sábado, 22 de noviembre de 2014

TCHAIKOVSKY

TCHAIKOVSKY


Su padre se casó dos veces; quedó viudo con una hija que se educó en un convento. La familia creció: Nicolás, luego Pedro, más tarde Alexandra e Hipólito, los mellizos. Cuando tenía cuatro años llegó a su casa una institutriz francesa Fanny, que él adoró y ella lo protegía sabiendo que era especialmente hipersensible. Lo llamaba “su hombrecito de cristal“. Tenía una inteligencia despierta, mucho encanto, imaginación y voluntad. Tanto en verso como en prosa era capaz de desarrollar temas patrióticos y religiosos; su corazón estaba lleno de sentimientos excesivos: éxtasis, piedad, adoración: lloraba a menudo. Adoraba a su madre y a Fanny y quería a su padre. Su hermano Nicolás soñaba con aprender a bailar; Pedro sólo pensaba en inventar rimas y escribir, expresar sus sentimientos  y buscarles una salida. 
La pianola -último invento de la técnica musical- lo maravilló. La flauta traversa de su padre y la voz de su madre eran sólo recuerdos. Fanny desconocía la música. En el hogar ruso había un piano de cola y de vez en cuando algún visitante tocaba una polca u otra danza. 
Un día un oficial polaco, brillante músico, se sentó y tocó las mazurcas de Chopin. Un temblor se apoderó de él, el mismo que habría de repetirse durante toda su vida cada vez que escuchara música de Mozart. En Navidad lo llevaron al teatro, a la ópera y al ballet.  La orquesta sinfónica  escuchada por primera vez lo estremeció. 
Empezaron los estudios y se acabó la infancia. Sus padres decidieron enviarlo a la Escuela de Derecho en Moscú; jamás olvidaría cuando su madre regresó con los mellizos, su padre y los sirvientes  a San Peterburgo.
 Su tío Modesto lo alojó en su casa. En mayo de 1852 no llegaron sus padres de San Petesburgo; al padre le iba mal en el comercio y debía ahorrar. La repentina catástrofe financiera de la familia llegó poco depués, donde su padre perdió todo  el dinero; fue un golpe terrible. 
Empezó una nueva época. Nicolás y Pedro regresaron tras los exámenes a su casa a pasar las vacaciones de verano; nadie hablaba de su antigua pasión por la música y su madre creía que había abandonado esa idea por completo. 
En 1854 hubo una  epidemia de cólera; su madre moriría luego de tres días; cuando el doctor sugirió darle un baño, entró en coma y murió sin reconocer a nadie. Su padre también enfermó aunque se salvó. La familia se fue a vivir a la casa del hermano de su padre, que andaba con muletas y tenía un caracter abominable; el tío era un héroe de cincuenta y dos batallas y había llevado una vida monástica hasta su tardío matrimonio. 
Pedro pasaba los domingos con ellos.

