. Desarrolló ideas nihilistas en su adolescencia y de este escepticismo nació su política de breve duración.  Muere Goethe  y termina su formación. Siempre fue monárquico; todo aquél que se resistía al Emperador le caía antipático: el ideal de la burguesía era servir al Rey y a su espada. Poseía un innato orgullo, herencia de su padre y amaba cazar.
Educado sin fe, escéptico por naturaleza, no reconocía un poder superior. No se ocupaba de Dios aunque tampoco negaba su existencia.  Ya casado, cambió algunas actitudes respecto a la religión pero sólo cuando sus hijos enfermaban.
Morley y el conde Keyserling eran sus amigos. Estudió Derecho, que lo formó para ser diplomático. La madre quería que fuera importante para conservar la misma posición de su padre.
Hasta los veinte años condenaba el duelo, era indiferente a la política, no tenía interés por seguir una carrera militar  y defendía el honor de Prusia con ardor, pero estaba indeciso sobre su futuro.   Bebía y comía en exceso y en el juego contraía deudas. Nunca fue vencido en natación. Era maestro de equitación y de esgrima.
Estaba convencido de que la unión de Alemania se solucionaría al cumplir  los veinticinco años, (se equivocó por trece años). Tuvo varias novias, siempre manifestando un cierto horror hacia el casamiento. Se enamoraba perdidamente. No le gustaba ni le interesaba estudiar.
A los veintiuno  vivía con su padre en Shöenhausen, una mansión con treinta cuartos  -sólo dos con  chimenea- con  jirones de damasco en los tapices. La casa era cuidada por una vieja ama de llaves: en los años que pasó en el campo, leyó mucha historia de Inglaterra, sociología y, en literatura, a Shakespeare y a Byron en inglés. Leyó la ética de Spinoza y a  Voltaire.
Hasta los veinticinco le gustó convertirse en un agricultor; se ocupaba de  la contabilidad, cabalgaba, cazaba patos. Desterró  el cinismo; se calmó. Pasó los exámenes con altas notas y se fue luego a la frontera donde malgastó el dinero. Un conde lo ayudó dándole un  puesto de asesor. Empezó su carrera diplomática; le era totalmente igual ser enviado a San Petesburgo o a Río de Janeiro. Le gustaba cabalgar con jóvenes inglesas; se enamoró perdidamente de Laura. Seguía jugando y llenándose de deudas.
Hacía dos años que no visitaba a sus padres; éste se negó a saldar sus deudas. Su madre estaba furiosa. Durante seis meses siguió  a Laura, que terminó por dejarlo por un hombre más rico. Pobre, enfermo, sin su amor, regresó a Pomeramia; entró en las oficinas de Potsdam, bajo el amparo de una importante protección, pero con la condición de que su padre pagara sus deudas; éste pasaba por una situación complicada; no duró mucho tiempo; a los tres meses  se fue sin despedirse.  A su madre enferma  le detectaron un cáncer y se sometió a un tratamiento. Su hijo la visitaba.
A los veintitrés deseaba liberarse del servicio militar. Inventó una lesión para no ser soldado: no aceptaba ser subordinado por nadie y siempre discutía con sus superiores.
El padre estaba arruinado; la madre enferma y los dos hijos cumpliendo el  servicio militar sin ganar dinero;  éstos - luego del servicio-  trabajaron en el campo para salvar a la familia de la bancarrota. El padre se quedó en Shöenhausen y les cedió las otras  fincas. Muere su madre.

Habla de la política con desprecio. Tiene ya veintiocho años; se compromete por tercera vez con Otilia. Los padre de ella se oponían; la hija renunció  a esta relación  con una  carta de despedida.
Viajó a Inglaterra, a Escocia, a Suiza. Regresó disgustado. Alemania estaba estancada; Los otros países tenían más vida. Uno de sus amigos se enamora de Malvina, de diez y siete años.
A los setenta y tres años su padre  se quejaba  de sentirse anciano y sordo;  temía morirse y deseaba  volver a verlo.
A los treinta vivió cinco años  en el campo. Se tornó melancólico;  vegetaba y  se aburría. Pasó largos meses con su padre; su vida le resultaba tediosa. Solicitó un empleo del Estado pero a las dos semanas no soportó la oficina y regresó.
Su deseo era ser miembro  del Parlamento, De quinientos hombres sólo tomaban conservadores que no eran partidarios de una Alemania unida. Él quería terminar con las provincias confederadas.
Bismarck sentía simpatía por el rey, ya anciano, que estaba en contra de los liberales-
 Llegó al Parlamento. Tenía una prestancia noble, no era afectado, de fáciles gustos, aspecto resuelto y enorme energía. Rostro fresco que denotaba salud con una cierta  sonrisa burlona. Poseía una voz clara y sonora,  de  tono bajo.   Tuvo problemas, cometió errores  pero mostraba ser un luchador. 
