EL PUESTO DEL HOMBRE EN EL COSMO
Max Shéler pretende que el hombre ha alcanzado el espíritu a través de sucesivas depuraciones y a lo largo de toda la evolución. El autor ve en el individuo un ser que oscila entre dos reinos, el reino de la noción del valor y el reino del espíritu. No es ni una depuración de la raza ni un animal evolutivo; posee un principio que le pertenece (el alma) y por lo mismo la capacidad de regresar al mundo de los valores.
La idea tradicional judeo-cristiana, cuando se pregunta "qué es el hombres" nos habla de Adán, Eva, la creación, el Edén, la caída; la idea predominante de Grecia afirmaba que el hombre posee mente, razón y ciencia, idea que pasará luego a Roma y de allí se extendrá por todo Occidente.
Finalmente Sheler, en el S XX no da su propio veredicto:
- El hombre tiene una marcha erecta, lo cual trajo una modificación en su columna vertebral a fin de poder caminar erguido y le otorgó una mayor amplitud de visión.
-Tiene mayor desarrollo cerebral; posee circunvalaciones mucho más complejas.
-Posee el pulgar opuesto, lo cual le permite el movimiento de pinza; puede fabricar objetos desde un reloj en miniatura hasta un auto, abrocharse los botones, atarse el cordón de sus zapatos, encender la radio, dar vuelta las páginas de un libro, tocar instrumentos musicales, etc.
-Su ojo ve de frente y a los costados; sin dar vuelta la cabeza logra una mayor visión y una mayor objetividad; su mundo, por ende, es más amplio.
Cuando aparece en él la asociación, decaen sus instintos, diferencia esencial entre los animales y los individuos, quienes poseen una vida psíquica. Tiene inteligencia, razonamiento, capacidad de objetivar una situación y la capacidad de elegir. Es capaz de responder a situaciones nuevas, no típicas a su especie: reacciona como individuo. El animal jamás podrá elegir entre lo útil y lo bello.
La gran diferencia con los animales reside en la razón y en la esencia del espíritu de libertad, ya que el ser humano posee conciencia de sí y es libre frente al mundo que lo circunda; puede trascender, levantar vuelo o sobrepasar el mundo a través de la creación. Puede trascender más allá de su medio y hacer de las resistencias meros objetos, siendo libre de modificar su existencia. También es capaz de ironía y de humor: puede reír .
Puede ser un asceta, un anacoreta, decir "no" a sus impulsos, reprimirlos, someterlos, o romper los límites de su ser alcanzando la trascendencia de sus vivencias psíquicas a través de la creación.
Sherler denomina espíritu a las oscuras y subconscientes potencias impulsivas del alma. Reconoce que los animales no carecen de un impulso afectivo ni de instintos que pertenece a su especie ni de una cierta inteligencia práctica, así como también de una memoria asociativa, aunque son meras asociaciones fáciles de recordar, como el experimento de la campana y el alimento en el perro de Pavlov. Repite sobre todo las situaciones en las cuales tuvo éxito y los movimientos que le permitieron encontrar los alimentos, por ejemplo, que se fijaron en él y se denomina el principio del éxito y del error. El rebaño aprende, no asocia. La limitación es un acto repetitivo. Para Darwin y Köhler, el animal tiene una inteligencia infinitamente menor.
Las plantas, en cambio, tienen una reacción lenta afectiva que tiende solamente hacia el sol, hacia el calor del sol, sin asociaciones ni reflejos condicionados ni órganos sensoriales ni instinto. Es un simple movimiento hacia la luz. Son fecundadas por el viento de modo pasivo y se alimentan a través del material inorgánico que les suministra su propio alimento. No poseen un sistema nervioso ni indicios ni impulso motor; no se relacionan con otras plantas y como manifestación de reacción- si le tiramos un balde a agua caliente o helada- tenderán a encogerse o pueden llegar a morir aunque sin saberlo.
El animal, en cambio, pese a tener impulso afectivo y reflejos condicionados en las especies superiores- gorilas, chimpancés, perros, etc. órganos sensoriales y el instinto más desarrollado que el individuo- no podrá nunca objetivar, convertir su medio ambiente, su conducta estática; tampoco es sueño de sí: está estructurado simplemente como el caracol a su casa rodante, sumido en la realidad vital de sus estados orgánicos: comer, beber, acoplarse, procrear, curarse, alimentar su cría buscar el alimento, curarse y morir.
La objetividad jamás podrá pertenecerle pues es la categoría más formal del lado lógico del espíritu.
Los animales tienen conciencia- en esto se diferencian de los vegetales, aunque no conciencia de sí. Carecen además de las formas vacías del espacio y del tiempo: un animal jamás podrá llorar su futura muerte ni pensar en cosas más allá de su ambiente: espacio y tiempo no existen.
Sheler admite que los animales emiten signos totalmente sin sentido y son capaces de expresar emoción, tensión, miedo, dolor y placer en un lenguaje emotivo.