Hubo en Rusia un ligero soplo de renovación en las ideas y la enseñanza, una mayor libertad y hasta se modernizaron los programas educativos. 
Llegó un alumno nuevo que se convirtió en el héroe del colegio y revolucionó las ideas de Tchaikovsky sobre Dios, el amor por el prójimo, la estima y el respeto por los mayores; el joven le exponía esos temas con ironía; todo fue demolido por su amigo, con su sarcasmo, su ateísmo y su pesimismo. 
Para Pedro, el porvenir se presentaba un interrogante; siempre le atrajo la música religiosa rusa y los cantos eclesiásticos, que solía cantar con su voz de tenor. 
Su padre quiso saber si su hijo tenía talento musical, pero el profesor le dijo que tenía las capacidades de un alumno superior pero que le faltaban conocimientos. 
En 1859 Pedro salió de la escuela de Derecho y entró en un departamento del Ministerio de Justicia. No le interesaba en absoluto; era un funcionario incapaz, distraído y perezoso. Experimentaba una indiferencia total hacia las mujeres, pensando que eran inútiles e insoportables. Sus tendencias sexuales eran su mayor obstáculo para su felicidad: le gustaba los púberes: no podía dominar su naturaleza. 
Vió Giselle en ballet y escuchó  Norma. En 1861 su hermana se casó. Los siervos fueron liberados y hubo reformas en los Tribunales. El padre seguía interesado en saber si su hijo estaba dotado para la música. El profesor le respondió: “No, su hijo carece de talento; posee cierta capacidad para tocar el piano, aunque no le veo posibilidades de emprender una carrera musical; además es demasiado tarde: tiene 21 años“. Pero el padre no se conformó y le dijo a Pedro; “en mi opinión tú tienes talento; deberás seguir con el Ministerio y con la musica y no  es tarde para que te conviertas en un artista”. 
Se  dejó crecer la barba y llevaba sombrero de ala ancha. Era esbelto, tenía prestancia, boca de labios carnosos con una expresión  indiferente.  
Un rico ingeniero le propuso que lo acompañara en un viaje por el extranjero como secretario e intérprete; Tchaikovsky estaba feliz; por primera vez salía de su país: Viajó a Berlín, Hamburgo, Bélgica, Londres y París durante dos meses; en otoño regresó a San Petesburgo, aturdido por la música brillante que escuchó, pero con la certeza de que junto a esta música existía otra, que apenas conocía y que tenía que ser la auténtica. 
Dejó su carrera de funcionario por la música. Comenzó un curso en el Conservatorio dirigido por Anton Rubinstein donde los alumnos trataban de superar las dificultades de la técnica. Mientras tanto daba lecciones particulares por cincuenta rublos mensuales. 
Componía con  esfuerzo; tocaba a cuatro manos piezas de Beethoven, de Glinka y los talentos nuevos europeos; luchaba por encontrar alumnos y componía dos piezas por semana. 
Un día llegó la gran noticia: Nicolás Rubinstein, hermano de Anton, venía de San Petesburgo a Moscú. Quería poner en marcha unas clases musicales con la intención de inaugurar el Conservatorio, al año siguiente. Nicolás, virtuoso director de orquesta, profesor apasionado, generoso, amante del riesgo, tocaba una música que Moscú no había escuchado antes. 
Los  hermanos Rubinstein  no se llevaban bien pero hicieron un trato: Anton le cedió el feudo moscovita para quedarse él con San Petesburgo. Anton era adorado como pianista tanto como Lizt. Quería ser el mejor compositor ruso y era su hermano quien le disputaba la gloria.  Era cinco años mayor, ya famoso y  gran seductor. 
Le encomendó componer  a su alumno una cantata con texto de Schiller: “el himno de la alegría”. Con gran lentitud compuso su primera sinfonía. Pagó cara esta ascensión pues lo privaba de horas de sueño;  bebía, lo cual le provocaba un agudo nerviosismo más una inexplicable apatía. 

Compone un poema sinfónico de amor apasionado que fue el  comienzo de su gloria. Moscú y San Petesburgo   lo reciben triunfalmente. Se interpreta la obra en el extranjero y -en el verano de 1870- un editor en Berlín compra la obra. Rubinstein la escuchó y la comparó con Chopin. Ganaba dos mil rublos en el Conservatorio anuales. Los conciertos le dejaban quinientos rublos y la crítica    varios centenares más. 
Compone la Segunda sinfonía, donde al final  introduce el tema de una canción popular rusa.  Todos los felicitan por el final folklórico,  considerándolo el mejor músico de Rusia. Es un compositor famoso, cuyas obras son juzgadas en su país y en Europa.  Sus conciertos lo pueden tocar escasos pianistas  por las dificultades técnicas que presentan.
De repente el mundo musical se volvió hostil; la crítica le reprochó que imitara ciegamente a los clásicos sin conocerlos lo suficiente. Los cortes a su ópera y a su poema sinfónico lo sumieron en la desesperación.  Se distanció de Rubinstein y la gente se alejó de él poco a poco, encontrándose más solo que nunca. El Conservatorio era el único vínculo con sus amigos pero dejarlo se volvió una obsesión. 