Federico Guillermo había perjudicado al país; veinte años más tarde fue declarado mentalmente enfermo. Era soberbio y testarudo y se creía capaz de gobernar solo. Murió demente.
 Bismarck se casó con su última novia y pasó unos meses calmos con su joven mujer.
1848
Bismarck huyó de Berlín cuando estalló la  revolución.  París expulsó al rey declarando la república. Alemania deseaba algo similar. Los ministros fueron sustituidos por los liberales;   ese año el pueblo salió a la calle y el rey ordenó la retirada; prohibió la toma de Berlín. Bismarck actuó por su  cuenta;  el Rey y su hermano estaban en peligro de perder el poder. Augusta   no le perdonó jamás  su lealtad hacia el monarca, cuando se opuso  a destronarlo.  Así finalizó la contrarrevolución.
En Sajonia lo esperaba una nueva vida. Comprendió tarde el engaño de los cortesanos. El gobierno quiso  que los nobles pagaran impuestos –como pasaba en otros países- pero su ministro aconsejó prudencia.
A los dos meses,  Guillermo I regresó. Nunca deseó ser rey. Al destronar a su hermano mayo loco, lo tomó como una carga penosa; aceptó la corona imperial, ofrecida por la  nobleza. Todos querían la unidad alemana pero con otra Constitución, sin incluir a Austria: de lo contrario preferían que Prusia siguiera siendo Prusia.
Días después,  Bismarck pronunció un discurso en el Parlamento, defendiendo la nobleza prusiana  y firmó con la partícula “Von”, signo de nobles, junto a su apellido pues era noble de herencia y deseaba sacar partido de esa situación.
Entre los treinta y tres y treinta y seis trabajó en el Parlamento; quería ser reconocido por los hechos. Tenía una salud pletórica, pese a comer y beber en exceso. Todo en él era exagerado; daba paseos intensos, galopaba durantes horas y necesitaba mucho sueño para no despertar de mal humor. En ocasiones llegó a dormir catorce horas seguidas.
En Berlín vivía solo;  le era fiel a su mujer y le escribía cartas tiernas. Juana tuvo una niña. Bismarck temía  que enfermara; era un tirano cariñoso.  Al tercer año de casados nació Herbert.  Vivían con lo justo. Cuando  visitaba a su mujer e hijos, era feliz unos días. Fumaba, leía, paseaba por el campo, se comportaba como un buen padre de familia; jugaba con su perra, contemplaba los surcos de los trigos y veía crecer el nuevo bosque plantado.  Pero al tercer día se aburría. Todo lo disgustaba y se sentía desgraciado. Sentía miedo de esa vida aislada y retraída. Era feliz pero como buen neurótico con el eterno miedo a perderla; se aferraba a su familia.
La confederación alemana estaba custodiada bajo la vigilancia de Metternich  Desde la guerra de La Independencia los alemanes ardían a escondidas.
Federico IV rechazó la herencia  del título. Austria no estaba de acuerdo e impuso el sistema vienés, lo cual enojó al pueblo y se cerró el Parlamento para asegurar la paz. Austria era una potencia germana que reinaba sobre diferentes pueblos de idiomas diversos, sometidos por las armas. Prusia, líder de la confederación, a la cual Hesse pertenecía, protestó; existía la amenaza de una guerra y Prusia se identificó con la libertad, momento deseado por los estados alemanes. Austria y Baviera estaban preparados para atacar a Prusia, pero Alemania quería  su soberanía y poner fin a la confederación.
Bismarck fue llamado  urgentemente, como diputado y oficial de Reserva Nacional. Fue al Ministerio de Guerra, donde notó que las tropas estaban esparcidas y que, si estallaba una guerra, deberían abandonar Berlín a Austria. Prefirió la moderación, pues necesitaba tiempo y deseaba la paz.  Setenta millones de alemanes dependían de las intrigas políticas. La guerra era un desatino; perderían tierras y cientos de miles de hombres. Aceptaba enfrentarse a Austria, pero su objetivo era la unión alemana. Presionado por Rusia, se decidió la paz. El joven emperador de Austria, Francisco José,  logró el apoyo de los rusos, no el de Prusia.  
Los prusianos estaban furiosos; Bismarck, en el más importante discurso como diputado, los convenció que se debía ir a la guerra bien mejor armados.  Tenía treinta y cinco años. Defendió la sumisión de Prusia, ocultando sus ideas sobre una lejana guerra contra Austria. Quería poder para él y luego servir a su patria. Se lo designó diplomático, representante de la dieta de la unión para trabajar junto a Austria. Le ofrecieron un ministerio que rechazó. Se quedó en Berlín. Frecuentaba poco sus propiedades, porque le resultaba insoportable la soledad (Juana estaba en Reinfeld, en casa de sus padres), En 1851 fue enviado a Francfort con un sueldo que no le dejaba esperanza de vivir con su familia; Juana se queja; él la consuela con sus cartas, pero le escribe que sólo podrán reunirse en los pocos días de vacaciones; siente temor que el rey no lo nombre embajador, como se lo había prometido, cuando presionó sobre Austria.