El ser humano, mientras tanto, logró un lenguaje proposicional y he aquí donde reside la inmensa diferencia: "Todos los hombres son mortales" es una oración que los animales, con todo su caudal de instinto, nunca podrán concebir.
La idea tradicional judeo-cristiana, cuando se pregunta "qué es el hombres" nos habla de Adán, Eva, la creación, el Edén, la caída; la idea predominante de Grecia afirmaba que el hombre posee mente, razón y ciencia, idea que pasará luego a Roma y de allí se extendrá por todo Occidente.
Finalmente Sheler, en el S XX no da su propio veredicto:
- El hombre tiene una marcha erecta, lo cual trajo una modificación en su columna vertebral a fin de poder caminar erguido y le otorgó una mayor amplitud de visión.
-Tiene mayor desarrollo cerebral; posee circunvalaciones mucho más complejas.
-Posee el pulgar opuesto, lo cual le permite el movimiento de pinza; puede fabricar objetos desde un reloj en miniatura hasta un auto, abrocharse los botones, atarse el cordón de sus zapatos, encender la radio, dar vuelta las páginas de un libro, tocar instrumentos musicales, etc.
-Su ojo ve de frente y a los costados; sin dar vuelta la cabeza logra una mayor visión y una mayor objetividad; su mundo, por ende, es más amplio.
Cuando aparece en él la asociación, decaen sus instintos, diferencia esencial entre los animales y los individuos, quienes poseen una vida psíquica. Tiene inteligencia, razonamiento, capacidad de objetivar una situación y la capacidad de elegir. Es capaz de responder a situaciones nuevas, no típicas a su especie: reacciona como individuo. El animal jamás podrá elegir entre lo útil y lo bello.
La gran diferencia con los animales reside en la razón y en la esencia del espíritu de libertad, ya que el ser humano posee conciencia de sí y es libre frente al mundo que lo circunda; puede trascender, levantar vuelo o sobrepasar el mundo a través de la creación. Puede trascender más allá de su medio y hacer de las resistencias meros objetos, siendo libre de modificar su existencia. También es capaz de ironía y de humor: puede reír .
Puede ser un asceta, un anacoreta, decir "no" a sus impulsos, reprimirlos, someterlos, o romper los límites de su ser alcanzando la trascendencia de sus vivencias psíquicas a través de la creación.
Sherler denomina espíritu a las oscuras y subconscientes potencias impulsivas del alma. Reconoce que los animales no carecen de un impulso afectivo ni de instintos que pertenece a su especie ni de una cierta inteligencia práctica, así como también de una memoria asociativa, aunque son meras asociaciones fáciles de recordar, como el experimento de la campana y el alimento en el perro de Pavlov. Repite sobre todo las situaciones en las cuales tuvo éxito y los movimientos que le permitieron encontrar los alimentos, por ejemplo, que se fijaron en él y se denomina el principio del éxito y del error. El rebaño aprende, no asocia. La limitación es un acto repetitivo. Para Darwin y Köhler, el animal tiene una inteligencia infinitamente menor.
Las plantas, en cambio, tienen una reacción lenta afectiva que tiende solamente hacia el sol, hacia el calor del sol, sin asociaciones ni reflejos condicionados ni órganos sensoriales ni instinto. Es un simple movimiento hacia la luz. Son fecundadas por el viento de modo pasivo y se alimentan a través del material inorgánico que les suministra su propio alimento. No poseen un sistema nervioso ni indicios ni impulso motor; no se relacionan con otras plantas y como manifestación de reacción- si le tiramos un balde a agua caliente o helada- tenderán a encogerse o pueden llegar a morir aunque sin saberlo.
El animal, en cambio, pese a tener impulso afectivo y reflejos condicionados en las especies superiores- gorilas, chimpancés, perros, etc. órganos sensoriales y el instinto más desarrollado que el individuo- no podrá nunca objetivar, convertir su medio ambiente, su conducta estática; tampoco es sueño de sí: está estructurado simplemente como el caracol a su casa rodante, sumido en la realidad vital de sus estados orgánicos: comer, beber, acoplarse, procrear, curarse, alimentar su cría buscar el alimento, curarse y morir.
La objetividad jamás podrá pertenecerle pues es la categoría más formal del lado lógico del espíritu.
Los animales tienen conciencia- en esto se diferencian de los vegetales, aunque no conciencia de sí. Carecen además de las formas vacías del espacio y del tiempo: un animal jamás podrá llorar su futura muerte ni pensar en cosas más allá de su ambiente: espacio y tiempo no existen.
Sheler admite que los animales emiten signos totalmente sin sentido y son capaces de expresar emoción, tensión, miedo, dolor y placer en un lenguaje emotivo.
El ser humano, mientras tanto, logró un lenguaje proposicional y he aquí donde reside la inmensa diferencia: "Todos los hombres son mortales" es una oración que los animales, con todo su caudal de instinto, nunca podrán concebir.