Francesca da Rimini refleja todas sus angustias de aquella infernal tempestad de deseos que lo arrebataba. Llevaba una vida secreta que lo angustiaba y le pedía a Dios que lo perdonase. Transmitió también estos sentimientos en Romeo, mediante una fuga salvaje, lo mismo que en sus Romanzas  donde muestra la desesperación por su inclinación amorosa perversa. 
Fue a Bayreuth en ocasión del estreno de la versión íntegra de El anillo de Nibelungo de Wagner, como corresponsal ruso y como compositor. Fue la única vez que actuó como crítico. Estaba el Emperador, Wagner, Lizt y todo  San Petesburgo, amante de la música. La orquesta estaba por primera vez por debajo del nivel de la sala. Regresó con la moral muy baja, pese a la admiración de Lizt y de algunos músicos alemanes por su obra. 
 Vakula el Herrero, fue un fracaso; Tocó su primer Cuarteto; en el Andante, el segundo movimiento, Tolstoi,  sentado a su lado, no pudo contener las lágrimas y lo felicitó. 

 En  enero de 1877 cambió su vida; apareció  una mujer viuda, madre de once hijos, ya abuela, fea y excéntrica, con una inmensa fortuna,  que   amaba con locura su música  decidió protegerlo  y lo invitó a pasar un tiempo en la mansión de huéspedes, cerca de su palacio  a 3 km de distancia.  Daba largos paseos  por el parque; se bañaba en el río por las tardes y a veces paseaba en barca con su fiel lacayo. 
 La única condición impuesta era no verse nunca, pero se escribían casi a diario. Ella tuvo conciencia de su genio y -asegurándole el dinero necesario- podría dedicarse  a la composición haciendo realidad su sueño. Dejó el Conservatorio y de dar clases.
Ya hacía tres años que se escribían. El compositor se negó a tutearla; le daba cierta tranquilidad este tipo de amistad y lo tranquilizaba económica y anímicamente. Ella ignoraba su turbulenta vida amorosa y lo  quería con un amor sublime. "Mi destino, gracias a su generosidad  es el nudo de mi arte" le escribíó el compositor.   
Lo invitó a Florencia, donde le alquila una casa cerca de donde ella se aloja;  pasaba por la calle con dos de sus hijas en un coche a caballos, mientras él está componiendo con las persianas bajas. Le dedica su IV Sinfonía. 
 La Segunda Sinfonía fue bien recibida pero no estaba satisfecho. Alguien le sugiere el tema de Eugene Onegin, de Pushkin, para una nueva ópera. En La carta a Tatiana  hay dos versos magníficos: “Toda mi vida ha sido el pago de haberte encontrado.” Con Pushkin descubrió  la riqueza de la poesía romantica.  En Onegin  se vió por primera vez en escena cosas  simples y cotidianas, cómo viven, aman y  se dejan los unos a los otros; son escenas líricas musicales de gran belleza.
Para esconder sus relaciones equívocas se casa con Antonina, a quien apenas conoce:  la vida desde el principio fue un infierno. Se divorcia al poco tiempo y ella  decide vivir en el mismo edificio donde  él   satisfacía sus interminables peticiones de dinero. 
La viuda von Meck le pregunta sobre el programa  que sigue para inspirarse en una  Sinfonía.Él le responde. “¿Cómo explicar las sensaciones que lo atraviesan a uno, cuando compone una obra instrumental sin tema definido? Es un proceso puramente lírico. Es una confesión del alma, que tiene mucho que decir y, lo mismo que el poeta se desahoga en sus versos, la música se desahoga en los sonidos.”
Escribió  La Doncella de Orléans, inspirada en la tragedia de Shiller.