A los treinta y seis años, llevaba una vida con mayores lujos, vivía en una casa y tenía un cocinero francés. Rodeado de su familia, leía una cantidad exorbitante de diarios y a la noche se vestían de gala pues llevaban  una vida social intensa, regresando a medianoche. Leía siempre antes de acostarse.  La vida social le agradaba pero le molestaba salir todas las noches.
En su casa prefiere la comodidad al orden y la etiqueta. Son buenos anfitriones en cuanto a las comidas y bebidas (cerveza negra y champagne). Se fumaba, se tocaba el piano, se tiraba el blanco en el jardín. Solía quedarse en bata de dormir hasta el mediodía pero para salir se vestía con trajes de  calidad con  las mejores camisas. 
Entre los treinta y siete y los cuarenta y ocho años su energía mermó y se volvió más nervioso a causa de los conflictos en Prusia que no podía solucionar. Le inquietaba  las grandes potencias, Francia, Inglaterra y Rusia y sobre todo  Austria, el gran enemigo.
La unión Aduanera era un ítem de discordia, el punto para alcanzar a ser un imperio alemán  y el más fuerte vínculo entre Prusia y los estados confederados.  Austria deseaba destruirlo para anular las consecuencias políticas. Tuvo éxito en prorrogar la ley sin dejar entrar a Austria.  El Emperador Francisco José  siguió sin encontrar eco en Berlín y se quejó del repentino cambio sobre sus decisiones. 
Bismarck viajaba entre Francfort y Berlín  continuamente. Se respetaban sus ideas. En la corte de Francfort lo mimaron, lo adularon, pero siempre tuvo en cuenta que el favor se puede perder fácilmente.
El Zar Nicolás II era el hombre más poderoso de Europa. Su imperio abarcaba regiones  inmensas. En Rusia existía aún la esclavitud.
Cuando estalló la revolución húngara, el zar ayudó a Francisco José con un ejército que terminó con la rebelión, pero dejó a Austria como un mero vasallo. Llegó el momento de repartir Turquía pero en Francia, Napoleón III no quería abandonar la llave del Santo Sepulcro. De estas veleidades dependía el destino europeo. La guerra entre Francia, Inglaterra y Turquía era inminente. Austria temía que Rusia se extendiera hacia los Balcanes con el fin de unirse a los aliados occidentales. Los países liberales estaban con Occidente. En marzo, la crisis llegó al punto álgido.
Bismarck se opuso a la guerra. No tenía motivos ni dejaría ninguna recompensa. “Sólo despertaría deseos de venganza en un pueblo que sería vencido en la frontera”. El rey estaba furioso con esta respuesta; Bismarck   intuía que  la reina Augusta era quien hablaba por boca  del rey, pues tenía una  fobia total contra lo rusos. Era la segunda vez que  el rey y el ministro se enfrentaban como enemigos.
 La victoria en Crimea lo reconoció como estadista europeo. Prusia tenía una flota que resistía las tormentas y no quería cooperar con la flota austriaca en mal estado. Alemania debía ayudar  al Imperio austro-húngaro  únicamente para su propio beneficio. Guillermo I dudaba. Bismark marchó a París, pues percibió que unido a Napoleón III podría generar algún cambio.
Después de la paz en Crimea 1867-68 Napoleón III se transformó en árbitro de Europa pero Francia nunca  fue un país que le inspirara simpatía Austria halagaba a Francia con regalos. El canciller  temía que Rusia quedara aislada y  pudiera ser aplastada: necesitaba una alianza con París. El rey en Prusia lo encontraba  insensato. Bismarck sabe que Alemania necesita expandirse, apoderarse en el  norte de Hannover, de Schleswig y Holstein para llegar a ser una potencia marítima  y, unida a Francia, podría mantener en jaque a la flota inglesa, si surgía un problema en Austria, por causa de tierras en Italia. Fue una entrevista que se mantuvo en secreto. El canciller aconsejó invitar al Emperador  Napoleón a Alemania.
Cuando el rey le otorgó un puesto vitalicio en la alta Cámara,  que lo   beneficiaba cerca del gobierno, anheló  poder  influir con sus ideas, pero pronto renunció y no aceptó la reelección. Está en contra de toda rebelión. (cont)Bismarck





No hay comentarios:

Publicar un comentario