La IV Sinfonía fue un triunfo;  estrenada en San Petesburgo  tuvo mayor éxito que en Moscú. Los músicos y el publico la elogiaban aunque la crítica fue severa. 
La Tempestad en América y en Londres obligó a la prensa alemana a hablar del artista ruso. 
Escribe El Concierto número I para piano y el único Concierto para violín.  
Cuando estrenaron la IV Sinfonía en París, de lejos vio a Madame von Meck en un palco.
La vida artística en esa ciudad era excepcional; los teatros estaban  siempre llenos. Sentía en ese momento una fuerza de inspiración única.  Nicolás Rubinstein le  escribió y todo el mundo estaba entusiasmado con su ópera.  La primera representación  fue en 1879. Asistió Anton Rubinstein. "Las coplas de Triquet",  una parte de la ópera, fue muy aplaudidas. Le colocaron  una corona de laurel en la frente y se dieron discursos a los cuales tuvo que responder. Tuvo que cambiar la escena donde Tatiana cae en brazos de Onegin, porque escandalizó  a los espectadores. La crítica la denominó “algo musical e íntimo”. Rubinstein declaró que era “un libreto demasiado banal lo cual había estropeado la ópera.
Cada tanto tenía bajones anímicos y se sentía sin fuerza ni energía.  Sus numerosos viajes  al extranjero en 1880 lo alejan de la vida musical moscovita y de San Petesburgo durante tres años.  Sus compatriotas lo consideraban una celebridad.
 Eugene Onegin en Moscú y La Doncella de Orleans en Petesburgo se volvieron a representar y   tuvieron mucho éxito de nuevo "las coplillas de Triquet". Onegin fue compuesta con más espontaneidad mientras La Doncella de Orléans era una obra reflexiva, más calculada. El Capriccio italiano también mereció el aplauso. 
Dos acontecimientos  lo conmocionaron: asesinaron al emperador en Capri y  le anunciaron que Anton Rubinstein  en Niza estaba muy grave; salió para Niza, pero Rubinstein ya estaba en París, donde murió. Compuso  un trío y se lo dedicó. Es una de las composiciones más logradas y más bella en la música de cámara.
Tchaikovsky amaba la música francesa, que se diferenciaba por su tendencia intimista , ligera, con combinaciones extraordinarias. 
En esa época su inclinación amorosa se volvió una necesidad continua, una angustia sin tregua. Su mayordomo  advirtió el cambio desde su regreso a Rusia. Aquella ansiedad perversa la volcó en los sonidos musicales de   obras magistrales.  Envidiaba la gente que creía en Dios y ya no temía la muerte ni el horror a lo desconocido.  
Compró una casa en Klin; encontró con ventanas que daban a un jardín lleno de flores;  en el fondo del jardín corría un  riachuelo. Le llevaron el viejo piano que no permitía que lo tocara nadie; compró un antiguo reloj inglés y numerosos objetos. Su mayordomo colgó las cortinas, preparó la casa, colocó los libros y pegó fotos en la pared. Estaba contento. Había una habitación de huéspedes. La casa estaba a dos km de la estación y el viaje a Moscú duraba dos horas y media.Debía ir pues era uno de los directores de la Asociación Musical. En Moscú, Anton Rubinstein organizaba conciertos históricos que hicieron época en la vida musical rusa. Al atardecer regresaba a su casa, donde llevaba una vida tranquila y bien organizada, gracias a su leal mayordomo. Por la mañana fumaba, tomaba  té  y  componía. Daba un paseo de dos horas diarias, que no interrumpía  ni siquiera cuando tenía invitados. A su regreso tocaba en el piano. A diario escribía veinte cartas. Muchas veces, presa de gran excitación nerviosa y oscuros deseos se iba a Klin, a la salida del colegio, cuando los chicos   volvían a sus casas corriendo, con los libros bajo el brazo; para ellos era un señor muy generoso que les regalaba bombones y les daba dinero. 
En su casa recibía diarios, revistas, libros y en ocasiones algunos amigos venían de Moscú. Tocaban el piano a cuatro manos; si estaba solo acostumbraba a hacer solitarios. Su vida seguía un ritmo determinado: en el umbral de la vejez renunció a seguir siendo un nómada. En lo emotivo nada cambió ni su tormento ni su sed insaciable por los púberes: mantenía una vida secreta; Reescribió nuevamente Vakula el Herrero  y la pulió  hasta convertirla en una obra auténticamente bella. Consideraba las óperas la única manera de alcanzar al gran público. Se sentía fascinado por el lujo del  escenario, las luces, la actuación,  las voces magnífica de las cantantes,  el decorado y el vestuario. El Zar junto a la zarina y miembros de la corte imperial asistían. Los aplausos y las salidas a escena lo llenaban de orgullo.     
 Pero sentía que lo alcanzaba la vejez sufría  de asma, de dolores estomacales y de insomnio.   Se sentía  fatigado, comía  y salía poco. 
 Adoraba a su sobrino  a quien le dejó todos sus bienes; Bob era un joven encantador, bello  mimado y lleno de talento, que prefería la compañía de sus primos a su tío quejumbroso.  
Un día lo despertó un telegrama de San Petesburgo anunciándole la muerte de sus sobrina en un baile de disfraces;  se drogaba y siempre rechazó a todo pretendiente; un día quedó embarazada. Él  llevó el niño a París y lo dieron en adopción. Con el tiempo su hermano Nicolás y su mujer, que no podían tener hijos,  lo adoptaron. EL compositor  ayudó en  todo los trámites.
En 1888  partió en una gira de conciertos a París, Praga, Leipzig y Londres. La Doncella de Orléans había sido montada en Praga y en Alemania y era muy conocida. Lo invitaban como director de orquesta y como autor de sinfonías. En dos años  aprendió  a no tenerle miedo a los estrenos. 
Compuso la Quinta Sinfonía
Al componer La Bella durmiente estaba ebrio de sonidos. Lucha por huir de sus habituales fortissimos de sus obras anteriores, que atronaban con la fuerza de las trompetas y los trombones. Quería evitar ese efecto en este nuevo ballet. Sigue siendo un clásico y tal vez el mejor ballet de todos los tiempos.
Se fue  a Italia. Compuso La Dama de Pique: el futuro consideró esta  obra apasionada, bella y algo amoral. 
 Componía dando rienda suelta a sus emociones, sin ocuparse  de ser original.  
Le  encargaron Cascanueces y Yolanda. Se fue a América donde triunfó. 
Sin embargo, no era feliz; su extrema sensibilidad le impedía serlo y la culpa lo atormentaba. Su relación con Madame von Meck se debilitó; ya no tenía constante necesidad de su dinero ni de la correspondencia diaria que mantuvieron durante trece años. 
 Miraba su arte como un medio de obtener un reconocimiento universal.  Lo único que le impedía romper esa relación era la pensión generosa que recibía; se  escribían ahora en aisladas ocasiones.  
Cuando  se  enteró de su vida amorosa  se apartó y dejó de pagarle la pensión de 18.000 rublos  anales y de escribirse. El le escribió con nobleza, pero ella jamás respondió.  En Hamburgo se representaba  Onegin y en Praga La Dama de Pique. Era necesario ir y   se encontró con antiguos alumnos  que eran profesores de música. 
Un día le llegó una carta de su querida   Fanny, luego de cuarenta años. Supo  de su fama y le recordó su existencia; quería verlo y le pedía noticias de su familia. No había olvidado a ninguno. La vio seis meses después. Le señalaron una diminuta ciudad con una pequeña iglesia, una casa modesta en una calle tranquila. Vino a su encuentro una anciana fuerte de rostro envejecido pero sin una sola cana y con gestos vivaces: la reconoció de inmediato. ¡Pierre!, gritó  y se puso a llorar; estaban muy emocionados. Ella le habló de su madre,  le mostró algunas cartas y su diario infantil; le recordó cuando oyó a Chopin por primera vez. Se quedó todo ese día y volvió a la mañana siguiente. Ella daba clases y no podía acogerlo como hubiera deseado. Rechazó el dinero que le ofreció. Todos en ese pueblo le debían parte de su educación. 
Compuso Cascanueces y Yolanda. 
Escribió su Sexta  Sinfonía Sinfonía trágica, donde expresaba con música  el amor que sentía y no osaba declarar en voz alta; era su verdad expresada en música; se la dedicó a su adorado sobrino Bob.La gente la aplaudió sin entusiasmo. Su hermano la denominó la Sinfonía patética y el compositor adaptó el título. 

En una comida bebió agua sin hervir  en tiempos de una nueva epidemia de cólera. Tuvo disentería y vómitos que lo debilitaron en unas horas. El médico temía lo peor. Cuarenta años antes había muerto su madre de la misma enfermedad. Ya no reconocía; Bob que estaba a su lado; por la noche comenzó el edema pulmonar; murió El 25 de octubre. 
Pasó mucho tiempo para que surgiera una nueva figura musical rusa.  Stravinsky podría ser una excepción pero jamás a su altura.
 Entre sus obras más conocidas están los  ballets  El lago de los cisnes y La Bella Durmiente  obras maestras  que  siguen siendo  representadas.    El Trío para cuerdas es una sublime composición instrumental; el concierto Nro 1 para piano solamente para virtuosos;   en la Sinfonía trágica, se encuentra su  mayor carácter dramático, comenzando con un   adagio,  algo totalmente inusual. Internacionalmente es considerado el mejor compositor de Rusia, quien introdujo los temas intimistas y el folklore ruso en sus obras, algunas magistrales.


Bibliografía. Berberova, Nina

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